El primer astronauta del pueblo Pi

Todas las tardes iba, con papá o mamá, a andar en bicicleta por el parque y, casi siempre, encontrábamos al señor de los globos. En ocasiones lo acompañaba su hijo, quien daba vueltas con los brazos extendidos haciendo ruidos en un triciclo desvencijado o a veces corriendo.
—¡Brooom!, ¡suoosh! —se le oía imitar el sonido de un avión, mientras decía que le gustaría volar y ser aviador y, luego, astronauta.
Un viernes vimos al niño con un gran racimo de globos y le preguntamos por su padre.
—Esta enfermo y no va a poder venir unos días, hasta que se alivie —nos dijo—. Y me encargó venderlos antes de que se desinflen.
El domingo, papá pensó que sería buena idea comprarle algunos para ayudarlo, pero no lo encontramos por más que recorrimos todo el lugar. De pronto, alguien señaló al cielo. Entre brincos (que nunca supe si eran de alegría o de preocupación), decía:
—¡Miren!, ¡miren. ¡Ahí está!, arriba de los árboles.
Al voltear hacia arriba lo vimos. Con una mano se sostenía de los globos y, con la otra, saludaba dando gritos de felicidad.
—!Les dije!, ¡ya vuelo!. ¡Ya soy aviador! ¡Hurra!
Después de varios días sin volver a verlo, tomamos un telescopio y buscamos en todas partes. Unos puntitos de colores en la superficie de la luna nos indicaron que ya había cumplido su sueño..
Daniel Frini
10 de April de 2022 / 17:11
Selección 5 de abril de 2022 10 de April de 2022 / 17:11
Daniel Frini
 

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