Cuando llegué con dos amigos a un bar en aquel pueblo había pocos clientes. En otra mesa, una bella mujer charlaba con uno de ellos. Al verla, me regresó la mirada y sonrió. La ignoré. No quería meterme en problemas en un lugar extraño con gente bravía, como la que vive en esa región.

Poco después el hombre se fue y ella se dirigió a nuestra mesa. La testosterona hizo ebullición mientras se acercaba. Platicamos por largo rato tomando cerveza, hasta que externó su deseo de bailar. Le tendí la mano para complacerla y se rió. Me dijo que era su primer día en ese lugar y que no había un tubo. Entendí. En broma le ofrecí servirle de poste para que bailara para nosotros… y aceptó.

Ver y sentir, inmóvil, a esa hembra audaz asirse de mí, recorriendo con sensualidad su cuerpo y el mío mientras su ropa caía, incitándome, envolviéndose en mi, palpando mis partes ya inflamadas y ofreciendo a mis ojos sus pechos en flor, un pubis apenas poblado y sus apetecibles contornos, era más de lo que podía soportar.

Cuando terminó la música yo estaba tan rígido como los cuerpos cavernosos que irrigan esa región por donde paseó. Mis acompañantes tuvieron que intervenir antes de que sufriera un paro cardiaco fulminante. Me inclinaron. Uno me tomó de los pies, el otro de la cabeza y me llevaron hasta el auto. Fue imposible introducirme y tras varios intentos, tuve que regresar en autobús, de pie.
Pitecantropus
10 de December de 2020 / 21:21
Pole dancing 10 de December de 2020 / 21:21
Pitecantropus
Seleccionada 13 de December de 2020 / 08:22
Tomás del Rey
 

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