Irrupción tecnológica
Papalotl
–Hay que hacer algo–dijo Borges–. Parece La biblioteca de Babel.
–Es Un triste caso –añadió James Joyce.
–Peor aún. Es El llano en llamas –terció Juan Rulfo–. ¿Hacia dónde vamos?
–Me inquieta. Veo a Frankenstein: un engendro de parches y costuras –declaró Mary Shelley.
Orgullo y prejuicio los ciegan –expresó Jane Austen–. ¿No ven que ya es el siglo XXI?
–Exacto. Es La máquina del tiempo. Así funciona ahora –opinó H.G. Wells.
–Además, parece ser Un mundo feliz –asentó Aldous Huxley.
–Sí, es increíble. Me siento como Alicia en el país de las maravillas: sorpresa tras otra –afirmó Lewis Carroll.
–Creo que el ser humano no quiere ser El hombre invisible. Investiga, se informa y expresa por todos los medios –externó H.G. Wells.
–Me das Grandes esperanzas –respondió Dickens–. Ojalá fuera cierto, pero hay mucha basura.
En tanto, un Arthur Rimbaud manifestaba:
–Espero que no ocurra un apagón digital. Sería como pasar Una temporada en el infierno.
–O Cien años de soledad –externó Gabo–. La compañía de los libros es insustituible.
–Es El proceso de cambio, La metamorfosis, una más –replicó Kafka.
–No, es La historia universal de la infamia –alegó Borges–. Es inaudito.
–Esto parece La divina comedia –intervino Dante–. Debatimos sobre lo inevitable.
–Amigos, olvidemos esto y juguemos Rayuela –interrumpió Cortázar–. Y luego les cuento unas buenas Historias de cronopios y de famas.
Al rescate
bebé

La aventura prometía ser muy interesante y redituable. Provisto del sofisticado artefacto que encontró en un bazar, viajaría por el mundo en busca de restos de los clásicos de la literatura. Unos cuantos cabellos, pedazos de huesos, uñas o dientes bastarían para recuperar el ADN de aquellos genios y duplicarlos. Los convencería con engaños para que escribieran nuevas obras, con la idea de apoderarse de ellas y publicarlas como suyas. Sería famoso.

Al cabo de unos meses se dio cuenta del fracaso. Lo más que consiguió fue que aquellos pobres vejestorios apenas se acordaran de lo que habían escrito y de contados pasajes. Algunos ni siquiera recordaban su nombre o se confundían con el propio y los de sus personajes. El caso más extraño fue el de aquel que, cada vez que empuñaba la pluma, le crecía la nariz.

La criatura del porvenir
Dino Sauri O.

A Próspero, quien se considera a sí mismo un tipo exitoso, buen deportista, navegante y asiduo lector, y en opinión de sus amigos, un digno ejemplar del hombre del futuro, no le es fácil olvidarse de tantos escritores, desde Homero y Sófocles hasta llegar a otros más recientes, como Juan Rulfo, García Márquez o Joanne Rowling. Tampoco de docenas de personajes, empezando por Odiseo, El conde de Montecristo, Macbeth o Gregorio Samsa hasta Pedro Páramo, Aureliano Buendía o Harry Potter. Todo el tiempo están presentes en su mente, en esa inmensa lista de pendientes que, por su patológica procrastinación, siempre ha dejado para mañana, y así poder leer cómics, jugar FIFA Soccer o Súper Mario Bros y navegar en Internet. Él confía en que si quiere saber algo de ellos, basta con una consulta en Google.

¿Gata Flora?
Telares

—Pero mirá que nunca estás conforme, si es un candidatazo.

—Sí, pero…

—¿Qué es lo que no te convence? Tiene unos añitos más que vos, pero mejor, así te protege. Además, te da todos los gustos. Te llevó a vivir a su mansión, te tiene como una reina.

—Sí, pero hay algo raro. No quiere que entre en su escritorio y lo tiene siempre cerrado con llave. El otro día me vio cerca de la puerta y se puso muy nervioso.

—Y bueno, ¿para qué querés entrar ahí con todas las habitaciones que tenés?

—Hay otra cosa que me preocupa: la barba.

—Pero si no usa barba…

—Porque se la afeita. Pero cuando le crece, es azul..
Carmen Simón
01 de December de 2021 / 12:03
Selecciones día 1 NOVIEMBRE 01 de December de 2021 / 12:03
Carmen Simón
 

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