Selección del 18 de septiembre
El ganador, de Carabela
Entre las voces que lo llamaban, distinguió la de su madre. Fingió seguir el juego, aunque los demás lo hubieran acabado hacía rato. No respondió por miedo a que lo regañara. La otra vez, cuando llegó a la casa cubierto de barro y con los bolsillos llenos de cáscaras de naranja, lo castigó con un cinturón. ¡Qué no le haría esta vez si lo viera en ese estado! Con la ropa hecha jirones; la piel del talón rasgada, como si se tratara de un calcetín roto por donde asomaba el hueso; y todo su cuerpo impregnado por un olor nauseabundo que no se atenuaba ni siquiera por estar dentro del congelador, donde se había encerrado un mes atrás, mientras jugaba al escondite en el vertedero.
Uno más, de Alameda
“¡Dale, Román, apurate! ¡Pasá la pelota! Te toca patear a vos, ¡vamos, vamos!” era el lenguaje genuinamente inclusivo con el que los chicos de la cuadra me invitaban a jugar en la vereda, festejaban mis atajadas más que sus goles y perdonaban las zancadillas involuntarias que ponía con mis piernas flacas y débiles, apuntaladas por barras metálicas..
Entre las voces que lo llamaban, distinguió la de su madre. Fingió seguir el juego, aunque los demás lo hubieran acabado hacía rato. No respondió por miedo a que lo regañara. La otra vez, cuando llegó a la casa cubierto de barro y con los bolsillos llenos de cáscaras de naranja, lo castigó con un cinturón. ¡Qué no le haría esta vez si lo viera en ese estado! Con la ropa hecha jirones; la piel del talón rasgada, como si se tratara de un calcetín roto por donde asomaba el hueso; y todo su cuerpo impregnado por un olor nauseabundo que no se atenuaba ni siquiera por estar dentro del congelador, donde se había encerrado un mes atrás, mientras jugaba al escondite en el vertedero.
Uno más, de Alameda
“¡Dale, Román, apurate! ¡Pasá la pelota! Te toca patear a vos, ¡vamos, vamos!” era el lenguaje genuinamente inclusivo con el que los chicos de la cuadra me invitaban a jugar en la vereda, festejaban mis atajadas más que sus goles y perdonaban las zancadillas involuntarias que ponía con mis piernas flacas y débiles, apuntaladas por barras metálicas..
Elisa A.
04 de October de 2022 / 01:55
04 de October de 2022 / 01:55
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