Secuelas
Nadie que estuviera vivo aún había logrado ver al engendro siniestro que asolaba la comarca desde hacía meses, poco después de que terminó la guerra. Si salían, los niños eran encomendados a Dios y a los ángeles, las mujeres a la virgen y los hombres a sus fuerzas, invocaciones que resultaban insuficientes de todas formas. Zopilotes volando en círculos o la aparición de restos descuartizados, con quemaduras y laceraciones esparcidos por el campo y a las orillas de los caminos, eran la señal de que había una nueva víctima. Quienes habían estado cerca de uno de sus ataques, relataban que solamente se oía un sonido desgarrador, violento y seco, semejante a un trueno, mientras aquel ente desaparecía detrás de una nube de polvo con olor a azufre sin dejar rastro. La imaginación lo dibujaba como un dragón, una bestia enorme, escamosa, con garras, colmillos y grandes alas que exhalaba fuego por la boca. Para la primavera, cuando vinieron los ingenieros y topógrafos para trazar la nueva carretera murieron tres y llamaron a los soldados. Ellos, luego de varias bajas más, no lograron encontrarlo y descubrieron que el verdadero monstruo había huido tiempo antes, dejando tras de sí, diseminados en las veredas y en los terrenos de cultivo, centenares de huevos en forma de minas terrestres.
Simbad
16 de November de 2020 / 19:12
16 de November de 2020 / 19:12
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