Para desentumecer sus dedos de los inagotables hilos, trencillas, urdimbres y cordones del telar, a las horas del ocaso, frente aquel espejo sin azogue, cubre su rostro con un velo color ceniza y baja descalza hacia la orilla del mar. Con frecuencia, insiste en recoger caracolas que le devuelven siempre un idéntico rumor: es el eco de las pisadas de Ulises que, de a poco, suenan a regreso... pero que siempre, siempre terminan alejándose un poco más.
Aarón
10 de March de 2017 / 06:11
Eternamente Penélope 10 de March de 2017 / 06:11
Aarón
Taller 14 de March de 2017 / 23:28
Dakiny
 

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