La Marina de Ficticia
MINIFICCIONES FINALISTAS DE NOVIEMBRE DE 2021

Tema: Recreando a los clásicos
Juez: Tomás del Rey, escritor español


Día 1
Tallerista: Carmen Simón

Irrupción tecnológica
Papalotl

–Hay que hacer algo–dijo Borges–. Parece La biblioteca de Babel.
–Es Un triste caso –añadió James Joyce.
–Peor aún. Es El llano en llamas –terció Juan Rulfo–. ¿Hacia dónde vamos?
–Me inquieta. Veo a Frankenstein: un engendro de parches y costuras –declaró Mary Shelley.
–Orgullo y prejuicio los ciegan –expresó Jane Austen–. ¿No ven que ya es el siglo XXI?
–Exacto. Es La máquina del tiempo. Así funciona ahora –opinó H.G. Wells.
–Además, parece ser Un mundo feliz –asentó Aldous Huxley.
–Sí, es increíble. Me siento como Alicia en el país de las maravillas: sorpresa tras otra –afirmó Lewis Carroll.
–Creo que el ser humano no quiere ser El hombre invisible. Investiga, se informa y expresa por todos los medios –externó H.G. Wells.
–Me das Grandes esperanzas –respondió Dickens–. Ojalá fuera cierto, pero hay mucha basura.
En tanto, un Arthur Rimbaud manifestaba:
–Espero que no ocurra un apagón digital. Sería como pasar Una temporada en el infierno.
–O Cien años de soledad –externó Gabo–. La compañía de los libros es insustituible.
–Es El proceso de cambio, La metamorfosis, una más –replicó Kafka.
–No, es La historia universal de la infamia –alegó Borges–. Es inaudito.
–Esto parece La divina comedia –intervino Dante–. Debatimos sobre lo inevitable.
–Amigos, olvidemos esto y juguemos Rayuela –interrumpió Cortázar–. Y luego les cuento unas buenas Historias de cronopios y de famas.

***

Al rescate
bebé

La aventura prometía ser muy interesante y redituable. Provisto del sofisticado artefacto que encontró en un bazar, viajaría por el mundo en busca de restos de los clásicos de la literatura. Unos cuantos cabellos, pedazos de huesos, uñas o dientes bastarían para recuperar el ADN de aquellos genios y duplicarlos. Los convencería con engaños para que escribieran nuevas obras, con la idea de apoderarse de ellas y publicarlas como suyas. Sería famoso.

Al cabo de unos meses se dio cuenta del fracaso. Lo más que consiguió fue que aquellos pobres vejestorios apenas se acordaran de lo que habían escrito y de contados pasajes. Algunos ni siquiera recordaban su nombre o se confundían con el propio y los de sus personajes. El caso más extraño fue el de aquel que, cada vez que empuñaba la pluma, le crecía la nariz.

***

La criatura del porvenir
Dino Sauri O.

A Próspero, quien se considera a sí mismo un tipo exitoso, buen deportista, navegante y asiduo lector, y en opinión de sus amigos, un digno ejemplar del hombre del futuro, no le es fácil olvidarse de tantos escritores, desde Homero y Sófocles hasta llegar a otros más recientes, como Juan Rulfo, García Márquez o Joanne Rowling. Tampoco de docenas de personajes, empezando por Odiseo, El conde de Montecristo, Macbeth o Gregorio Samsa hasta Pedro Páramo, Aureliano Buendía o Harry Potter. Todo el tiempo están presentes en su mente, en esa inmensa lista de pendientes que, por su patológica procrastinación, siempre ha dejado para mañana, y así poder leer cómics, jugar FIFA Soccer o Súper Mario Bros y navegar en Internet. Él confía en que si quiere saber algo de ellos, basta con una consulta en Google.

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¿Gata Flora?
Telares

—Pero mirá que nunca estás conforme, si es un candidatazo.

—Sí, pero…

—¿Qué es lo que no te convence? Tiene unos añitos más que vos, pero mejor, así te protege. Además, te da todos los gustos. Te llevó a vivir a su mansión, te tiene como una reina.

—Sí, pero hay algo raro. No quiere que entre en su escritorio y lo tiene siempre cerrado con llave. El otro día me vio cerca de la puerta y se puso muy nervioso.

—Y bueno, ¿para qué querés entrar ahí con todas las habitaciones que tenés?

—Hay otra cosa que me preocupa: la barba.

—Pero si no usa barba…

—Porque se la afeita. Pero cuando le crece, es azul.
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Día 2
Tallerista: Fernando Tamariz


En el mercado de libros
Pseudónimo

En tanto uno, con su ridículo cuello de encaje y la melena hirsuta, pregonaba con insistencia de Otelo, La fierecilla domada y Romeo y Julieta; procurando llamar la atención, otro, con bigote de villano de película, pipa en mano y un fastidioso aire de suficiencia, intentaba atraer clientes hablando con vehemencia de El ruido y la furia, Mientras agonizo y de La mansión. No lejos de ahí, un tercero, francamente impresentable y desaliñado, lo hacía de El señor de las moscas —que, a juzgar por su apariencia, seguramente lo acosaban—, Ritos de paso y Caída libre mientras un cuarto sujeto, más reservado pero algo excéntrico, no dejaba de alardear de El almuerzo desnudo, Queer y Nova Express. Aquello era un pandemonio. Por mi parte, yo tenía las cosas mejor organizadas y sin tanto aspaviento, anunciaba que En nuestro tiempo, Al romper el alba, París era una fiesta Al otro lado del río y entre los árboles; también que El río de dos corazones, Las verdes colinas de África y Las nieves del Kilimanjaro estaban en El Jardín del Edén, y que los Hombres sin mujeres y El viejo y el mar son Por quién doblan las campanas. Fue cuando entendí La importancia de llamarse Ernesto y no William, fuera Shakespeare, Faulkner, Golding o Burroughs. Quien se dio cuenta de eso, merece un Oscar.
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Día 3
Tallerista: Jorge Oropeza


Bucle
Chester Truman

... y entonces el escarabajo se convirtió en Kafka y comenzó a escribir “La metamorfosis”. Y ahí siguen.

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Ensalada rusa
Pitágoras

Vida y destino de Mashenka, La hija del capitán, quedaron registrados en el Diario de un joven médico, hoy conocido como el Doctor Zhivago, quien planea ya su Retiro. En él cuenta que ella provenía de Los bajos fondos a donde, sin saberlo, pronto regresaría. Describe cómo, tras escuchar durante las Veladas en un caserío de Dikanka sobre las hazañas de quien decían que era Un héroe de nuestro tiempo y conocer a Ivanov o “El jugador”, como solían decirle, consiguió que Un día en la vida de Iván Denísovich se convirtiera en varias noches en El jardín de los cerezos, un discreto hotelito sobre La avenida Nevski.

En uno de esos encuentros, El idiota le entregó El brazalete de rubíes que antes le había prometido a Ana Karenina, La madre de Lolita y de sus hijos. Esta, cegada por los celos y la rabia, contrató a Los hermanos Karamazov, responsables de La muerte de Iván Ilich y Tres muertes más, para que Crimen y castigo –si los descubrían–, no recayeran en ella. Después de La guerra y la paz que hoy acompaña a las Almas muertas de aquellos infortunados amantes, ellos escriben sus Memorias del subsuelo desde algún lugar a dos metros bajo tierra en el Archipiélago Gulag, bajo el manto de interminables Noches blancas mientras esperan La resurrección de Tolstoi, Dostoyevsky, Chéjov o algún otro autor que tenga la gentileza de ayudar a deshacer tanto enredo.

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Lector asiduo
Psycho

Al regresar a su casa, envió un correo con su queja formal al diario que leía todas las mañanas. Después de que vio en la primera plana la Crónica de una muerte anunciada, le parecía increíble que no se hubiera publicado nada sobre La muerte de Artemio Cruz, el acaudalado empresario y político que, desde días antes, era sabido que agonizaba.
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Día 4
Tallerista: Marcial Fernández


De la bohemia
Aarón

Pasó tanta hambre como corresponde a un poeta maldito de cualquier época. Cuando murió de inanición y un mecenas se decidió a publicar sus poemas, observaron que ya se los había comido todos. En sus cuadernos no hallaron ni las migajas de una coma entre las hojas en blanco.

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El amor en tiempos del Covid
Big Brother

Al enterarse de que el coronel no tiene quien le escriba, le envió una atenta carta para sugerirle que abriera una cuenta de correo electrónico, de Facebook o Whatsapp. Seguro que se pondrá feliz.

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Dos contra el mundo
Pancho Sanza

Lo conocí en un lugar de la mancha urbana que ni siquiera recuerdo. Su figura, más que triste, era deprimente a causa del alcohol y las drogas. Enloquecido, tiraba golpes y patadas al aire como si intentara librarse de una enorme telaraña o estuviera peleando contra fantasmas.

–Son artes marciales –me dijo al oído, como queriendo que guardara el secreto –. Hay que deshacer a los enemigos y dejarlos tuertos, o muertos.

Había visto tantas películas y series de televisión de narcos que había perdido la brújula, y en sus desvaríos, pretendía convertirse en un capo. Para ello –me confesó emocionado– contaba conmigo y me contrató. Dudé que pudiera lograrlo. Solo disponía de aquel Mustang blanco del que se vanagloriaba y que, a decir verdad, ya había visto pasar sus mejores días. Claro que en comparación, mi viejo Volkswagen, con el que a duras penas podía seguirlo en nuestras correrías, no era más que un burro.

Tiempo después, al cabo de mil peripecias que relataré en otra ocasión, a regañadientes, accedió a rehabilitarse en casa, donde pasó sus últimos días.

–Elemental, mi querido Pancho –me dijo poco antes de morir–. Es obvio que si no hubiera existido Cervantes, mi historia sería un bestseller.
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Día 5
Tallerista: Daniel Frini

El pasaje inédito de Holmes
Papalotl

Regresé de un breve viaje poco después de haberlo conocido. A la mañana siguiente me enteré por la prensa que Holmes había resuelto el extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, así como los asesinatos de la calle Morgue. De inmediato acudí a verlo, para preguntarle si era cierto y entregarle el paquete de tabaco que le compré.
Luego de agradecerme el obsequio con esa acostumbrada indiferencia tan suya, llenó la pipa. Tras encenderla y aspirar profundamente, me respondió:
–Elemental, mi querido Watson –dijo con su arrogancia habitual sin voltear, siquiera, a verme–, es tan falso como falso es que yo haya dicho o vaya a decir alguna vez esta famosa frase que, sin haberla pronunciado o pensar en hacerlo, todos me atribuyen.
–Si eso es cierto, ¿cómo es que ahora lo hace? –le cuestioné.
–No lo sé, pero no importa –repuso después de dar varias chupadas a su vieja pipa de palo de rosa–. Hay cosas que me intrigan más y ocupan mi cabeza. ¿Cómo dice que le llaman al tabaco que me regaló?
–Hachís, Sherlock. Me parece que así le dicen a ese tabaco en árabe. Lo conseguí en Marruecos con un mercader de nombre Moriarty.
–Mmmh, estupendo, soberbio… –exclamó mientras su mirada se perdía más allá del cielo raso de la habitación.
Sospecho que fue mi inocencia la que lo empujó a las drogas. Poco después ya andaba en amoríos con la cocaína y la morfina.

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La transición
Isishayo

Cuando intentó salir de su escondite, se quedó atorado.
«¿Qué me habrá pasado?», se dijo. «¿Será que me estoy volviendo viejo y torpe?»,
Con dificultad reculó para ver, sorprendido, cómo aquellos extraños y enormes pies rosados, que emergían al extremo del caparazón, se lo impedían.
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Día 6
Tallerista: Daniela Truman


En busca del tiempo perdido
Serpico

Navegó por todos los mares en compañía de Odiseo y el capitán Nemo, persiguió a Moby Dick, rescató a Helena y vio morir a Aquiles. Más tarde cabalgó con don Quijote, aconsejó a Hamlet y le llevó cigarrillos a Dimitri Karamazov a la cárcel. Cerca de la medianoche le mandó cartas al coronel y envió un arreglo de flores a Avellaneda luego de viajar de la tierra a la luna. Ya era tarde y al día siguiente tenía que levantarse temprano. Apagó la luz, y mientras en la pantalla de la computadora de desdibujaban los rostros desconcertados de Molière, Quevedo y Borges, se escuchó la voz de Cortana decir: "Tal vez mañana tengan suerte y los encuentre en Google. Felices sueños".

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Epitafio
Enigmática

¡Por Zeus, si muero, que no me haga prometer lo que no voy a cumplir¡

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El rijoso y algo más, don Chicote de la Cancha
Pancho Sanza

“Érase un hombre a una afición pegado, érase una afición superlativa, érase aquel que se quedaba sin saliva… “

Aqueste gentilhombre no podría tener profesión más noble que ser cronista deportivo de una televisora. Comía, vestíase y viajaba gracias al fútbol. Cual balón en el aire, su vida giraba alrededor de y merced a las patadas, en grado tal que el pobre hidalgo extravió el juicio. Convencido estaba de poder componer el mundo y conseguir que el balompié recuperase su esencia, que fuese jugado con honor y valentía, como genuinos caballeros en buena lid, con el corazón por delante, y no la bolsa o la fama.

Es pues de saber que a este sobredicho hidalgo lo conocí en un lugar de la cancha de cuyo nombre no quiero acordarme, días antes de una atrevida incursión en el Nou Camp, de donde salió huyendo, y yo detrás de él. Perseguidos por los jugadores de ambos equipos, los técnicos, el árbitro, abanderados y noventa mil fanáticos enfurecidos, salvamos el pellejo de milagro; no así la ropa, que fue quedando detrás en el camino para correr ligero y llegar indemnes a Zaragoza. Desde ahí, ocultos en una furgoneta, viajamos hasta Bilbao para embarcar, arropados por el manto del anochecer.

Una vez a salvo en Myanmar, donde dejaron de seguirnos, olvidó aquellas ideas por obra del Prozac y abrazó una nueva causa más digna: la defensa de los perseguidos musulmanes rohingyá.
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Día 7
Tallerista: Julia Ortega


Diálogo en la playa
Posdata

–¿Quo vadis?
–Al faro, a ver Las olas.
–¿Con El torrero de El faro ?
–No, con La señora Dalloway. Luego, pasaré Noche y día con Orlando hasta el Lunes o martes en Una habitación propia en La casa encantada. El viernes, después de recoger unas piedras, planeo estar en el río Ouse.
–¿En la orilla soleada?
–No, Bajo el agua, si Marisa Reichardt o Ethel Krauze me dan permiso.

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Prohibido abrir los ataúdes llenos

El último conferenciante abordó el tramo final de su discurso:

—Como diría nuestro Presidente de Honor Vlad Tepes III “Cuando soy débil os reclamo la Libertad en nombre de vuestros principios; cuando soy fuerte, os la niego en nombre de los míos”.

Un aplauso cerrado acogió sus palabras. El CXXIV Congreso de Vampirología estaba a punto de finalizar y en el estrado, el ponente desgranaba su conferencia ante un público entregado.

— Y recordad: Para los mortales y para cualquiera que lo piense un poco, resulta mucho más repugnante y criminal comerse un huevo. Así que, los vampiros debemos sentirnos orgullosos y tener la conciencia tranquila. Ser vampiro requiere un compromiso a largo plazo e implica mantener viva una gran esperanza.

El auditorio se puso en pie lanzando vítores.

— Hemos conseguido que el Senado acepte nuestra enmienda y a partir de hoy, la violación de un ataúd se considerará un ataque a la propiedad privada.

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Suicídese si quiere
Volkandert

En un viaje por el tiempo, la novela autobiográfica "Memorias de un aspirante a suicida" del renombrado escritor Fes-ho Tu'mateix narra su encuentro con Yocasta y Ayax, luego con Romeo y Julieta, Werther y "Los amantes suicidas de Sonezaki". Más tarde con Virginia Woolf, Ernest Hemingway y Alfonsina Storni. Algunos kamikaze japoneses y yihadis musulmanes lo acompañan, guiándolo en su camino para entender sus motivos. En un dramático desenlace, es empujado –en términos coloquiales– para bajarse del avión en pleno vuelo. Concluye diciendo que el suicidio no es una renuncia ni una claudicación, sino la manifestación suprema de la libertad del individuo. Para mí, que padezco aerofobia y acrofobia, me parece algo improbable y malo en extremo: una mala idea y una mala broma, porque no existen tal obra ni su autor.
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Día 8
Tallerista: Dolores Díaz A. (“Tequila”)


En familia
Pi

Desde el interior se escuchan los gritos de protesta. Afuera está Alonso Quijano al lado de los débiles y oprimidos, abanderando una causa que cree justa. Desafiante, esgrime su espada contra el enemigo común, atrincherado en aquella fortaleza inexpugnable. A su vera están desde Odiseo hasta Artemio Cruz, acompañados por Hamlet, Jean Valjean y Edmundo Dantès. Otros, como Elizabeth Bennet, Dorian Gray, Ángela Vicario y Pedro Páramo, secundaban a sus colegas que reclaman regalías a quienes cobraron fama –y dinero– a sus costillas.

–Hombres necios que acusáis al escritor sin razón, sin ver que en esta ocasión, da lo mismo si gritáis –vocifera un encolerizado Cervantes que asoma por una ventana del Club de Escritores.

–Momento, eso es plagio; o al menos un intento, don Miguel –lo detiene Juana de Asbaje dando un salto–. Camorra no busquéis, que algún día la encontraréis –añade.

–Tranquilícense todos; también usted, sor Juana –exige Sófocles, uno de los decanos–. Váyanse a descansar que mañana será otro día. Recuerden que cada año hacen lo mismo estos malagradecidos: vienen, gritan unas horas por estas fechas, pintarrajean las paredes y luego, desaparecen.

–Cierto –interviene Camilo José Cela–. Hay otros asuntos más importantes de que ocuparse.

–Como el de los plagios –irrumpe desde un oscuro rincón Carmen Formoso–, ¿verdad, señor Cela?
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Día 9
Tallerista: Lucía Casas Rey


Los hechos verdaderos
bebé

A petición de mi amigo Roderick, que estaba enfermo, fui a pasar unos días a su casa. Tuve un mal presentimiento cuando llegué. Aun cuando todo parecía extrañamente normal, no era necesario ser vidente, arquitecto o ingeniero para darse cuenta de que aquella construcción se derrumbaría al primer estornudo. Ni siquiera eso ocurrió. Cuando accioné el pesado llamador de la puerta, se vino abajo estrepitosamente.

“Y a mis pies, el profundo y corrompido estanque –a su alrededor– se cerró sombrío, silencioso, sobre los restos de la casa Usher”… y sus moradores, debo aclarar. Sin nada que pudiera hacerse, di la media vuelta y regresé por donde vine. Imagino que la historia fantástica que Edgar relató habría ocurrido si yo hubiese tocado el timbre.

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Incidente en el mar
Pitágoras

Tras una breve persecución, encolerizado, Nemo abordó aquel buque y exigió ver al capitán.
—Soy yo, Ahab —respondió un viejo que apareció un minuto después—, ¿qué se le ofrece?
—Se me ofrece que me dé una explicación, estúpido. ¿Qué cree que está haciendo? —preguntó alzando la voz.
—Lo que cualquier capitán de un ballenero hace: cazar ballenas; yo, a esa desdichada asesina blanca. ¿Y usted?
—¿Ya vio lo que acaban de hacer?
—Lamento decirle que nada extraordinario, solo disparar el arpón.
—Justamente, pedazo de animal. Acaba de abollarlo, estropear la pintura y hacerle un boquete de un metro al Nautilus. ¡Recién lo recogí hoy del taller!
—¡Arponero!... ¡Queequeg! —gritó el capitán—, me parece que aquí te busca este fino caballero.
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Día 10
Tallerista: Carlos Bortoni (en sustitución de Tomás del Rey)


Secuela
Pseudónimo

Mientras volaba sobre la jungla, mi avión se averió y tuve que hacer un aterrizaje de emergencia. Por suerte encontré un claro a lo largo de un río. La primera noche dormí sobre la arena de la ribera, a cientos de kilómetros del poblado más cercano. Los extraños ruidos en los alrededores me hacían sentir peor que si hubiera naufragado en medio del océano. Habría preferido caer en el desierto. Al amanecer, una vocecita que sonaba familiar me despertó:

–¡Por favor... píntame un cordero!
–¿Eh?
–¡Píntame un cordero!
–No, definitivamente no –contesté de mala gana mientras buscaba una hoja–. La vez pasada fue un triunfo lograr que alguien creyera mi historia. En esta ocasión dibujaré un cohete para que regreses en él y no vuelva a verte. Toma; más te vale que sepas volarlo. Au revoir

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El recreo
Gesel van God

Mientras estaba esperando a Godot, me asomé al patio. Era necesario hacerlo a cada rato para evitar una tragedia. El pequeño Homero jugaba a la odisea con otros dos chicos: Sófocles y Virgilio. Entretanto, Séneca le escribía cartas a Lucilo, sentado a la sombra de un árbol. Más allá, Julito Cortázar, Mario Benedetti y Miguelito Asturias jugaban rayuela. Al fondo distinguí a Bram Stocker, a quien Albertico Camús llamaba "el extranjero", persiguiendo a Víctor Hugo y a León Tolstoi con unos colmillos postizos y una capa de Drácula. Todo parecía normal en aquel maremágnum de cabezas inquietas, que a diario tramaban nuevas historias y aventuras, esperando la mala hora de regresar a clase. Al percatarme de que Paco Quevedo y Luisillo Góngora habían llegado a las manos otra vez, salí para separarlos cuando Gabo entró apresurado, atropellándome y diciendo: “solo viene a hablar por teléfono”. Al preguntarle a quién llamaba con tanta urgencia, respondió: “A los bomberos: Juanito Rulfo le prendió fuego al llano detrás de la escuela”. En eso apareció Borges argumentando que todo eran ficciones, que según el informe de Brodie, como solía decirle a su amigo Bioy Casares, había sido el inquieto Ray Bradbury quien, como poseído, atizaba una pira de libros, justo al pie de la ventana de la biblioteca.

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El bosque cifrado
Aarón

Todo el mundo comenta en voz baja lo mucho que han cambiado las cosas en el bosque de Sherwood. Los primeros en montar un negocio en la fronda, junto al lago, fueron el señor y la señora Feroz, que administran con éxito una Residencia para abuelitas. Casi al mismo tiempo, Bella abrió una exclusiva clínica-resort, para aplicar las últimas técnicas del sueño. Blancanieves se separó del Príncipe, volvió con los 7 –hay quien asegura que nunca dejó de verse con ellos- y han montado un after con una reputación más que dudosa; Dr. Jekyll y Mr. Hyde, por fin aparcaron sus diferencias, y dirigen juntos una carnicería. Ahora, Robin y sus neocons, no sólo roban al pobre para dárselo al rico, sino que además te quitan la bolsa y la vida.

Por eso, Gretel y yo tomamos un loft en Manhatan. Al menos, en este bosque los caminos están numerados. ¡No son tiempos para desperdiciar miguitas de pan por el suelo!
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Día 11
Tallerista: Carlos Bortoni


Los clásicos
Pi

El viejo, doctor en letras y decano de la Universidad habría deseado que la tesis de su hijo versara sobre Quevedo, Cervantes o el Arcipreste de Hita. Incluso habría aceptado autores más cercanos como Paz, Rulfo, Cortázar, Borges o García Márquez. Pero, decepcionado, hubo de conformarse con leer acerca del Ford T, el Rolls Royce Phantom, el Mercedes Benz 300SL, el Aston Martin DB5 de las películas de James Bond y otros clásicos. ¿Qué más podía esperar de ese tarambana que estudió mecánica automotriz?

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Simbolismo
Simbad

Salió del clóset enfundado en una botarga de escarabajo. Así se ahorraba explicaciones.
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Día 12
Tallerista: José Luis Sandín (“El águila descalza”)


Espejismo
Pseudónimo

Abandoné mi mundo para conocer otros. Hacia el final del viaje me topé con un vagabundo en el desierto, quien me contó una historia inverosímil de un pequeño príncipe venido de no sé dónde. Creo que el sol y la deshidratación ya le habían afectado la cabeza. "Miralo bien" me dijo al entregarme un papel arrugado en blanco, donde aseguraba que había dibujado una caja con un cordero adentro. "Lo esencial es invisible a los ojos" agregó antes de que su silueta se perdiera en el brillo acuoso de las dunas.
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Día 13:
Tallerista: Laura Elisa Vizcaíno

Escuela de Robinsones
Murata

A Godfrey Morgan le llamó la atención el anuncio en el periódico: la elitista institución, establecida en Glasgow, ofrecía un atractivo curso de verano. El paquete comprendía un viaje por los mares del sur, tormenta, naufragio e isla solitaria privada, con room service, propinas y el indispensable aborigen propio incluidos.

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Así se escriben historias
Moebius

Helena se encargó de enfrentar a griegos y troyanos. Tarpeya entregó la ciudadela de Roma a los sabinos. Eva sedujo al inocente Adán. Pandora, con su curiosidad, provocó las plagas para el cuerpo y las penas para el alma de los humanos. Medea fue capaz de matar, por celos, a sus propios hijos y así vengarse de Jasón. Lady Macbeth incitó a su marido a cometer regicidio y a convertirse en tirano. La Malinche fue la traidora y culpable de la derrota de los aztecas. La Cava, entregó España a los musulmanes. Y lo peor de todo, Yoko Ono separó a los Beatles.
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Día 14
Tallerista: Mónica Brasca


Diez mil y una
Rudolf

Hace años que el rosa abandonó sus mejillas y que el viejo zorro de Shariar, que ahora confía plenamente en ella, se quedó sordo y casi no puede escucharla. Aun así, en cuanto el anciano se duerme, Sherezade sale a hurtadillas del palacio. A cambio de unas monedas recoge historias, frescas y jugosas, en las tabernas donde beben los marineros recién desembarcados; en los burdeles de donde sueñan escapar las muchachas; en las puertas del mercado, donde las campesinas extienden sobre gastados trozos de lona un puñado de dátiles, dos docenas de hojuelas o una cántara de miel. Con ellas alimenta lo que fue su salvación y ahora es su condena: la pasión por contar.

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Celestina de libre albedrío
Aarón

La vieja pelleja se siente ya muy mayor para andar trasteando con sus potingues arriba y abajo por la tragicomedia del bachiller Fernando de Rojas.

Se duele de los muchos actos que tiene la obra y de ir trotando de página en página con su carromato cargado de peines, ovillos, perfumes y hierbas para el mal de amores. Sobre todo para que se lleven la fama esos descerebrados, Calisto y Melibea —piensa—, que ni tan siquiera aciertan a dominar sus apetitos y calenturas. No, ella ya no tiene el cuerpo para tanto galope, necesita algo que esté más a su altura.

Por contactos de aquí y allá, le llegan noticias de otra obrilla en una estantería superior donde, a buen seguro, podría mercadear sus servicios con mayores holguras. Conforme se va acercando, escucha la doliente voz que surge desde el abismo interior del libro:

—“Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta”.

Su olfato de alcahueta le dice que, para aquel menester, no le harán falta andadores. Y, mientras golpea en el portal de la comitragedia, va hincando sus colmillos entre aquellas palabras que anticipan los banquetes que la esperan a libro abierto.

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La verdadera historia
Simbad

Después de años de robar a los poderosos para repartir el botín entre los desposeídos, Robin Hood se dio cuenta de su error. Por más que hacía, los potentados eran cada vez más ricos, los pobres seguían en la miseria y, encima de ello, eran más, pues se reproducían como conejos. Los números no le cuadraban.

Con ayuda de Lady Marian, Tuck y otros a quienes pudo convencer, se dedicó a fundar escuelas, a establecer talleres y fábricas, además de crear la primera clínica de control natal. Al retirarse a su granja porcina, ya se había convertido en el más destacado pequeño cerdo capitalista de la comarca de Nottingham.
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Día 15
Tallerista: Carmen Simón (en sustitución de Patricia Mejías)

El sutil y delicado arte de sospechar
P. Razo

Los planes estaban en marcha aquella noche de carnaval. Luego de encontrar a Montresors entre la multitud y hablar del amontillado que había conseguido, fuimos hasta el palazzo. No obstante que su actitud me pareció vacilante y extraña, proseguimos hasta el sótano donde, supuestamente, estaba aquel barril. Antes de continuar, bebimos algo que encontramos por ahí hasta embriagarnos. Aproveché un descuido suyo, lo encadené al muro del fondo de un gran nicho y empecé a levantar la pared con piedras y mortero. Mientras se esforzaba por zafarse, entre sorprendido y furioso, sus gritos resonaban en la oscura oquedad: “¡Lo sabía. Eres un maldito traidor y mal amigo!”

Solo restaba la última hilera para concluir el tapiado, cuando apenas alcancé a escucharlo gemir: “Por Dios, Fortunato. ¿Quién demonios te previno?".
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Día 16
Tallerista: Josep M. Nuévalos


La previsible y breve historia de la cándida Eréndira y su abuela descarriada
Pitágoras

Años le tomó a la inocente niña darse cuenta de que ella era el señuelo para hacer que los incautos lobos acudieran a esa casa en el bosque, donde florecía aquel próspero negocio de carne y pieles regentado por la abuela y su amante, el leñador.
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Día 17
Tallerista: Carlos Martín Briceño


Encantamiento
Dorotea

Fue atravesarse en su camino aquella potranca alazana y comenzar a seguirla, ardoroso, por los ásperos riscos de Sierra Morena con un trote tan infernal que terminó dando con los malhadados huesos de su jinete en el suelo.
-Deténgase, señor Rocinante, deténgase -rebuznaba el buen rucio que lo seguía-, que ni se llama Apuleya, ni es jaca, sino cabra montesa aquella que os turba los sentidos.

Mientras acudía en socorro de su señor, cruzaba Sancho con su cabalgadura una mirada de paciente complicidad.

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Legado clásico
Enigmática

No es el empirismo de la clase obrera lo que descabala mi juicio interpretativo: si Elena es la mujer más hermosa, que venga dios y lo vea.

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El cónclave
Pitecantropus

La familia, reunida en el comedor, discutía sobre el futuro de Gregorio mientras él dormitaba.
–Me parece que deshacernos de él sería inhumano –dijo el padre en voz baja.
–Tanto como dejarlo morir –opinó la madre.
–Y muy cruel si lo abandonásemos a su suerte en una alcantarilla –interrumpió su hermana.
–¡Ya lo tengo! –exclamó con entusiasmo el primero– ¿Qué les parece si lo alquilamos a un circo o a un zoológico? Tendría techo, comida y alguien que lo cuide. Es lo más indicado y piadoso.
–¡Eso es! –dijo su esposa dando un salto de alegría– Con lo que nos paguen, se sentirá útil ayudando a mantener a la familia, ¡y habrá otro cuarto para alojar a nuevos huéspedes!
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Día 18
Tallerista: Elisa Armas


Condenado
Pi

Es una suerte que aún estén con vida, porque la extraña y contagiosa enfermedad se extiende con rapidez. En poco tiempo no quedará ningún Gregorio; tampoco Sherlocks, Aurelianos o Pierres Menard. Sobrevivirán los fuertes, resistentes y rudos, al estilo del hombre de acero o Batman, los audaces y agraciados con poderes como Harry Potter y los villanos que ahora son la moda. En estas circunstancias, sospecho que yo, que tantos hombres he sido gracias a ellos; yo, Claudio, Odiseo, Hamlet u Oliver, estoy condenado a quedarme sin qué leer. Estos virus de la tecnología y el consumismo, que son más destructivos que los rayos cósmicos, los están diezmando y haciendo obsoletos.
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Día 19
Tallerista: Paola Tena


Sueño de una noche de verano
Pingüino

Poco después de que alguien tomara un libro del estante, Romeo reclama airadamente a Macbeth por golpearlo en la espalda sin motivo. Mientras alegan, Otelo se aproxima a Julieta con evidentes intenciones de conquista. Romeo da un salto, lo amenaza y discuten. Al oír el alboroto, Hamlet se acerca para mediar en el conflicto, en tanto que Macbeth aprovecha para ocultarse tras una cortina. Cuando advierte que algo se mueve, Julieta grita: “¡una rata!”; Romeo clava la espada varias veces y Macbeth cae. Hamlet ataca al homicida al ver el cadáver y mata a Mercurio que había acudido en su auxilio. Julieta y Ofelia, quien fue a ver qué ocurría, se desmayan.

Romeo lucha con el asesino de su amigo, y en la trifulca, a la que se suman otros, hiere a Teobaldo en un ojo. Obnubilado, este hinca su espada en el bulto que tiene enfrente, que resulta ser Polonio, quien fue a reanimar a su hija Ofelia. Agonizante, exclama: “Ser o no ser”, y armado de valor —y dos pistolas— dispara, fulminando a Teobaldo y a Hamlet que está a su lado. Cuando se calma la tempestad, Julieta y Otelo desaparecen con ayuda de un mercader veneciano, y Romeo, un tanto desilusionado, divisa a Ofelia, quien le sonríe. Mientras cruzan miradas, el rey Lear reaparece y ocupa su sitio entre aquellos libros que, deshojados y maltrechos, quedan en espera de otra agitada noche de acción, aventura y romance.

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Lobo- hombre
Marjorie

No fue la luna repentina, sino su tenacidad, la que poco a poco lo transformó. Ha debido lijarse los colmillos, renegar de sus congéneres, reprimir su instinto feroz. Por amor abandonó la oscuridad y trabajó día a día para que a ella nada le faltara. No entiende que tanto esfuerzo haya encontrado el rechazo de Caperucita. Que no quiere volver a verlo —le ha dicho despectiva—, que no es el mismo que la enamoró, que ha perdido la rabia salvaje que tanto la atraía.
Lobo merodea alrededor de su antiguo hogar como un perro que añora las caricias del ama. Aunque ella debería empezar a temerlo. Porque recuperar la propia naturaleza es más sencillo y esta noche, precisamente, es plenilunio.

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Los tropiezos de un hombre de letras
Simbad

Mientras más escribía acerca de cronopios y de famas, se acrecentaba el presentimiento de que algo inusual ocurriría. Al escuchar ruidos en el exterior y asomarse por aquella “o” que servía de mirilla, supo que era demasiado tarde. Unos siniestros signos de interrogación, a quienes tanto temía, ya habían traspasado la reja formada por una larga fila de haches, y estaban frente a su puerta. Aunque la había reforzado días antes, al igual que los ventanales, con una equis de arriba abajo, no tardarían en derribarla con sus dudas y preguntas, armados con los signos de admiración que esgrimían a manera de cachiporras. De inmediato corrió a la parte de atrás donde, con ayuda de una jota, forzó la ventana del patio y la sostuvo con una horquilla en forma de ye antes de escabullirse. Describiendo una hipérbole, dio un salto a la casa vecina y dobló hacia la Avenida de la Ortografía. Varias comas en su camino lo forzaron a ir más despacio y un punto lo obligó a detenerse. Tras ocultarse dentro de unos paréntesis prosiguió con rumbo a la Plaza de la Gramática, donde tomaría un coche de alquiler para huir de sus perseguidores. Al mirar hacia donde los autos deberían estar estacionados, sintió que el mundo se le venía abajo. ¿Había equivocado el camino? Frente a él, cerca de los árboles, había un vistoso letrero que rezaba: “Parque Sintaxis”.

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El último cuento de la abuela
Gesel van God

“La ciudad y los perros dormían aún cuando Mary salió para llevar galletas a su abuela enferma. Un lobo con piel de oveja le salió al paso y, tras preguntarle su destino, ofreció ayudar. ¿Recuerdas “Mary has a little lamb”? Pues era ella, la de la canción, y como tenía una ovejita en casa no sospechó. Pero aquel debajo del vellocino de oro era el lobo de Wall Street, un viejo lobo de mar astuto y mañoso que la mandó hasta el Bronx. Él tomó un atajo y llegó primero. Al verlo, Pedro, un pastor que predicaba por ahí, dio la alarma, pero nadie le hizo caso y terminó en las tripas de la bestia, indigestándola. Al escuchar ruido, la abuela llamó a los hermanos de Arville, valientes cazadores que llegaron raudos con fanfarrias y torretas encendidas. Cuando oyó el dulce canto de las sirenas, se sintió aliviada; tomó el abrigo de pieles, su bolso de cuero de ñu para ir de compras y a comer pollo en Joe’s.

Ellos fueron tras el lobo, y en la persecución, una enorme rama golpeó la cabeza de Francisco y murió. Pero su hermano Juan, fuera de sí, lo acorraló, ahorcándolo. Por eso la viuda del muerto educó a sus hijos y nietos, haciéndolos repudiar la cacería. Desde entonces, sus descendientes estamos convencidos de que maltratar a los animales, o matarlos, no es algo digno de celebrarse. El hombre es más peligroso”.

A la mañana siguiente encontré la nota de los secuestradores sobre su cama.
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Día 20
Tallerista: José T. Espinosa-Jácome (“El último Abencerraje”)


Cena ligera
Moebius

Esta noche viene a cenar Aquiles. Como siempre, le obsequiaremos con su plato favorito: Sopa de tortuga.

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El hijo del hombre invisible
Isishayo

Aun cuando lo intentó, le ocurrió lo mismo que a Juan Preciado: no pudo ver la cara de su padre.

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Bitácora personal
bebé

Es discutible que me haya enamorado de la hija del director, que no es ni remotamente hermosa, pero era la única mujer con quien, vía Zoom, tuve contacto durante varios meses. También es aventurado decir que yo escuchara hablar a los perros, aunque sé que ellos sí me entienden. Y es falso afirmar que tuviera aspiraciones al trono de España. Con un presidente, diputados, senadores, el tribunal constitucional y tanta politiquería, es imposible gobernar bien. Me conformaría con ser el presidente chino.

Lo que no niego es que escribí un diario con decenas de minificciones que, más que eso, son minirealidades que dan cuenta de lo vivido durante la cuarentena y de cómo el encierro ataca a la mente cual virus a los pulmones. Sin embargo, después de leer a Gogol, me invade una profunda paz interior. Es tranquilizante saber que, después de todo, no estoy tan loco como mis historias dan a entender.

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Allende el páramo
Humo blanco

«El paisaje era muy distinto a como lo imaginó cuando se acercaba al pueblo a buscar a quien su madre le dijo que había sido su padre. Una ancha autopista, rodeada de un mosaico multicolor de bosques y campos de cultivo, conducía a él. Paralela a ella, corría un moderno monorriel que transportaba turistas sonrientes, pobladores felices y bonanza en ambas direcciones. El letrero que coronaba el enorme arco a la entrada lo dejó sin habla: “Bienvenido viajero, Comala te espera con los brazos abiertos” ».

De inmediato cerró el libro. No podía permitir que esa otra obra de Pierre Menard le hiciera olvidar la belleza de la desolación que pintó Rulfo.

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¿Arde París?
Pseudónimo

Los bomberos llegaron por la Rue Gabrielle al sitio del reporte cuando el siniestro ya se había iniciado. La silueta de un individuo se ocultó entre las sombras detrás de los árboles. A una imperceptible señal del capitán Marcel Ardent, dos de sus hombres se escurrieron por detrás a ambos lados. No había que dejar cabos sueltos. Podía tratarse de un simple curioso, pero también de un fanático o un terrorista y corrían peligro. Tomaron por sorpresa al sujeto y lo llevaron ante su jefe mientras, frente a ellos, toda una manzana del barrio de Montmartre ardía.

–Por favor no me hagan daño, soy inocente –chilló hecho un ovillo a sus pies–. Simplemente cumplí con mi deber ciudadano.
–¿A qué te refieres? –preguntó Ardent mientras los números cuatro, cinco y uno en su casco resplandecían frente a las llamas.
–A que fui yo quien hizo la denuncia por teléfono.
–¿Y quién inició el incendio?
–Yo mismo también.
–¿Sabes que eso va contra la ley y se llama usurpación de funciones? Nosotros somos los únicos autorizados para quemar libros.
–Lo sé, pero no podía quedarme con la curiosidad. El título de ese libro era muy sugerente.
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Coordinación de la Marina 2021.
16 de December de 2021 / 11:47
MINIFICCIONES FINALISTAS DE NOVIEMBRE DE 2021 16 de December de 2021 / 11:47
Coordinación de la Marina 2021.
 

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