Una luz brillante en extremo me deslumbró en la oscuridad. Por un momento pensé que estaba ante el Aleph. Sentí que mi corazón palpitaba aceleradamente y quedé inmóvil unos segundos. Cuando mis ojos se acostumbraron, creí que el inconcebible universo que Borges reveló se manifestaba y expandía ante mi a toda prisa. Al acercarse más lo distinguí todo con claridad. O daba un salto de inmediato para librarme, o aquella inmensidad, coronada por un letrero que decía "Salamanca", me convertiría en polvo cósmico a mitad de la carretera.