Selección taller día 18: El precio, autor, Alarcón
El precio
Alarcón
Las puertas y ventanas de la casa están abiertas de par en par. Los muebles
lucen impecables, la mesa está puesta, el hogar encendido. Pero nadie
responde a nuestras voces. Nieva y un viento helado se levanta.
—¡Entremos! —le digo a Paula.
Atravesamos el umbral y un golpe de viento cierra puertas y ventanas.
—¿Qué habrá pasado con los dueños de la casa? —me pregunta, y se queda con
la mirada absorta en el fuego.
—No lo sé —respondo, y le señalo seducido los manjares sobre la mesa.
Como y bebo bestialmente. Paula me observa angustiada sin probar bocado.
—¡Marchémonos! —exclama de pronto, la mirada vuelta al fuego.
—¿Estás loca, mujer? —le grito desconociéndome, y agitando la copa
furiosamente, ordeno—: ¡Más vino!
Paula toma la jarra, finge que me va a servir, pero corre hacia el hogar y
la vierte sobre el fuego. De golpe, todas las puertas y ventanas se abren.
Con pavor observo que los muebles están derruidos, la mesa vacía, el hogar
colmado de cenizas sin tiempo.
Y caen los últimos copos de nieve y el viento cesa.
Ella me toma de la mano y me conduce fuera de la casa. Mientras recobro el
aliento, siento cómo la mano de Paula se hace cada vez más blanda, y cuando
la casa desaparece, me hallo aferrado a un recuerdo y al aire.
Alarcón
Las puertas y ventanas de la casa están abiertas de par en par. Los muebles
lucen impecables, la mesa está puesta, el hogar encendido. Pero nadie
responde a nuestras voces. Nieva y un viento helado se levanta.
—¡Entremos! —le digo a Paula.
Atravesamos el umbral y un golpe de viento cierra puertas y ventanas.
—¿Qué habrá pasado con los dueños de la casa? —me pregunta, y se queda con
la mirada absorta en el fuego.
—No lo sé —respondo, y le señalo seducido los manjares sobre la mesa.
Como y bebo bestialmente. Paula me observa angustiada sin probar bocado.
—¡Marchémonos! —exclama de pronto, la mirada vuelta al fuego.
—¿Estás loca, mujer? —le grito desconociéndome, y agitando la copa
furiosamente, ordeno—: ¡Más vino!
Paula toma la jarra, finge que me va a servir, pero corre hacia el hogar y
la vierte sobre el fuego. De golpe, todas las puertas y ventanas se abren.
Con pavor observo que los muebles están derruidos, la mesa vacía, el hogar
colmado de cenizas sin tiempo.
Y caen los últimos copos de nieve y el viento cesa.
Ella me toma de la mano y me conduce fuera de la casa. Mientras recobro el
aliento, siento cómo la mano de Paula se hace cada vez más blanda, y cuando
la casa desaparece, me hallo aferrado a un recuerdo y al aire.
C. Simón
03 de February de 2017 / 03:45
03 de February de 2017 / 03:45
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