El funeral del rey
Pi
La reina no podía ocultar su consternación. Antes de iniciar la ceremonia volteó para buscar a sus hijos. Cuando vio al segundo le hizo una seña discreta para que fuera a su lado y le preguntó por su hermano mayor. El príncipe solo se limitó a responder:
—¿Podré obtener alguna vez tu perdón, madre?

Librepensador
bebé
Decidió ir en busca de respuestas y emprendió el viaje. En su andar, unos monjes le indicaron que, al llegar a la bifurcación del camino, debía tomar el de la derecha, y más adelante, un grupo de peregrinos le dijo que convenía ir por la izquierda. Al llegar al cruce, optó por continuar a campo traviesa, sabedor de que todos los caminos conducen a Roma.

La vida sin anestesia
Miss Trixie
A punto de abandonar aquel psiquiátrico donde tras dos largos meses había logrado espantar a los fantasmas de una mente enferma, sentía miedo.
Ahora podía distinguir gigantes de molinos o agresivos dardos de benéficas inyecciones. Era capaz de mantener una idea sin convertirla en la contraria para llegar al insoportable sufrimiento de la obsesión; discernía saludablemente. Llegó la hora de abandonar el nido en que sus neuronas, tratadas entre algodones, volvían a conectarse en armonía.
Caminando temeroso hacia la salida, divisó el rostro amable de su terapeuta y se dirigió a él: “Tengo miedo.” Con cariño, el galeno le puso una mano en el hombro: “Pero si ya te vas, ¡estás curado!", a lo que el paciente respondió temblando: “Me da miedo la verdad al desnudo; en su verdadera dimensión.”.