A Pedro le gustaba inventar tanto que la mayoría de las personas se enfadaban de escuchar sus patrañas. Los jóvenes de su edad se burlaban de sus embustes. Los viejos le recriminaban lo chapucero y las chicas hacían oídos sordos a sus mentiras para alejarse de él. Las señoras y los señores le platicaban chismes a sabiendas de que cuando platicara no resistiría la exageración, la engañifa.
El día que el fuego consumió al pueblo y sus habitantes tampoco le creyeron