El síndrome de Esquilo es un libro que sugiere desde el título la multiplicidad de significados que Vicente Alfonso propone para su obra narrativa. Para quien traza estas palabras es divertido pensar que cada una de las que conforman el título tiene varias posibilidades interpretativas. Si al conjunto de síntomas característicos de una enfermedad se le denomina síndrome, es posible también atender a la acepción que lo considera como el conjunto de fenómenos que caracterizan una situación determinada. Para enfatizar la variedad de sentidos notemos que esquilo, en portugués, es el nombre común y familiar que se da a un helicóptero ligero de uso civil, aunque también es utilizado por las fuerzas armadas que lo emplean en labores de entrenamiento y ataque.
Esquilo es también la palabra portuguesa para ardilla, mamífero roedor que posee sonoros nombres indígenas en esa dulce lengua: serelepe, caxinguelê, caxinxe, catiaipé, quatimirim, quatipuru y acutipuru.En Brasil se usa la frase ?síndrome de esquilo?, para quienes todo guardan y no se deciden a deshacerse de nada. Por otra parte, se conoce que las ardillas acumulan un gran número de semillas en previsión para el invierno y suele ocurrirles que no recuerdan dónde las guardaron. En la producción de Esquilo, considerado el padre de la tragedia griega, el sufrimiento suele ser originado por una mala o errática acción que conduce a la desgracia de los protagonistas. El oráculo le vaticinó al dramaturgo que moriría aplastado por una casa, así que para eludir su destino decidió vivir fuera de la ciudad, donde un águila desde lo alto del vuelo soltó un caparazón de tortuga que al golpearlo le regaló la vaticinada muerte.
Este conjunto de cuentos, escritos con oficio y animoso rigor, nos llevarán por los juegos de palabras hacia historias trágicas con las que culmina un amor imposible o una simple actividad estudiantil. Cuentos bien contados, con ideas, significados y un ameno aliento narrativo que producirá emociones en quien siempre obtendrá una lectura bien recompensada.
Eduardo Langagne
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