DÍA 1 (ABRIL) SELECCIONES
Confesión
Black Dot
—Sí, señor cura, me acuso yo, como me culpan los demás.
— Pero, hijo...
—Yo me los cargué a todos, padre: el primero por retarme con la vista, el segundo por comer como chancho, al siguiente por delatar mi nombre con los milicos, el cuarto por insultar a una anciana. Y así encontré justificaciones hasta que perdí la cuenta. El último fue por pura convicción. Llámele usted amor al arte.
Modelo de eficacia
Volkandert
A quien corresponda:
No ser descubierto fue emocionante al principio. Al darme cuenta de que nadie se interesaba en atrapar al asesino de gente de bajo perfil, busqué diversificarme. La emoción de cobrar notoriedad y haber sido bautizado como “el verdugo encapuchado” por la prensa, convirtió mi pasatiempo en empleo nocturno, y más tarde, en un trabajo de tiempo completo. Al paso de los meses fue más difícil encontrar a mi siguiente víctima, hasta que al final solo quedó una. Temo que cuando esto acabe, no haya quien lea esta nota y pueda aclarar las circunstancias de mi muerte. Tampoco a quien culpar.
¡Salud!, capitán
Pepe Le Pew
Descubrimos que había un polizón a bordo que robaba la comida y nos propusimos encontrarlo. En los días siguientes desapareció más de una docena de marineros, sin otra explicación que la del ladrón convertido en asesino. Continuó el misterio. Poco antes de llegar a puerto conseguí salir de la pocilga compartida donde dormía y tomé posesión del camarote del capitán, ausente también. ¡Era tan amplio y cómodo!
Nadie llegó a sospechar que el intruso fue el primero en visitar a Neptuno. Brindo a su salud. A nadie más que a él debo mi meteórica carrera y las raciones extra que disfruto desde aquella noche. Alzo asimismo mi copa por los caídos y su acuático silencio eterno.
Cuentas saldadas
Simbad
Las imágenes mostradas durante el juicio me eran familiares. Los rostros de las víctimas de una serie de desapariciones misteriosas de las que me acusaban, correspondían con las fotografías del anuario de aquella infame escuela donde sufrí el acoso de mis compañeros. Todo quedó en meras conjeturas del fiscal y no hubo prueba que me incriminara. Desde que logré reunirlos uno a uno en el bosquecillo cercano, era imposible que volvieran a molestar o a delatarme. Tenía la certeza. Un metro bajo tierra lo garantizaba.
Limpieza extrema
bebé
Admito que pude haber cometido uno que otro error en la vida; tal vez en ocasiones me he dejado llevar por la pasión, pero juro que jamás asesiné a nadie ni tuve tal intención, sino la de librar a la humanidad de la amenaza de cucarachas, ratas y gusanos.
Prolegómenos
Mrs Dalloway
No quise, a esta altura de mi vida, hacer las cosas a la marchanta. Necesito mantener mi prestigio de hombre detallista y previsor. Como sé que en todo asesinato debe haber un mayordomo a quien culpar, puse un aviso en el diario. El primer candidato que se presentó tenía el “pysique du rol”: alto, delgado y ceremonioso. A los pocos días de contratarlo, lo encontré hurgando en mis papeles de negocios y no tuve más remedio que deshacerme de él. El segundo, obsecuente y charlatán, desparramó chismes en el pueblo acerca de mis costumbres particulares. El tercero parecía ser el definitivo. Era discreto y eficiente, pero me robó objetos de gran valor afectivo y, al igual que al anterior, me vi obligado a eliminarlo.
Mientras en el jardín ya son tres los montículos de tierra removida que hice tapizar de flores de estación, mi objetivo principal, el socio infiel que debería estar muerto y enterrado, sigue vivo. Sería un bochorno que se descubrieran estos pequeños desvíos de mi plan original y me tildaran de poco eficiente y procrastinador..
Black Dot
—Sí, señor cura, me acuso yo, como me culpan los demás.
— Pero, hijo...
—Yo me los cargué a todos, padre: el primero por retarme con la vista, el segundo por comer como chancho, al siguiente por delatar mi nombre con los milicos, el cuarto por insultar a una anciana. Y así encontré justificaciones hasta que perdí la cuenta. El último fue por pura convicción. Llámele usted amor al arte.
Modelo de eficacia
Volkandert
A quien corresponda:
No ser descubierto fue emocionante al principio. Al darme cuenta de que nadie se interesaba en atrapar al asesino de gente de bajo perfil, busqué diversificarme. La emoción de cobrar notoriedad y haber sido bautizado como “el verdugo encapuchado” por la prensa, convirtió mi pasatiempo en empleo nocturno, y más tarde, en un trabajo de tiempo completo. Al paso de los meses fue más difícil encontrar a mi siguiente víctima, hasta que al final solo quedó una. Temo que cuando esto acabe, no haya quien lea esta nota y pueda aclarar las circunstancias de mi muerte. Tampoco a quien culpar.
¡Salud!, capitán
Pepe Le Pew
Descubrimos que había un polizón a bordo que robaba la comida y nos propusimos encontrarlo. En los días siguientes desapareció más de una docena de marineros, sin otra explicación que la del ladrón convertido en asesino. Continuó el misterio. Poco antes de llegar a puerto conseguí salir de la pocilga compartida donde dormía y tomé posesión del camarote del capitán, ausente también. ¡Era tan amplio y cómodo!
Nadie llegó a sospechar que el intruso fue el primero en visitar a Neptuno. Brindo a su salud. A nadie más que a él debo mi meteórica carrera y las raciones extra que disfruto desde aquella noche. Alzo asimismo mi copa por los caídos y su acuático silencio eterno.
Cuentas saldadas
Simbad
Las imágenes mostradas durante el juicio me eran familiares. Los rostros de las víctimas de una serie de desapariciones misteriosas de las que me acusaban, correspondían con las fotografías del anuario de aquella infame escuela donde sufrí el acoso de mis compañeros. Todo quedó en meras conjeturas del fiscal y no hubo prueba que me incriminara. Desde que logré reunirlos uno a uno en el bosquecillo cercano, era imposible que volvieran a molestar o a delatarme. Tenía la certeza. Un metro bajo tierra lo garantizaba.
Limpieza extrema
bebé
Admito que pude haber cometido uno que otro error en la vida; tal vez en ocasiones me he dejado llevar por la pasión, pero juro que jamás asesiné a nadie ni tuve tal intención, sino la de librar a la humanidad de la amenaza de cucarachas, ratas y gusanos.
Prolegómenos
Mrs Dalloway
No quise, a esta altura de mi vida, hacer las cosas a la marchanta. Necesito mantener mi prestigio de hombre detallista y previsor. Como sé que en todo asesinato debe haber un mayordomo a quien culpar, puse un aviso en el diario. El primer candidato que se presentó tenía el “pysique du rol”: alto, delgado y ceremonioso. A los pocos días de contratarlo, lo encontré hurgando en mis papeles de negocios y no tuve más remedio que deshacerme de él. El segundo, obsecuente y charlatán, desparramó chismes en el pueblo acerca de mis costumbres particulares. El tercero parecía ser el definitivo. Era discreto y eficiente, pero me robó objetos de gran valor afectivo y, al igual que al anterior, me vi obligado a eliminarlo.
Mientras en el jardín ya son tres los montículos de tierra removida que hice tapizar de flores de estación, mi objetivo principal, el socio infiel que debería estar muerto y enterrado, sigue vivo. Sería un bochorno que se descubrieran estos pequeños desvíos de mi plan original y me tildaran de poco eficiente y procrastinador..
Carmen Simón
01 de May de 2021 / 05:21
01 de May de 2021 / 05:21
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