Recopilación del concurso de marzo de 2017
Día 1 (Tallerista: Elisa de Armas)
Nunca es tarde (por Proserpina)
Navegando por los mares me encontré con los cantos de sirenas, fui prisionero en las catacumbas del infierno y olvidé a Penélope, que aún esperaba con la sopa ya fría.
Atrapamaridos (por Malvadisco)
Penélope se dedicó a tejer a la espera del regreso de su hombre. Cuando aquel volvió, envejecido y sucio, lo llevó al taller de costura. Desmembrados en telares, estaban los cuerpos de los amantes de turno. —¬¬¬¬Para que ya nunca más me abandones—, le dijo y lo sujetó con tal fuerza a las barras de madera, entre la urdimbre de tendones, que ni los cantos de las sirenas lo podrían soltar para conducirlo de nuevo al océano.
Desenlace (por Esleongo)
Odiseo sigue entretenido en la guerra. Su fiel Penélope, tejiendo y destejiendo, consigue apartar a más de una veintena de pretendientes. Ha prometido casarse con el más astuto una vez haya terminado el sudario para su suegro. Cuando este muere, no hay tela para vestirlo.
Día 2 (Tallerista: José Luis Velarde)
Tejedora (por black dot)
En lo alto de una esquina teje. El viento sutil revela su trabajo. Podría ser Penélope que borda la mortaja de Laertes mientras, paciente y leal, espera a su esposo. Lo cierto es que Aracne le ha heredado su destreza y Ariadna el ovillo de hilo con el que borda usando sus largas y peludas piernas.
Día 3 (Tallerista: Juan Manuel Montes)
Opera Prima (por Black dot)
Las sirenas ven que la embarcación se aproxima y “do re mi fa sol la si do do”, afinan sus voces. Discuten entre ellas, porque alguna quiere ser solista y solo necesita de un coro.
El navío pasa por su lado y la presencia de los marineros las hace gorjear. En la corriente tibia del mediterráneo, vuela hambrientas, indecisas entre cantar y comer. Ulises, amarrado al mástil siente que enloquece; pero sus hombres, sordos e indiferentes a sus seductores cantos, siguen su rumbo. Así es como el primer grupo musical de la historia obtiene su primer y mítico fracaso.
Día 4 (Tallerista: Marcial Fernández)
Hambre (por Black Dot)
Desde la celda, donde está preso, Nadie oye los huesos de algunos de sus compañeros crujir. Son sus amigos los que ahora son devorados con macabro gusto. Cada vertebra, cada falange, cada hueso emite el ruido de ramas secas al romperse bajo la presión de la mordida. El olor del guisado le despierta el apetito y se avergüenza de tener hambre en esa situación. El ciclope, hijo de Poseidón, no lo sabe, piensa que el dolor que siente en el estómago es la ira porque sus prisioneros se han escapado, pero en realidad es la falta de costumbre de consumir carne humana.
Día 6 (Tallerista: Daniela Truman)
Abandonada (por Malvadisco)
No se ocupaba de los hechizos de Circe: sus pretendientes ya eran cerdos que meaban en las ánforas y le metían la mano bajo la falda. De reina pasó a sirvienta atendiendo a un suegro tullido en una cama, a un bebé en dentición y a aquel pulgoso junto al trono que, por más friegas con albahaca y romero, no se le quitaban los parásitos. ¡Pero ya vería Ulises cuando volviera a Ítaca de aquel viaje que se estaba prolongando más allá de lo esperado!
El Ulises (por Black dot)
—¡He esperado tanto tiempo! Diez años no son cualquier cosa, imagínese usted —, le dice la Penélope a su vecina y confidente—. Ya tuve que mandar a nuestro hijo a buscarlo, porque de otra forma no regresa. A cada rato inventa historias, que si mujeres con cola de pez y pechos de fuera cantando melodías enloquecedoras, que si los hombres de un solo ojo, que ya se le hundió el barco otra vez y no sé qué pretextos más. Como no regrese mañana le voy a armar su odisea con todo y una tragedia griega.
La transexualidad de P. (por Gata Blues)
Penélope tiene nombre de mujer, tal y como certifica a su regreso Ulises.
Día 7 (Tallerista: Carlos de Bella “Sapo” )
El fiel Argos (por Malvadisco)
Mientras estuvo bajo el disfraz de un mendigo harapiento, ella no lo reconoció. Pero apenas se transformó en un hombre guapo y revestido del halo dorado de los héroes, la interesada de Penélope se lo llevó a la cama. En cambio, él, que desde un principio supo quién era y levantó sus orejas y movió el rabo en gesto de reconocimiento, solo obtuvo una lágrima que cayó al estercolero donde ahora agonizaba como lo que era: un perro.
Día 10 (Tallerista: Dakiny)
Del otro lado (por Black dot)
Ulises observa a sus hombres: bravos, valientes, capaces de jugarse la vida en una batalla. Guerreros de piernas y brazos poderosos, diestras manos que empuñan espada y escudo. Izan las velas y arrancan anclas de las entrañas del mar. Con ellos puede ir hasta el paraíso o al hades. Ganar la gloria. Piensa en Penélope que lo espera en Ítaca. La recuerda sentada, en su klismos por la tarde, cuando el sol mediterráneo se pone y la luz ilumina su piel. Le da pena que ella lo espere, que no se dé cuenta de que la predilección de su esposo está del lado de los hombres.
Día 11 (Tallerista: Carlos Bortoni)
Penélope (por Proserpina)
Quizá si dijese: "Cuán difícil es escribir estas palabras con el tintero de mis lágrimas, del silencio de la noche del espejo de mi alma. Sin saber de ti, sin esperanzas, dime Ulises, ¿qué puedo esperar yo de ti? Nada."
Ciclope (por Black dot)
Quiero volver a lo mío. He vivido mi condena en el hades, pero sé que como a cada perro le llega un momento feliz, a mí, me espera mi Penélope más allá de las celdas y los uniformes, del aullar de las sirenas. Aquí los dioses han abandonado a todos los hombres y sus vilezas, detrás de rejas infranqueables para que salden sus cuentas pendientes. Algún día he de atravesar las sombras, burlar al ciclope con su ojo todo vidente y su picana eléctrica, para volver a mi dulce Ítaca.
Cambio total (por Malvadisco)
Conforme Telémaco crecía, preocupado por el destino de su madre que se definiría con su madurez sexual, fingió buscar al padre y se marchó donde un especialista que, tijera en mano, derribó en él cualquier indicio de virilidad. Cuando regresó, subido en ‘kothornos” de tres suelas, nadie percibió vello en aquel rostro de eunuco, condición impuesta a Penélope para obligarla a elegir marido entre alguno de aquellos acosadores.
Día 13 (Tallerista: Laura Elisa Vizcaíno)
Consejos íntimos (por Nestórida)
Si Penélope y yo hubiéramos sido coetáneas —y amigas— le habría sugerido que, en vez de hacer competir a sus pretendientes manipulando el arco que sólo Ulises dominaba, evaluara a los jóvenes, uno por uno, en otro tipo de destrezas más placenteras.
No se habría convertido en el símbolo de la devota esposa, pero los veinte años que esperó a su marido entre sollozos, mientras él se veía obligado a complacer a Circe y a Calipso, se le habrían pasado volando.
Día 14 (Tallerista: Mónica Brasca)
Residencia de ancianos (por Moebius)
Esta mañana, una de nuestras más veteranas y estimadas huéspedes ha comunicado a la Dirección del centro que su esposo ha partido en un viaje imprevisto. Sus instrucciones han sido categóricas y expeditivas: Como las ausencias de su marido acostumbran a ser prolongadas, no facturar hasta nuevo aviso el hospedaje de D. Ulises Papadopoulos.
La señora Penélope también nos ha solicitado que nos ocupemos del traslado a su habitación de algunos enseres familiares, como un antiguo telar con todo el equipo de torno, bastidores, lanzadera y batán; además de hacer hincapié en que no aceptará recibir visitas de ningún intruso.
Regalos griegos (por Malvadisco)
Acompañada de un niño sucio y andrajoso, Penélope persigue a su marido para reclamarle el sustento. Ella hace circular rumores en los bares y prostíbulos: “Es un mal padre, no tengo ni qué darle de comer a mi hijo. Y las piernas de las mujeres se cierran, negándole el placer al incumplido padre. Con tal de que se marche, él le ofrece ricos presentes. De regreso en Ítaca, vestida y enjoyada, Penélope recibe como obsequio un enorme caballo de madera. En lugar de víveres, oro y vino, de él emerge un regimiento de soldados que viene a terminar con la verdadera causa del desabastecimiento: los abusivos pretendientes de Penélope.
Día 16 (Tallerista: Josep M. Nuévalos)
Penélope (por Circe)
Tras el regreso, la pasión colmó el hueco de los años de espera. Unas semanas después comenzó a añorar las largas conversaciones con la nodriza, los requiebros de los pretendientes, desperezarse en un lecho para ella sola... Lo que menos soporta son los dedos, el hormigueo, esa necesidad imperiosa de ponerse a tejer y a destejer.
Estratagema (por Malvadisco)
A escondidas, se enteró de los proyectos de su nuera: elegiría marido apenas le terminara la mortaja. Era la sentencia de muerte para el viejo. El tiempo y las batallas redujeron su antaño perfil griego a un nido de canas y huesos sobresaltados. Pero los vivaces ojos del halcón aún brillaban en el fondo del rostro agrietado. Todas las noches, mientras Penélope fornicaba, Laertes descosía el sudario.
Otro final (por Black Dot)
Su esposo se hizo a la mar un día y prometió volver. Así pasaron los años y lo siguió esperando. Quizás nunca regresaría, pensaban los pretendientes, y la mujer misma llego a dudar. Su cabello empezó a cambiar de color, la solidez de sus muslos, el brillo de sus negros ojos y hasta los hombres que tanto llegaron a codiciarla la empezaron a abandonar. Para su decepción, él no cumplió su palabra y jamás regresó.
Lo cierto es que cuando encontraron su cuerpo flotando con el ir y venir de las olas, pensaron que, aun en la muerte, Penélope quería encontrarse con su Ulises.
Día 18 (Tallerista: Carmen Simón)
Aguas del Leteo (por Malvadisco)
Lo rodearon en busca de noticias del otro lado del río. Anfimedonte se tomó el trago que le dieron y habló para la concurrencia: “Sabed los presentes que nosotros, los cien príncipes de Ítaca, pretendíamos a Penélope, la de las hermosas trenzas doradas. Nunca se negó al matrimonio, pero tampoco lo deseaba. Antes bien, nos obligó a permanecer junto a ella por 20 años, hasta la llegada de Ulises. Con diferentes ardides urdió la perdición y la negra Ker contra nosotros, sus pretendientes. Nos engañó con un telar y sus brillantes hilos, y fue como si cosiera nuestros ojos para que no viéramos que deshacía la labor durante la noche. Luego, cuando Ulises volvió disfrazado de mendigo, ella misma escondió las armas para que él pudiera matarnos uno a uno después del torneo de arquería.”
Y antes de que el agua lo hiciera olvidar, el alma de Anfimedonte contempló su propio cadáver clavado con una flecha. Luego se fundió con el resto de sombras en las cavernas del inframundo.
El amor platónico de Odiseo (por Gata Blues)
He ahí el gran dilema: de todos los cantos de sirena, el de Penélope es terrenal.
Día 20 (Tallerista: el aguila descalza)
Troyano (por Malvadisco)
Aquel bello joven apareció sobre el lecho de la reina y ella lo tomó como si procediera de algún designio divino. Pero fue su hijo Telémaco, quien había contratado al joven hermoso e infectado del mal de venus para que penetrara las defensas de la soberana, deterioradas por tantos años de soledad y acoso. Corrompida por la enfermedad venérea, Penélope no podría contraer nuevas nupcias y la sucesión recaería en su heredero Telémaco, futuro rey de Ítaca.
Tributo (por Black dot)
Hastiada de su labor, deja caer el estambre y las agujas. Su mente divaga hacia lugares familiares; el regazo de su amado, el pecho, sus brazos, las piernas firmes, sus nalgas como manzanas. Se recarga en su silla, y las manos que antes tejían la mortaja, ahora empiezan a trepar por sus muslos hasta donde encuentran ese botón que le arranca suspiros, le provoca humedades y estremecimientos. Sus dedos adquieren un ritmo. Sus labios repiten el nombre del amante ido tantos y tantos años atrás mientras ella rinde tributo al sensual Eros.
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Nunca es tarde (por Proserpina)
Navegando por los mares me encontré con los cantos de sirenas, fui prisionero en las catacumbas del infierno y olvidé a Penélope, que aún esperaba con la sopa ya fría.
Atrapamaridos (por Malvadisco)
Penélope se dedicó a tejer a la espera del regreso de su hombre. Cuando aquel volvió, envejecido y sucio, lo llevó al taller de costura. Desmembrados en telares, estaban los cuerpos de los amantes de turno. —¬¬¬¬Para que ya nunca más me abandones—, le dijo y lo sujetó con tal fuerza a las barras de madera, entre la urdimbre de tendones, que ni los cantos de las sirenas lo podrían soltar para conducirlo de nuevo al océano.
Desenlace (por Esleongo)
Odiseo sigue entretenido en la guerra. Su fiel Penélope, tejiendo y destejiendo, consigue apartar a más de una veintena de pretendientes. Ha prometido casarse con el más astuto una vez haya terminado el sudario para su suegro. Cuando este muere, no hay tela para vestirlo.
Día 2 (Tallerista: José Luis Velarde)
Tejedora (por black dot)
En lo alto de una esquina teje. El viento sutil revela su trabajo. Podría ser Penélope que borda la mortaja de Laertes mientras, paciente y leal, espera a su esposo. Lo cierto es que Aracne le ha heredado su destreza y Ariadna el ovillo de hilo con el que borda usando sus largas y peludas piernas.
Día 3 (Tallerista: Juan Manuel Montes)
Opera Prima (por Black dot)
Las sirenas ven que la embarcación se aproxima y “do re mi fa sol la si do do”, afinan sus voces. Discuten entre ellas, porque alguna quiere ser solista y solo necesita de un coro.
El navío pasa por su lado y la presencia de los marineros las hace gorjear. En la corriente tibia del mediterráneo, vuela hambrientas, indecisas entre cantar y comer. Ulises, amarrado al mástil siente que enloquece; pero sus hombres, sordos e indiferentes a sus seductores cantos, siguen su rumbo. Así es como el primer grupo musical de la historia obtiene su primer y mítico fracaso.
Día 4 (Tallerista: Marcial Fernández)
Hambre (por Black Dot)
Desde la celda, donde está preso, Nadie oye los huesos de algunos de sus compañeros crujir. Son sus amigos los que ahora son devorados con macabro gusto. Cada vertebra, cada falange, cada hueso emite el ruido de ramas secas al romperse bajo la presión de la mordida. El olor del guisado le despierta el apetito y se avergüenza de tener hambre en esa situación. El ciclope, hijo de Poseidón, no lo sabe, piensa que el dolor que siente en el estómago es la ira porque sus prisioneros se han escapado, pero en realidad es la falta de costumbre de consumir carne humana.
Día 6 (Tallerista: Daniela Truman)
Abandonada (por Malvadisco)
No se ocupaba de los hechizos de Circe: sus pretendientes ya eran cerdos que meaban en las ánforas y le metían la mano bajo la falda. De reina pasó a sirvienta atendiendo a un suegro tullido en una cama, a un bebé en dentición y a aquel pulgoso junto al trono que, por más friegas con albahaca y romero, no se le quitaban los parásitos. ¡Pero ya vería Ulises cuando volviera a Ítaca de aquel viaje que se estaba prolongando más allá de lo esperado!
El Ulises (por Black dot)
—¡He esperado tanto tiempo! Diez años no son cualquier cosa, imagínese usted —, le dice la Penélope a su vecina y confidente—. Ya tuve que mandar a nuestro hijo a buscarlo, porque de otra forma no regresa. A cada rato inventa historias, que si mujeres con cola de pez y pechos de fuera cantando melodías enloquecedoras, que si los hombres de un solo ojo, que ya se le hundió el barco otra vez y no sé qué pretextos más. Como no regrese mañana le voy a armar su odisea con todo y una tragedia griega.
La transexualidad de P. (por Gata Blues)
Penélope tiene nombre de mujer, tal y como certifica a su regreso Ulises.
Día 7 (Tallerista: Carlos de Bella “Sapo” )
El fiel Argos (por Malvadisco)
Mientras estuvo bajo el disfraz de un mendigo harapiento, ella no lo reconoció. Pero apenas se transformó en un hombre guapo y revestido del halo dorado de los héroes, la interesada de Penélope se lo llevó a la cama. En cambio, él, que desde un principio supo quién era y levantó sus orejas y movió el rabo en gesto de reconocimiento, solo obtuvo una lágrima que cayó al estercolero donde ahora agonizaba como lo que era: un perro.
Día 10 (Tallerista: Dakiny)
Del otro lado (por Black dot)
Ulises observa a sus hombres: bravos, valientes, capaces de jugarse la vida en una batalla. Guerreros de piernas y brazos poderosos, diestras manos que empuñan espada y escudo. Izan las velas y arrancan anclas de las entrañas del mar. Con ellos puede ir hasta el paraíso o al hades. Ganar la gloria. Piensa en Penélope que lo espera en Ítaca. La recuerda sentada, en su klismos por la tarde, cuando el sol mediterráneo se pone y la luz ilumina su piel. Le da pena que ella lo espere, que no se dé cuenta de que la predilección de su esposo está del lado de los hombres.
Día 11 (Tallerista: Carlos Bortoni)
Penélope (por Proserpina)
Quizá si dijese: "Cuán difícil es escribir estas palabras con el tintero de mis lágrimas, del silencio de la noche del espejo de mi alma. Sin saber de ti, sin esperanzas, dime Ulises, ¿qué puedo esperar yo de ti? Nada."
Ciclope (por Black dot)
Quiero volver a lo mío. He vivido mi condena en el hades, pero sé que como a cada perro le llega un momento feliz, a mí, me espera mi Penélope más allá de las celdas y los uniformes, del aullar de las sirenas. Aquí los dioses han abandonado a todos los hombres y sus vilezas, detrás de rejas infranqueables para que salden sus cuentas pendientes. Algún día he de atravesar las sombras, burlar al ciclope con su ojo todo vidente y su picana eléctrica, para volver a mi dulce Ítaca.
Cambio total (por Malvadisco)
Conforme Telémaco crecía, preocupado por el destino de su madre que se definiría con su madurez sexual, fingió buscar al padre y se marchó donde un especialista que, tijera en mano, derribó en él cualquier indicio de virilidad. Cuando regresó, subido en ‘kothornos” de tres suelas, nadie percibió vello en aquel rostro de eunuco, condición impuesta a Penélope para obligarla a elegir marido entre alguno de aquellos acosadores.
Día 13 (Tallerista: Laura Elisa Vizcaíno)
Consejos íntimos (por Nestórida)
Si Penélope y yo hubiéramos sido coetáneas —y amigas— le habría sugerido que, en vez de hacer competir a sus pretendientes manipulando el arco que sólo Ulises dominaba, evaluara a los jóvenes, uno por uno, en otro tipo de destrezas más placenteras.
No se habría convertido en el símbolo de la devota esposa, pero los veinte años que esperó a su marido entre sollozos, mientras él se veía obligado a complacer a Circe y a Calipso, se le habrían pasado volando.
Día 14 (Tallerista: Mónica Brasca)
Residencia de ancianos (por Moebius)
Esta mañana, una de nuestras más veteranas y estimadas huéspedes ha comunicado a la Dirección del centro que su esposo ha partido en un viaje imprevisto. Sus instrucciones han sido categóricas y expeditivas: Como las ausencias de su marido acostumbran a ser prolongadas, no facturar hasta nuevo aviso el hospedaje de D. Ulises Papadopoulos.
La señora Penélope también nos ha solicitado que nos ocupemos del traslado a su habitación de algunos enseres familiares, como un antiguo telar con todo el equipo de torno, bastidores, lanzadera y batán; además de hacer hincapié en que no aceptará recibir visitas de ningún intruso.
Regalos griegos (por Malvadisco)
Acompañada de un niño sucio y andrajoso, Penélope persigue a su marido para reclamarle el sustento. Ella hace circular rumores en los bares y prostíbulos: “Es un mal padre, no tengo ni qué darle de comer a mi hijo. Y las piernas de las mujeres se cierran, negándole el placer al incumplido padre. Con tal de que se marche, él le ofrece ricos presentes. De regreso en Ítaca, vestida y enjoyada, Penélope recibe como obsequio un enorme caballo de madera. En lugar de víveres, oro y vino, de él emerge un regimiento de soldados que viene a terminar con la verdadera causa del desabastecimiento: los abusivos pretendientes de Penélope.
Día 16 (Tallerista: Josep M. Nuévalos)
Penélope (por Circe)
Tras el regreso, la pasión colmó el hueco de los años de espera. Unas semanas después comenzó a añorar las largas conversaciones con la nodriza, los requiebros de los pretendientes, desperezarse en un lecho para ella sola... Lo que menos soporta son los dedos, el hormigueo, esa necesidad imperiosa de ponerse a tejer y a destejer.
Estratagema (por Malvadisco)
A escondidas, se enteró de los proyectos de su nuera: elegiría marido apenas le terminara la mortaja. Era la sentencia de muerte para el viejo. El tiempo y las batallas redujeron su antaño perfil griego a un nido de canas y huesos sobresaltados. Pero los vivaces ojos del halcón aún brillaban en el fondo del rostro agrietado. Todas las noches, mientras Penélope fornicaba, Laertes descosía el sudario.
Otro final (por Black Dot)
Su esposo se hizo a la mar un día y prometió volver. Así pasaron los años y lo siguió esperando. Quizás nunca regresaría, pensaban los pretendientes, y la mujer misma llego a dudar. Su cabello empezó a cambiar de color, la solidez de sus muslos, el brillo de sus negros ojos y hasta los hombres que tanto llegaron a codiciarla la empezaron a abandonar. Para su decepción, él no cumplió su palabra y jamás regresó.
Lo cierto es que cuando encontraron su cuerpo flotando con el ir y venir de las olas, pensaron que, aun en la muerte, Penélope quería encontrarse con su Ulises.
Día 18 (Tallerista: Carmen Simón)
Aguas del Leteo (por Malvadisco)
Lo rodearon en busca de noticias del otro lado del río. Anfimedonte se tomó el trago que le dieron y habló para la concurrencia: “Sabed los presentes que nosotros, los cien príncipes de Ítaca, pretendíamos a Penélope, la de las hermosas trenzas doradas. Nunca se negó al matrimonio, pero tampoco lo deseaba. Antes bien, nos obligó a permanecer junto a ella por 20 años, hasta la llegada de Ulises. Con diferentes ardides urdió la perdición y la negra Ker contra nosotros, sus pretendientes. Nos engañó con un telar y sus brillantes hilos, y fue como si cosiera nuestros ojos para que no viéramos que deshacía la labor durante la noche. Luego, cuando Ulises volvió disfrazado de mendigo, ella misma escondió las armas para que él pudiera matarnos uno a uno después del torneo de arquería.”
Y antes de que el agua lo hiciera olvidar, el alma de Anfimedonte contempló su propio cadáver clavado con una flecha. Luego se fundió con el resto de sombras en las cavernas del inframundo.
El amor platónico de Odiseo (por Gata Blues)
He ahí el gran dilema: de todos los cantos de sirena, el de Penélope es terrenal.
Día 20 (Tallerista: el aguila descalza)
Troyano (por Malvadisco)
Aquel bello joven apareció sobre el lecho de la reina y ella lo tomó como si procediera de algún designio divino. Pero fue su hijo Telémaco, quien había contratado al joven hermoso e infectado del mal de venus para que penetrara las defensas de la soberana, deterioradas por tantos años de soledad y acoso. Corrompida por la enfermedad venérea, Penélope no podría contraer nuevas nupcias y la sucesión recaería en su heredero Telémaco, futuro rey de Ítaca.
Tributo (por Black dot)
Hastiada de su labor, deja caer el estambre y las agujas. Su mente divaga hacia lugares familiares; el regazo de su amado, el pecho, sus brazos, las piernas firmes, sus nalgas como manzanas. Se recarga en su silla, y las manos que antes tejían la mortaja, ahora empiezan a trepar por sus muslos hasta donde encuentran ese botón que le arranca suspiros, le provoca humedades y estremecimientos. Sus dedos adquieren un ritmo. Sus labios repiten el nombre del amante ido tantos y tantos años atrás mientras ella rinde tributo al sensual Eros.
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Gral Macario Piedra
22 de May de 2017 / 17:55
22 de May de 2017 / 17:55
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