Día 13, selección abril:
Quiebre / Kyo
"Me cansé de olfatear el trasero de otros perros, de oler la misma marca de croqueta barata. Desprecié el apestoso celo de mis congéneres, la fragancia de las farolas, la mezcla de lavanda con heces, el orín en las llantas de los autos o el hedor de cualquier chunche. Preferí, en cambio, el olor de los humanos, absurdo y complejo a la vez. Me gusta, por ejemplo, percibir el aroma a menstruación de la mujer madura o la culpa honesta del borracho.
¡Ah! ¡Humanos! Me fascinan y al mismo tiempo les compadezco. Son cortos de nariz, se conforman con tan poco. Por ejemplo, con el aroma de la cerveza artesanal o el obvio cítrico de sus perfumes. Preocupados constantemente por su mal aliento o por la humedad de sus axilas, pero no se percatan del incipiente olor a cáncer de próstata o el hedor de las mentiras.
Tan solo miren —o más bien olfateen — a mis dos amos, sentados ahí en la banca del parque. A simple nariz son una pareja desdichada, emitiendo el rancio olor del resentimiento y de la súplica desesperada. Sin embargo, sus olores se corresponden: la lencería de ella en el cuello de él; los besos de él en el pubis de ella.
Olorosos y confundidos, discuten. Me acerco pero es vano intervenir, ni siquiera un chillido lastimero podrá detener los reproches mutuos. En un arrebato de orgullo, él se levanta y nos da la espalda. Ambas lo vemos marcharse.
Estaremos bien sin él —dice mientras me acaricia el lomo—. Aquí nadie es la perra de nadie.
Se le quiebra la voz. Hoy descubrí el olor de las lágrimas"..
"Me cansé de olfatear el trasero de otros perros, de oler la misma marca de croqueta barata. Desprecié el apestoso celo de mis congéneres, la fragancia de las farolas, la mezcla de lavanda con heces, el orín en las llantas de los autos o el hedor de cualquier chunche. Preferí, en cambio, el olor de los humanos, absurdo y complejo a la vez. Me gusta, por ejemplo, percibir el aroma a menstruación de la mujer madura o la culpa honesta del borracho.
¡Ah! ¡Humanos! Me fascinan y al mismo tiempo les compadezco. Son cortos de nariz, se conforman con tan poco. Por ejemplo, con el aroma de la cerveza artesanal o el obvio cítrico de sus perfumes. Preocupados constantemente por su mal aliento o por la humedad de sus axilas, pero no se percatan del incipiente olor a cáncer de próstata o el hedor de las mentiras.
Tan solo miren —o más bien olfateen — a mis dos amos, sentados ahí en la banca del parque. A simple nariz son una pareja desdichada, emitiendo el rancio olor del resentimiento y de la súplica desesperada. Sin embargo, sus olores se corresponden: la lencería de ella en el cuello de él; los besos de él en el pubis de ella.
Olorosos y confundidos, discuten. Me acerco pero es vano intervenir, ni siquiera un chillido lastimero podrá detener los reproches mutuos. En un arrebato de orgullo, él se levanta y nos da la espalda. Ambas lo vemos marcharse.
Estaremos bien sin él —dice mientras me acaricia el lomo—. Aquí nadie es la perra de nadie.
Se le quiebra la voz. Hoy descubrí el olor de las lágrimas"..
Víctor M. Campos: el tallerista de los días 13.
02 de May de 2023 / 10:50
02 de May de 2023 / 10:50
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