Gracias, Darwin por Murata

Con el tiempo encontré que casi todo es útil. A mi paso, cosecho cordeles, trozos de lámina, vidrios, alambres o alcayatas por la calle en el viejo carrito de supermercado, al tiempo que de cuando en cuando siembro un poco de ese miedo primigenio, tan elemental en la conservación de la especie, que la vida urbana nos robó. Hasta una estaca de madera funciona para hacer valer aquellas leyes naturales que dictan la prevalencia del más apto, como la que dejé clavada en el pecho de la mujer que intentó robar mi preciado arsenal.


Ascenso al trono, por Pseudónimo

Mi larga lucha contra las fuerzas del mal desde la oscuridad del anonimato me hizo notorio y hasta popular. Luego de varios años de penurias en las sombras, la justicia se impuso para dar paso a mi redención, y cuando el reloj de la torre marcó la hora con solemnidad, llegaron por mí para conducirme, como ordena el protocolo, hasta el trono que merecía por mis acciones. Satisfecho, sonreí a la selecta audiencia congregada en el salón antes de tomar posesión del solio. Me colocaron los brazaletes y la corona fue ceñida sobre mi cabeza. En ese instante crucial tuve la visión reveladora de que solo muerto podrían sacarme de ese lugar. Más adelante lo confirmé, cuando el celador accionó el interruptor y sentí la descarga. El médico legista tendría el privilegio de expedir el certificado respectivo poco después.

Breve autobiografía, por Melón

En realidad, hay poco qué decir sobre mi vida que no se haya dicho ya, excepto que era doblemente abrumadora. Cada mañana, al despertar, tenía que deshacerme de un cadáver más traído por el señor Hyde.

Líquido vital, por Black Dot

Los cuerpos de agua me han llamado la atención desde pequeño. Nada permanece igual. Siempre cambiantes los ríos son una serpiente que se mueve desde el día primigenio y seguirán haciéndolo hasta el dial del juicio. En ellos he puesto mi fe. En sus entrañas liquidas todo se descompone rápido. Florecen en ellos enjambres de moscas y gusanos que se reciclan a sí mismos y a los restos en una metamorfosis macabra. Los organismos se hinchan, revientan. Por ello, en el agua deposito los cuerpos de mis víctimas y toda mi confianza de no ser capturado.

El DDT, por Big Brother

Desde niño aprendí que era preciso matar arañas, cucarachas y ratas para sobrevivir en aquel cuartucho donde vivía. Así gané mi apodo. En la adolescencia me di cuenta que el barrio estaba invadido por otros bichos más perniciosos, y continué con mi tarea hasta la juventud, cuando descubrí que también eran comestibles y agradables al gusto. Era necesario para no sucumbir. Como adulto constaté que estaban por toda la ciudad, que disfrutaba verlos sufrir y que me producía un enorme regocijo oír sus súplicas mientras cortaba sus extremidades hasta que dejaban de respirar. Para entonces, esas fuentes bípedas, gratuitas, llenas de proteínas y sabores extravagantes, ya me eran indispensables..
Jorge Oropeza
04 de May de 2021 / 00:23
Selecciones día 3 de abril: suerte a todos! 04 de May de 2021 / 00:23
Jorge Oropeza
 

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