Piensa que ha perdido el pueril miedo a las tinieblas. A las formas caprichosas que, ilógicas y aciagas, se aprecian en el armario, a lo que se esconde, siniestro, debajo de la cama. Camina seguro en su mundo de luz y tranquilidad. Nada debajo del sol puede sobresaltarlo, nada hay en la luz que sea maligno. Su verdadero, único, problema es que no importa que tan lejos de su vida se encuentra la infancia terrible, detrás de sus parpados, alimentado por su propia psicosis, habita en un mundo de oscuridad.