La acusaron de bruja, de pasear denuda por las noches de luna llena y de tener congreso sexual con lobos. Se me hizo extraño aquello, en nuestros rumbos no existían esa clase de animales. La juzgaron de manera severa, no sin antes haberla torturado y encontrar testigos que mintieron sobre la conducta de la bella. La trajeron frente a todos en la plaza y le arrancaron las ropas. Un silencio sepulcral se apodero de hombres y mujeres al ver la lozana piel, los senos soberbios, los muslos perfectos y los menudos pies que apenas tocaban el suelo. Uno de los jueces, un anciano enjuto, grito con vos temblorosa —al cadalso con esa perra.
Fue el mío el trabajo más terrible. Tuve que descolgar su cuerpo para entregarlo a la tierra. Debieron ser ciertas las acusaciones, porque caí bajo su hechizo y no pude resistirme a poseer su cuerpo antes de enterrarla.