Kemala vino andando durante un día y medio para avisarme de que la abuela se moría. Hacía tiempo que no salía de su cabaña y las mujeres se turnaban para llevarle la comida y asearla, pero en la última semana apenas abría los ojos.
?Cuando despierta, murmura algo en la lengua antigua, pero solo la entendemos cuando pide agua o pronuncia tu nombre, como preguntando por qué la dejas sola en estos momentos.
Cerré el taller de bicicletas y partí con Kemala hacia la aldea. La abuela sonrió al oír mi voz y me agarró la mano. Después, se puso a hablar despacio. Las palabras de aquel idioma que a los jóvenes nos avergonzaba emplear hasta el punto de haberlo olvidado salían nítidas de su boca, como si hubiese guardado las últimas energías para pronunciarlas delante de mí:
Enai upuma kire,
lasi kombaya teku
quimbo balan tenguru
pandele mambiró...
Mis labios y mi lengua parecieron obedecer una orden misteriosa, y se unieron a los suyos:
ali pandome totsu
kulí anteme turdo
pendo toré yamboro...
Le faltó el aliento para continuar, pero, aun sin su ayuda, logré concluir aquel hermoso canto que tantas veces le había escuchado siendo niño. Y aunque las recordaba una por una, no fui capaz de reconocer el significado de ninguna de las palabras.
Circe
14 de February de 2017 / 17:33
Omega 14 de February de 2017 / 17:33
Circe
Taller 15 de February de 2017 / 22:45
Mónica Brasca
 

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