Una lesión en un partido de fútbol lo obligó a guardar reposo por un tiempo, durante el cual se aficionó a la astronomía. A medida que conocía más del universo y sus secretos, fue sintiéndose más pequeño e insignificante, y cada noche, después de mirar el firmamento con el telescopio, se hacía más presente esa curiosa sensación mientras, al mismo tiempo soñaba con volver a jugar, con la fama y la grandeza. Días después, tras una mala noche y un amanecer confuso, le pareció extraño despertar en medio de una cancha. No se detuvo a descifrar el enredo y se puso a practicar de inmediato. Al acercarse a una de las bandas, se quedó paralizado: había un abismo de más de veinte metros alrededor, y en lugar del graderío, alcanzó a distinguir, a lo lejos, una ventana y las paredes de su recámara. Una voz conocida lo volvió a la realidad. Desde el otro extremo del campo, un viejo amigo, un muñequito de plástico sobreviviente de la niñez, lo instaba a acercarse y a tratar de anotarle un gol.
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15 de November de 2020 / 05:13
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Mónica Brasca
 

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