Cuando Dylan Ferguson, empleado municipal, hizo la primera aplicación de la sustancia para remover el graffiti de aquel ser fantástico pintado sobre la pared, sintió lástima por tener que borrar aquella obra inquietante, con una peculiar y extraña belleza. Al hacerlo, vio cómo la reacción con la pintura produjo una sustancia viscosa de color pardo que, al espumarse, parecía darle movimiento a la imagen. Instantes más tarde, una pierna del engendro tomó forma fuera de la superficie. Después fue un brazo, hasta materializarse por completo frente a sus ojos atónitos. La criatura inclinó la cabeza y le extendió una mano. Incrédulo y temeroso, interpretó aquel gesto como agradecimiento, le extendió la suya mientras un frío mortal lo invadía. En ese momento, en otro sitio, un artista callejero terminaba de plasmar en un muro, la efigie de un esperpento, una criatura con forma humana, ciertamente fantástica aunque rudimentaria a los ojos de los habitantes de aquel oscuro rincón del universo.