Después de haber vivido la experiencia de ver el Aleph, en la calle, en las escaleras de Constitución, en el subterráneo, me parecieron familiares todas las caras. Lo eran porque yo estaba en todas y ellas en mí. En ese momento percibí la hermandad que nos une a todos, descendientes de un tronco común, herederos de los mismos genes, tan iguales como diferentes. Temí que no quedara una sola cosa capaz de sorprenderme y me equivoqué. La guerra que se libraba por esos años sobrepasaba mi capacidad de asombro. Su crudeza ponía en claro que el hombre es el lobo del hombre.
Pseudónimo
09 de October de 2020 / 18:12
Homo hominis lupus 09 de October de 2020 / 18:12
Pseudónimo
Taller 11 de October de 2020 / 03:10
Lucía
 

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