Cuando estuve frente a esa esfera deslumbrante vi pequeñas ventanas que comunicaban a otros mundos extraños y coloridos. En ellas vi las imágenes que se proyectan en las salas cinematográficas, vi letras en profusa sucesión, vi enciclopedias y cartas de amor, vi páginas una sobre otra, libros enteros que no son libros, vi el cosmos, vi tu cara y la mía, vi la de todos mirando absortos en esas ventanas y me parecieron familiares. No tuve más remedio; sentí infinita veneración, infinita lástima.

Temí que no quedara una sola cosa capaz de sorprenderme, temí que no me abandonara jamás la impresión de volver. Finalmente, al cabo de unas noches de insomnio, me trabajó la curiosidad. Y aquí estoy de nuevo, frente a esta fascinante abertura al universo.