El silbido producido al caer no fue suficiente para alertar, a quienes kilómetros abajo, se preparaban para empezar el día. Las explosiones destruyeron casas, edificios, vidas y sueños. En las horas siguientes, las llamas van dejando al desnudo el horror de una guerra que nadie entiende. Los supervivientes en harapos, como fantasmas sin rumbo, hurgan entre los escombros sin esperanza. Sólo les queda sobrevivir.
Ajena a todo, entre piedras y fierros retorcidos una niña juega al doctor con su gato. Ella parece ser la única persona con un propósito en la vida.