MINIFICCIONES FINALISTAS DE MARZO DE 2021
La Marina de Ficticia
MINIFICCIONES FINALISTAS DE MARZO DE 2021
Tema: La visión poética. Lo poético.
Juez: Sandra Bianchi, escritora argentina.
Día 1
Tallerista: Carmen Simón
El séptimo arte
Pingüino
Desde lo alto del campanario la pluma cae. Flota con gracia meciéndose en el aire. Entre remolinos y arabescos, ligera y gentil, describe los contornos de la antigua catedral. El ojo detrás de una cámara la sigue desde lejos. Despreocupada, en el camino decanta versos y sonetos, estrofas y crónicas llevada de la mano de un imaginario Homero, de Cervantes y Moliere, de Shakespeare, de Paz y de Cortázar. Sin darse cuenta, el vaivén la transforma en el pincel que colorea el atardecer y los árboles y flores que pinta a su paso. Por momentos, la lente se aproxima hasta la intimidad y la hace parecer suspendida de la nada. Con lentitud, la cercanía torna en distancia mientras el aire se inunda de notas. Convertida en la batuta ondulante, acompasada, de un director etéreo, marca el ritmo de la sinfonía del universo que gravita alrededor. Vivaldi, Bach, Beethoven y Strauss palidecerían ante tal despliegue armónico. Antes de llegar al suelo, baila en los brazos del viento como el cisne de un lago oculto en la floresta y al posarse, majestuosa, sobre la hierba, semeja a un ángel caído del cielo. Es la revelación del origen divino de la escultura y de las otras artes; es poesía en movimiento, envuelta en la magia sorprendente del cine.
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Primer poema
Cero
Una paloma intentó posarse sobre aquel homínido. De un manotazo fue rechazada. Más tarde, vino un búho y se situó en la cabeza con el consentimiento del hombre futuro.
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Día 2
Tallerista: Fernando Tamariz
Mi poema primo
bebé
Isabel era mi primer amor. Ella quizá nunca lo supo. Con el mismo miedo de un explorador novato de la Amazonia, quise mis sentimientos declararle en unos versos. Todo quedó en papel, la única palabra idónea que rimaba con su nombre. Hotel me pareció prematura; pastel, empalagosa e informal y Luzbel, un tanto inapropiada. Hasta ahí llegó el poema de un amor infiel, con esas cinco letras envueltas en papel. Muy pronto olvidaría, porque conocí a Raquel.
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Las simples cosas
Simbad
Hoy vi a un niño con bigotes de chocolate, a un hombre bailando en la lluvia con el viento y a una mujer dirigiendo a un ejército de albañiles. Cosas sin importancia, diría la gente común. Simples cosas que me llenan los ojos y cubren los huecos que la metralla de la vida deja en la fachada del alma. Son esas cosas las que alegran el espíritu, las que traen paz y hacen la carga llevadera. No es lo grande o espectacular del universo lo que me conmueve, sino su sencillez, y la capacidad para entender la diferencia y apreciarlo. Solo falta algo. Ver una sonrisa en cada rostro haría de este día algo más que perfecto.
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La prueba
Pseudónimo
Era mi vida la que dependía del resultado. Era un reto y una moneda al aire. Era el examen más difícil que jamás había enfrentado. Era una larga fila de otros tantos como yo, esperando buenas nuevas. Era el tiempo alimentando la ansiedad. Era el momento de traspasar la puerta. Era mi turno.
Al salir de ahí había renacido. Aquella palabra de aliento y vida era todo un poema encerrado en cuatro sílabas: negativo.
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Sutil Sortilegio
Sayda
En la serenidad de las sombras asombradas por las luces amanecidas surges insurgente. Esclareces mis sentidos y traduces mi universo. Me seduces con tus frases susurradas, tus saudades y tus sueños fusionados con la silenciosa sonoridad de mis cavilaciones taciturnas.
Si sucumbo fascinada, sostén mis sentimientos, zahorí de mis ensueños.
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Día 3
Tallerista: Jorge Oropeza
La dicha en el lado oscuro de la luz
Pseudónimo
Quien lee un libro recupera fragmentos de otros ya escritos.
Una luz en la oscuridad no ahuyenta al miedo, lo hace invisible.
No hay dicha si antes no se ha probado el dolor. Una mordida basta.
Cuando veo a un niño, estoy ante el futuro.
En el querer, para unos la mujer es divina y el hombre, terrenal. Para otros es a la inversa. En el amor, ambos son iguales.
El buen vino tiene moléculas de tiempo.
Un escritor común emula al mosquito: se posa en otros y succiona sangre para vivir. El buen escritor la crea en un laboratorio ficticio.
Un telescopio pone las estrellas al alcance de la mano, mas no al revés.
Sospechar mina la confianza. Confiar es esperar que en los dados salga un doble seis.
Quien haya descubierto el fuego halló un esbozo del infierno.
El que planta un árbol echa raíces en la tierra.
Cuando escucho el reloj, descubro que el tiempo camina a saltos.
Ser pequeño no me importa. Soy igual que los demás, solo que más concentrado.
Usar gafas es engañar a la vista.
Tener lectores significa, para quien escribe, contar con cómplices.
Los árboles son contradictorios. Siempre caminan en dirección opuesta en la calle.
Siempre habrá nuevas versiones del pasado. Del presente solo una. Del futuro, ninguna por el momento.
La dicha no es aquel campo florido, es la satisfacción de conocer la vereda. Siempre habrá manera de llegar a él.
Finalmente, quien imita a Borges se engaña a sí mismo.
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Jazz
Murata
La tarde declinaba en mil colores aquel día de verano. Frente a nosotros apareció el pequeño bar aledaño a Bourbon Street. Una mesa cercana al piano era lo indicado para escuchar y platicar. Charlamos sobre lo que suelen hablar quienes están interesados uno en el otro, en espera de que empezara la música. Más tarde, mientras el vino alegraba nuestros corazones y los dedos maravillosos del pianista flotaban sobre el teclado, nuestra imaginación volaba tan lejos como nuestras anclas terrenales lo permitían. Entonces surgió esa interpretación mágica de Summertime. Se rompieron las amarras y fuimos más allá de lo conocido. Aun cuando ya es otoño, no hemos hallado la manera de encontrar el camino de regreso. Tampoco es lo que más nos interesa.
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Abandono
Hoja en Blanco
Llego de la calle, con la ropa y el cabello que escurren esta lluvia fría que no para. Con truenos y relámpagos que cimbran mis pasos y mi pecho. Con las alas de la ilusión despedazadas. Entro al vacío de cuatro paredes a la que llamo casa, hogar y en el que nadie me espera. Donde los sueños se empolvan; son basura que se acumula en un rincón. Me cambio de ropa. Me seco el cabello vuelto una maraña de nudos y canas. Me tumbo en el sillón y apunto el control a la tele para que la realidad trucada que me vende, adormezca mis sentidos. Se corta la corriente eléctrica. Suelto una palabrota de barriada. No me muevo, en espera de que vuelva, pero la ingrata se ha marchado, como tantas otras que prometen volver y no lo hacen. Busco una vela para iluminar mi oscuridad y entonces lo descubro; allí, mirándome con sus pequeños pero expresivos ojos. Las orejas erguidas, el bigote tieso y vibrante. Nos miramos en una súplica perenne. No me mates, dice él. No me dejes solo, digo yo.
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La partida
Gesel van God
Las horas bailaban al ritmo del péndulo de un viejo reloj de pie. El hombre las acompañaba con un lento vals y la lectura en el sillón bajo una lámpara, tan antigua y tenue como sus recuerdos. Al verla llegar, sonrió plácidamente antes de decirle:
–Querida, ¿puedes apagar la luz antes de irnos?
Tomados de la mano, partió con ella y la conciencia tranquila. El reloj se detuvo, las notas callaron, el libro se cerró.
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Tango
Tangó
Los patios desprenden ese perfume intenso a jazmines que alborota la noche porteña, mientras ella camina presurosa y sus tacos altos resuenan sobre la callejuela empedrada. De repente, la mujer se detiene en la vivienda de la ventana encendida que deja ver, tras las cortinas, a un hombre ensimismado frente al piano.
Llama a la puerta. La luna se esconde tras la bruma que viene del rio, no desea iluminar la escena. Sorprendido, el hombre demora en abrir:
—Vengo del arrabal: traigo acordes, nostalgia y dolor —dijo la musa.
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Retorno
Black Dot
Soy yo, madre ¿Me escuchas? Larga tus brazos y arrópame con ellos. Me he dejado la vida en los huesos que ya no duelen y se quiebran. Abre tu regazo, recíbeme en tu seno. Cobija este cuerpo con tu dulce caricia de durazno en flor. Soy yo que repto a tus pies, serpiente sin edén. No me preguntes de que ha servido lo que acumulé: el prestigio, el orgullo, lo material. Nada de lo que fui soy. Al final vivir es un sueño breve. Regreso a ti, madre, desnudo y solitario a la nada del mundo.
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Día 4
Tallerista: Marcial Fernández
Una gota aventurera
Pseudónimo
Cae del cielo y llega al tejado. Se desliza a un mundo que pretende conocer. Encuentra nuevas amistades y un transatlántico de papel mientras fluye por el arroyo. Bordea la acera y da vuelta a la derecha en la esquina para bajar por la pendiente. Toma impulso, se acelera, choca contra las piedras y brinca victoriosa. El navío naufraga y le dice adiós en el trayecto; no puede detenerse, arrolla a otras a su paso y se apresura hasta alcanzar el puente. Descubre un atajo al río que transcurre a sus pies. Atrevida, salta y se zambulle en la corriente. Juega carreras en los rápidos, serpentea por sus meandros, disfruta el viaje. Mañana conocerá el mar, a las ballenas y verá barcos de verdad. Días, semanas o meses después iniciará, de nueva cuenta, otra aventura; quizás en hombros de una ola, que la lleve a convertirse en espuma sobre la playa.
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El faro
Simbad
Su claridad interior y la voz serena guiaban a través de arrecifes a quienes buscaban la belleza en aquellos intrincados laberintos. Sus poemas iluminaban la oscuridad eterna. Nadie habría sospechado que era ciego.
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La toma
Fernando Ira
Una bandada de palomas se aleja bruscamente tras la primera detonación. Desde lo alto cae una pluma blanca. Se mece con gracia y entre remolinos describe los contornos de la catedral. Al caer se tiñe de un color rojo borravino que cubre toda la plaza del pueblo.
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Día 5
Tallerista: Daniel Frini
Varsovia, Kosovo, Aleppo, qué más da
Pitágoras
Ahí estaba yo, encerrado con mis miedos, en aquel ático en ruinas. Huía de la guerra, del genocidio, del hambre; tal vez de mí mismo. Solamente los recuerdos me cobijaban contra un frío que calaba más allá de los huesos; y en mi cabeza, reinaba el caos. Dormía por ratos. Antes del amanecer llegaron por mí. Me sorprendieron. La puerta se abrió, y ante mis ojos, aparecieron las dos, desnudas. Estaban tan demacradas y débiles como yo. Ambas me tendieron la mano. En la penumbra, era preciso elegir con quién iría para salvarme o morir. Una de ellas se llamaba Esperanza.
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Lunáticos
Serpico
Nos critican, se mofan, pero vemos una salida al drama cotidiano que se vive en razón de la pandemia. Somos los heraldos que anuncian la buena nueva, casi profetas. Los rostros se iluminan, las sonrisas afloran y surge una luz de esperanza para evitar el confinamiento y sus consecuencias: vivir en la luna, como nosotros los poetas.
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Quinto sol
Black Dot
Hay que socorrer a Tonatiuh, el señor sol, en su viaje. Se deben sacrificar hombres, encender hogueras y conocer las estrellas para guiarlo y que no se pierda durante su azarosa travesía nocturna.
Cuatro teopixqueh vestidos de águila, escoltan a un prisionero que camina sin resistirse.
«Ante la muerte, dignidad» piensa éste, mientras lo colocan sobre la piedra de sacrificios.
El teohua levanta el hermoso puñal de obsidiana. Lo entierra cuidando de no lastimar ningún órgano del condenado. Extrae el corazón, que todavía late un par de veces, y lo muestra a los cuatro vientos. Tonatiuh necesita corazones de fieros guerreros. La suerte de la humanidad depende de él. De él y de los hombres del maíz que le allegan su diario sacrificio.
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Arábiga
Simbad
Levanta la taza y aspira el aroma intenso y rico en matices. Cierra los ojos. El paisaje montañoso, los cafetos, con sus racimos de frutos rojos, el clima templado y húmedo se revelan, como pequeños sorbos, en su mente. Suspira. Los años han pasado, la vida es distinta, a veces compleja; no obstante, el placer de disfrutar del sabor de un buen café de altura sigue siendo el mismo. Será de las pocas cosas que extrañe cuando muera.
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Día 6
Tallerista: Daniela Truman
En contra de Einstein
cero
Glorias e infiernos misma cosa son, y lo mismo y la nada son iguales...
Pensando así, tiró los dados.
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Clic
Pitágoras
El enfoque preciso, el acento a los contrastes y la atención a cada detalle le daban a sus fotografías un toque especial, único. Eran grandiosas e irrepetibles. Las hacía a mano.
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A la deriva
Black dot
Así pues, he llegado a la orilla del mar. Camino sobre la arena mojada y me detengo para buscar tus huellas que se han lavado con el agua salina. Han pasado tantas noches que ya no sé si sueño que vivo o mi realidad es una pesadilla que no termina más. Veo a la distancia que ahora nos separa, la innegable realidad de no saber en qué preciso lugar te he perdido para nunca jamás. Me pregunto si las caracolas marinas te muestran el sonido de la tierra, si las algas te han servido de mortaja y si tu negro ensortijado cabello se anima con las corrientes submarinas. Yo por mi parte te confieso que, así como el primer día sigo visitando esta playa solitaria donde, tú y yo y todo lo que pudimos ser, naufragamos: tú mar adentro y yo encallado a esta tierra.
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Vacunación intensiva
Big Brother
El primer flechazo al corazón lo dejó aturdido y con heridas que tardaron en sanar. Perseveró. El segundo casi lo mata. Sobrevivió tras una larga convalecencia. Las escaramuzas y batallas continuaron, y al recibir el sexto, la experiencia adquirida y las cicatrices ya lo habían vuelto resistente a ese virus tan peligroso que infecta las agudas puntas. No escarmienta. Ahora busca encontrar a la amazona que posea la flecha indicada, la dosis correcta y la puntería necesaria para morir con honor.
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Mi caso
Johnny Pinto
Las escenas cotidianas son mi temática predilecta. Disfruto pintando a la acuarela y al óleo paisajes con montañas y campos de cultivo, flores, los bosques, atardeceres y mares embravecidos. Las fuentes y los niños jugando en el agua me apasionan. Son imágenes inspiradoras. En ocasiones, hago también retratos a lápiz o con tiza y carboncillo. Después de mi jubilación, dispongo de tiempo de sobra para mi pasatiempo favorito y la madurez para perfeccionar la técnica de lo que, desde la juventud, sé hacer con maestría inigualable: pintar mal.
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Día 7
Tallerista: Josep M. Nuévalos (en sustitución de Carlos de Bella, “Sapo”)
Al natural
Serpico
Ella era lava viva, impredecible y ardiente como el fuego. Él era un mar embravecido: pasional e indómito. Cuando aquellos cuerpos entraron en contacto, fue un momento sublime y difícil de olvidar. El intenso borboteo y las nubes de vapor que producían al tocarse, eran un espectáculo inigualable.
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Asalto a la fortaleza
Luz y Fer
Cuando vio caer las defensas del enemigo a través de la ventana que mantenía abierta, su rostro se iluminó. Después de tantos días intentándolo, aquello era más que justicia poética para los ojos de un corsario y aventurero como él. No cualquier hacker lograba burlar la seguridad y poner fuera de operación al servidor del Pentágono.
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Día 8
Tallerista: Dolores Díaz A. (“Tequila”)
A sotavento
Hoja en blanco
Algunas nubes grises se levantaban en el horizonte y el olor a tormenta se mezclaba con el de la brisa marina. Él no creía que fuera a llover. Ni siquiera a lloviznar. Con su cámara al cuello descubrió una botella con un mensaje. No la tocó. Clavó la rodilla en la humedad de la arena y comenzó a fotografiarla.
—Bien, nena —dijo sin dejar de apretar el obturador—. Dame todo lo que tengas. Eso. Tu mejor ángulo. ¿Es ese? Perfecto. Sé tú. Sé tú y nadie más. Bien…, eres un encanto. Vas a llegar lejos, te lo aseguro.
Se levanta, satisfecho de tan productiva sesión. Mira durante largos minutos la botella. Mira el día cada vez más nublado. Las olas, las gaviotas; ni un alma deambula por la playa. Baja la mirada y observa sus manos; las manchas encarnadas que las cubren. Diversas escenas tocan su mente: una fiesta, demasiado alcohol. La chica del bar. La que quería ser modelo de revistas y que, al verle la cámara al cuello, lo pensó un fotógrafo profesional. Pobre estúpida. Dispuesta a rebajarse a lo más profundo con tal de trascender. Y sí, trascendería, en la primera plana de la nota roja.
La tomó con suavidad de la arena, alzándola a la altura de sus ojos como flamas. Recordó lo que había hecho días antes; ese mensaje contenía su nombre y en él se acusaba de todos los homicidios cometidos los últimos meses cerca de la bahía. Esa madrugada, había enrollado el papel y lo había metido en aquella botella vacía que después arrojó desde lo alto de un acantilado. Alguien la encontraría. Alguien leería el mensaje y al fin sería detenido.
“Hoy no”, pensó, y la devolvió al mar.
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La ausencia
Black Dot
Sé que estás adentro y palpo la tersura, pero no te siento. Esa delgada distancia entre tú y yo es tan infranqueable como la separación que hay entre los dos puntos más lejanos en la vía láctea. Y me dueles, porque edificas mi mundo con tus manos maravillosas; elevas las olas en los océanos con un batir de párpados, le das solidez a mi ilusión con tu sola mirada. El nogal de esta caja es una madera impasible. Le quita a lo amado la inmediatez; la sustancia, el aroma de sus pisadas, la voz. Y aunque uno permanece anclado al presente donde no estarás, no dejamos de rogar que esa hondura en la tierra, que será tu morada para siempre, nos trague enteros y nos conceda también la muerte.
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Flashmob
Papalotl
Como cualquier día soleado, la concurrencia habitual viste la plaza en alguna ciudad de Europa. Los paseantes caminan despreocupados entre las palomas que apenas se apartan. Algunos se sientan en las bancas y observan alrededor, bajo la mirada atenta de las torres de una iglesia.
Un hombre con extraña indumentaria se para al centro y de su trompeta solitaria brotan notas al aire. Varias cejas se arquean, sus dueños escudriñan para descubrir de dónde proviene ese sonido que presagia algo inusual. Los guitarrones emergen de los portales, violines y guitarras surgen de entre la gente por las cuatro esquinas. Algunos, entre la muchedumbre que ya se congrega, se miran, entre confundidos y halagados, por esa explosión tan viva de música y alegría. Más trompetas se unen y, para ese momento, los inconfundibles trajes negros con adornos plateados y sombrero de ala ancha delatan a los mariachis. Los niños bailan, hombres y mujeres sonríen, toman fotografías; otros asoman de los balcones, muchos aplauden. Mientras tanto, más de un mexicano entre la multitud derrama una lágrima de emoción y de nostalgia.
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Día 9
Tallerista: Lucía Casas Rey
El paréntesis
Pseudónimo
Desde los balcones les llueven flores, naturales o en versos, serpentinas y confeti. Como reinas, unas bajan de la colina, otras suben por la cuesta desde la hondonada. Van con la frente en alto, coronadas por un tocado de listones multicolores y su vestido blanco. Coquetas, deslumbran mientras avanzan sobre la calle empedrada alzándose los bordes de la enagua. Las notas de la banda se oyen a lo lejos. Ellos, en albo traje, sombrero de palma y paliacate al cuello, las encuentran, sonríen; buscan cortejarlas, ellas, sonrojadas, se toman del brazo. La música atrae a las parejas, a viejos y niños que convergen hacia la plaza. Estalla la pirotecnia en el cielo, se iluminan la noche y el pueblo entero. Hoy todos son amigos y hermanos, llueve luz, se esparce la alegría; las penas y rencillas se olvidan por unas horas. ¡Que empiece la fiesta! ¡A bailar!, que mañana regresará la realidad.
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Día 10
Tallerista: Tomás del Rey
Escena
Hoja en Blanco
Sentada en la cama, ve a su hija asomarse.
—Pensé que dormías.
—No puedo hacerlo.
Sonríe y le tiende su mano. Ella la recibe, acompañándola.
—Voy a dormir y, al despertar, tu padre no va a estar aquí, a mi lado. Aguardando que lo levante, le tenga el baño y la ropa lista.
Suspira profundo.
—Su voz… no la escucharé más y…
Reprime las lágrimas.
—Mamá…
—Nada de él ha quedado. Qué… sensación tan extraña.
—¿La de su ausencia?
—No. La libertad.
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Materia prima
Pseudónimo
El hombrecillo en harapos iba cargando un fardo. En ocasiones se detenía para hurgar en los callejones o tocaba en alguna puerta. Otras, lo arrastraba un tramo y hacía intentos por dialogar con quien se cruzaba a su paso. Luego, reemprendía la marcha con el saco a cuestas. Atravesó media ciudad mientras continuaba llenándolo, hasta llegar a la Grand Place. Buscó la maison du Pigeony y llamó a la puerta. Un hombre de mediana edad, canoso, abrió la puerta.
–¿Es usted el señor Victor Hugo? –preguntó, dejando el fardo a sus pies.
–Soy yo. ¿Qué se le ofrece, buen hombre?
–Aquí le traigo lo que encargó. Son todas las miserias humanas que pude encontrar en el camino.
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Día 11
Tallerista: Carlos Bortoni
El científico y el poeta
Pi
Tenía en sus manos el libro que su mejor amigo le regaló. Por más intentos que hizo, no encontró poesía en él. Solo cientos de incomprensibles ecuaciones que describían con detalle los movimientos de los astros.
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aíseoP
bebé
A medida que se imponían la razón y la lógica sobre el enamoramiento y la pasión que nublaba el raciocinio, un malestar creciente me fue invadiendo, hasta convertirse en retortijones. Había olvidado que aquellos bellos y coloridos lepidópteros son gusanos antes de transformarse en mariposas.
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Don Quijote
A.G.
Protegido por su traje de súper-héroe talla seis y armado de un arma láser, su coche eléctrico y en compañía de su fiel escudero Pancho, el perro, emergió de su fortaleza por un pasillo secreto. Espada en ristre, abrió la puerta y salió al jardín de la casa, dispuesto a desfacer ese entuerto llamado virus. Antes, como recomiendan en la tele, se lavó muy bien las manos y se puso un tapabocas.
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Día 12
Tallerista: José Luis Sandín (“El águila descalza”)
Juntos desde siempre
Black Dot
La roca llegó aquí durante la última edad glacial. La empujaron los hielos que esculpieron el cañón. Con el pasar del tiempo ha adquirido ese color rojo característico y, si la contemplamos bien, es tan solo un mineral olvidado.
En la noche diáfana, las estrellas parecen más cercanas a la tierra, un cometa cruza el horizonte, un hombre se desangra recargado en ella. El frío del desierto revela la respiración del moribundo que, aunque trabajosa, se puede apreciar en el vaho blanco que escapa de su boca. Los asesinos le han dado alcance.
Ellos no saben, la roca inerte lo desconoce, el plomo de las balas también lo ignora, pero los designios del Todopoderoso los tenía escritos desde el principio de los tiempos para ser conjugados en mi historia.
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El intérprete
Pseudónimo
Abrió el baúl y buscó en su interior. Entre el polvo, libros, relojes y otras tantas cosas, encontró cartas, noches iluminadas por estrellas, imágenes de la luna y un retrato diluido por el tiempo. Se sentó y se dispuso a tocar, evocando un ayer distante. El piano traduciría los recuerdos impregnados en sus manos en los acordes y notas de una memorable sinfonía inconclusa.
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Clásico
Aplacate
Maravillado por la capacidad constructiva del hombre, Gregorio siente los mimos del aire tibio en sus mejillas. No termina de convocar al firmamento a que sea su copiloto, cuando advierte cómo se aproxima el poste de luz que se incrusta justo en el centro de su máquina perfecta.
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Día 13:
Tallerista: Laura Elisa Vizcaíno
Puntos de encuentro
Laffite
Ella esperaba en el andén de la estación el regreso de quien había partido. Él aguardaba con ansia sobre el puente entre el recuerdo del ayer y la esperanza de un mañana.
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Lulani
Pseudónimo
Los nativos nos apuntaron con sus lanzas mientras gritaban improperios en su extraña lengua cuando desembarcamos. Nuestra llegada no les era grata. El capitán, previsor y astuto, había dejado una partida de hombres en el barco. A su señal, una andanada de los cañones barrió con media aldea, causó el caos y lastimó a muchos. Ante argumentos tan convincentes, ellos cedieron y fue posible quedarnos.
Mientras explorábamos la jungla, oí un ruido entre la maleza, me acerqué con sigilo y la vi. Ahí estaba ella, tan temerosa como yo, escondida y gimiendo. Curé sus heridas. Así conocí a Lulani y ella a mí. Fue amor a primera vista. Durante los siguientes días, aprovechaba cualquier momento para buscarla y dar un paseo, nadar en la laguna, corretear en la playa y prodigarnos caricias, aunque no nos entendiéramos.
Dos semanas después, nos descubrieron una noche y fui apresado. Tomaron por sorpresa a los demás hombres y nos obligaron a embarcar y partir al amanecer. Tuvimos fortuna de salir ilesos. Quise quedarme, pero fue imposible. Ella lloraba y quería acompañarme. Tampoco lo permitieron. Jamás la olvidaré. Para mí, aquella bella y cariñosa hembra de suave piel veteada era una especie animal que jamás había visto. Para ellos, la deidad que recién habían recuperado.
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Día 14
Tallerista: Mónica Brasca
El forastero
Per CEO
A lo lejos, apenas se distinguen la iglesia y los tejados desteñidos por el tiempo. Mi pueblo, que poca gente conoce, es un sitio pintoresco sembrado a mitad de la cordillera. Solo tiene tres estaciones: la de lluvias, la del ferrocarril y el invierno. Fue apenas el año pasado, una luminosa mañana de jueves cuando vimos llegar a ese extraño visitante. Al tiempo que recorría en silencio callejuelas empedradas y plazas, arrancando sonrisas a su paso, husmeaba por los tejados y devolvía el verdor y la sombra a los árboles. En el camino, infundía aliento a las flores y convocaba el trino de las aves. Desde el pórtico de la iglesia subió hasta el campanario para darle color y matiz a las fachadas. Continuó su andar rumbo al bosque y, al morir la tarde, desapareció de nuestra vista detrás de las montañas para nunca más volver. Temo que, como a otros turistas ocasionales, el clima de este lugar desalentó al verano para visitarnos de nuevo.
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Vida
Serpico
Se preguntó cuántas palabras serían necesarias para construir un poema. Encontró que solo precisaba una. Después de mezclar los ingredientes, le dio forma y se la regaló a su creación.
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Serengueti
Lafitte
El aire tibio que acaricia su cara le lleva el aroma de la hierba y el olor de su presa. El felino mantiene la mirada fija, las orejas atentas y los músculos tensos detrás de un matorral que se confunde con sus manchas. La tensión crece, el momento llega y el guepardo salta como impulsado por un resorte. Acelera, corre detrás de su objetivo que huye en pánico, intentado evitar que lo alcance. El impala cambia de dirección varias veces, seguido de cerca por su perseguidor que acorta la distancia hasta caerle encima. Minutos más tarde, mientras una familia está de luto, otra se da un festín. Buitres y hienas se encargarán de limpiar los huesos y borrar las huellas del banquete. Nadie parece haber visto nada. Los testigos, si los hubo, se desbandan y la vida sigue igual. No existen fiscales ni acusados; menos aún jueces o prisiones. No hay rencores ni rencillas, tampoco venganzas. Así es la vida en este antiguo y hermoso barrio de la naturaleza.
Diálogo a mitad del trayecto
Isishayo
–Papá, ¿por qué las vías del tren se acaban cuando se juntan allá adelante?
–Una es la vida, Enrique; la otra el tiempo. Corren paralelas y convergen en el futuro, ¿entiendes?
–Creo que sí.
–Me alegra oírlo, porque yo todavía no. Ándale, sigue caminando.
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Etapas
Amarige
Sueña que salta sobre las piedras por el arroyo mientras el sol se cuela entre los árboles; la tarde muere y su cuerpo necesita un descanso. Se recuesta sobre la gramilla y arropada por una manta suave, duerme. Entonces sueña que es una noche tibia y camina rozando la corteza de los eucaliptos, oliendo el perfume de la tierra. Los pájaros acallan el canto para que ella pueda escuchar sus pasos sobre las hojas secas.
Se despierta sobresaltada por el trino de un mirlo que suena como alarma en su reloj. Extiende su mano en busca de apoyo para incorporarse de la cama y, como todas las mañanas, encuentra su bastón blanco.
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Día 15
Tallerista: Patricia Mejías
Despegue, vuelo y aterrizaje forzoso
Camaleón
Mientras se balancea en el columpio, imagina que pedalea una bicicleta hasta su casa, hace la tarea, juega en una computadora y se va a dormir. Entonces sueña que viaja en moto con la propietaria de sus anhelos; llegan a un mirador donde tienden una manta y se tiran a ver la luna y las estrellas hasta quedar dormidos. En brazos de Morfeo, se ve en una oficina de lujo con vista al lago donde gira instrucciones a sus ejecutivos; después, cruzando la ciudad en un auto deportivo para ir al club, y por la noche, en un restaurante estilo provenzal cenando con la rubia que, luego, lo acapara en su departamento. Más tarde, duerme. En lo que parece una pesadilla, distingue a un hombre que cocina, lava trastes y cambia pañales mientras contesta la llamada de un abogado respecto a un divorcio. Exhausto se deja caer en un sofá donde cree estar divagando. En sueños, ve la espalda de un niño sobre un columpio a quien él acaba de impulsar. Cuando el pequeño regresa y está a su alcance, deja de empujarlo y lo sujeta. Le pide que se baje y lo conmina a que ponga los pies en la tierra al tiempo que le propina un coscorrón.
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La enloquecedora certeza
Aplacate
Aterrado, abrió la urna con la poca fuerza que le quedaba para encontrar una vieja impronta de sus huellas, un maullido ahogado y la última de sus vidas.
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15 de marzo de 14.979 A.C.
Gesel van God
El sol asomaba por el horizonte. La llanura, el río y los incontables lagos surgían a lo lejos entre la bruma matinal. Como fondo, el trino de las aves era música para su espíritu. A pesar de que hizo su debut como artista y su obra sería admirada por generaciones, ese no fue su día. Al despertar se levantó del lado equivocado de su lecho: la silueta de aquel hombre de las cavernas quedó estampada para la posteridad en la pared de la cueva.
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Un fantasma de apellido Alzheimer
Pseudónimo
Deambula por la casa durante el día; con frecuencia, también por la noche. Abre cajones y puertas, cambia cosas de lugar, husmea por aquí y por allá y todo le parece nuevo y ajeno, mientras ideas sin forma dan vueltas dentro del caos que reina en su cabeza, sin tomar conciencia de la angustia que lleva a cuestas. En ocasiones intenta escapar a la calle o quizás, de su propia realidad. Lucha y se afana en buscar los tiempos extraviados, los recuerdos carcomidos por un ente invisible, por esa enfermedad, tan familiar y cercana, que aún nadie conoce con certeza. Busca los nombres y lugares perdidos en el desastroso naufragio de su mente. Será imposible hallarlos a medida que los cubran las olas de los días y la arena de los meses por venir. Será en un mañana incierto cuando la marejada de la muerte arrase con sus restos sin remedio.
Confío en poder permanecer un poco más, para cerrar las puertas y las heridas del alma que han quedado abiertas, antes de que olvide empacar los buenos recuerdos de una vida con quien, hoy, es el fantasma que vive en nuestra casa y que, como la existencia, se escapen por entre los dedos.
También busco respuestas, acaso una pista o una clave, quizás sea luz o un poco de claridad en el camino, tal vez un conjuro que ahuyente a ese fantasma de carne y hueso que es más tangible y causa más dolor que los etéreos. Alguien en el futuro me lo agradecería. Tal vez yo mismo.
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Día 16
Tallerista: Josep M. Nuévalos
Caída mortal
Celecanto
El ave de metal pelea contra las corrientes del cielo. Tras ser zarandeada, caen restos del esqueleto. Las alas se mecen en el horizonte. Como pasajeros, entre el plumaje, van a bordo los parásitos del miedo. Angustia, terror y espanto se marcan en el rostro de las personas que ven precipitarse sobre sus cabezas los pedazos del avión.
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Los olvidados
Pseudónimo
Hacía tiempo que el tiempo los había olvidado. Ya no tenían memoria de sus hijos, ni sabían si los recordaban o habían muerto. Daba igual; ya pertenecían a tiempos ajenos a su tiempo. Estaban tan abandonados a su suerte, como carentes de cordura. Mas este era el vínculo que los mantenía unidos en precaria supervivencia, atrapados por el tiempo en un presente oscuro debajo de la autopista que viene del pasado y lleva hacia el futuro, en el inframundo del progreso.
Al encontrarlos después de años de búsqueda, la muerte se conmovió y tomó la decisión de facilitarles el trance. Suficiente olvido, agonía, muerte habían sufrido en vida como para tener que pasar por ellos nuevamente. Sin más preámbulo, se los llevó en cuerpo y alma, obviando el consabido papeleo. Al fin y al cabo, nadie, ni el tiempo, notaría su ausencia.
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Universos instantáneos
Simbad
Mira hacia arriba y una nueva voluta de humo escapa de su boca. El rayo de luz que se cuela por la ventana cruza su camino y un universo salido de su aliento se revela en esa nube. Ve un mundo diminuto alrededor de un punto más brillante y sonríe. Acerca la vista e imagina que es Dios. Separa las aguas de la tierra, les da vida, crea plantas, animales e inteligencia a su imagen y semejanza. Observa y piensa mientras la nube se expande. Frunce el ceño, mueve la cabeza y voltea a ver el cigarrillo. Tira la ceniza, lo acerca a sus labios e inhala profundamente. Retiene la respiración unos momentos y sonríe con malicia mientras decide si vale la pena intentarlo de nueva cuenta.
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En secreto
Big Brother
Mientras mantiene los ojos entrecerrados, sus manos se desenvuelven con destreza. Sus dedos pulsan los lugares precisos para arrancarle notas sublimes mientras ambos, en éxtasis, se mecen en cadencia. Oculto detrás de una cortina, el intruso observa atento. No desea interrumpirlos mientras se deleita viendo la apasionada entrega de esa hermosa mujer a su violonchelo.
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Día 17
Tallerista: Carlos Martín Briceño
Minoría
Pepe Le Pew
Fue por el sueño de un mundo mejor y los gritos apagados de los que no tienen voz, por aquellos marginados por sus diferencias y de quienes los demás se apartan. Él también era uno de ellos por pensar de otra manera y negarse a ser parte del rebaño. Desde la izquierda peleó por sus derechos, empuñó el cartel y salió a la calle para enfrentar la intolerancia y la represión. Hoy, su cuerpo soporta la tortura y contiene sus lágrimas mientras lucha por su vida desde el umbral de la muerte.
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La manzana de la discordia
Isishayo
No obstante que el lenguaje de aquella sociedad poligámica era rudimentario, bastaba para comunicarse, mantener buenas relaciones entre todos y generar bienestar y progreso. Había paz y armonía. La gente era feliz y solidaria; las artes florecían, el mundo era hermoso y parecía eterno. El primer lingüista fue el responsable de transformar la belleza de aquel paraíso terrenal: en su intento por enriquecerlo, inventó los posesivos.
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Por andar
Peregrino
Disfruto los árboles del camino, paradero natural con su amplia y fresca sombra, bálsamo para la fatiga física y emocional. El sol parece envidiar tanto su fronda que se cuela caprichoso entre sus ramas y besa ardientemente el suelo y a quien descansa de sus penas y miedos. Yo, como muchos, aguardo el día que se engalane de ocaso para seguir caminando con mi lastre a cuestas hasta allá, donde nadie me conozca ni sepa nada de mí, sicario contrito en busca de redención.
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Obsolescencia
Simbad
—Nuestros antepasados veneraban a sus ancianos. Hoy nos alojan en casas de retiro. Ya no hay decencia ni respeto en este mundo —dijo el nonagenario con cierta tristeza.
Hizo una pausa para dejar a un lado los papeles que revisaba y continuó:
—Pasada la edad productiva, nos consideran tan obsoletos y oxidados como una locomotora de vapor abandonada en un patio de chatarra. Pero la modernidad se olvida de algo—añadió—. Viajar en aquellos viejos trenes era más romántico y aventurado que hacerlo en Internet. Teníamos contacto con nuestros semejantes y los pies bien puestos en la tierra. Eran experiencias reales.
Mientras lo escuchaba, alcancé a ver el título de aquellos documentos que leía:
El Bosón de Higgs y el principio del universo”.
—Fascinante y entretenida lectura —dijo al percatarse —. Se la recomiendo.
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Pájaro de cuatrocientas voces
Cuentacuentos
Mientras redactaba un poema, el monarca de Texcoco miró desde su palacio los jardines que hizo construir. Recordó la muerte de su padre y los años de persecución que forjaron su espíritu guerrero y el despertar del ingenio que lo convirtió en arquitecto y constructor. Sonrió al recordar los baños y el zoológico. También vinieron a su mente el gran albarradón y el acueducto en Chapultepec. Nadie habría esperado que el canto de los pájaros, el aroma y el color de las flores, los árboles y la vida, revelaran sensibilidad en quien se templó al calor del acoso y la guerra con sus enemigos. Tampoco que el halo del triunfo que le devolvió el trono fuera el catalizador que le diera forma y carácter a la obra y la palabra vuelta poesía del rey Nezahualcóyotl. Después de más de quinientos años, sus versos aún perviven.
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Día 18
Tallerista: Elisa Armas
Poeta en ciernes
Valyria
Siempre he soñado con ser poeta, ¿sabe usted? Pero, ¿qué tiempo le queda a una cuando hay que cuidar de noche al más chico de los cinco hijos, que arde como el pabilo de una veladora para San Judas, y estira sus manitas en el delirio de la fiebre? ¿Y acaso puede alguien imaginar versos después de pasar horas preparando tortillas, hundida hasta los codos en montones de harina, tanta que se siente una como extraviada en las dunas blancas del desierto de Samalayuca? ¿O puede una rimar palabras camino del trabajo a bordo de camiones atestados, donde las formas de cada ser humano se confunden y las respiraciones se vuelven una sola? Pero quizá algún día tenga tiempo que dedicar a la poesía, para aprender a leer, y por qué no, a escribir también.
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La gesta
Pseudónimo
Surgida de una idea, letra a letra, la palabra adquirió forma y se percibió sustancia y alma. En el sueño de imaginarse realidad, se hizo tierra, agua, viento y fuego. Jugando con el tiempo a ser pasado, presente y porvenir tomó forma de recuerdo o esperanza. En el trayecto fue hombre y mujer, emociones y pasión. Fue alegría y también dolor. Libre al fin de sus cadenas, salió al mundo a conquistarlo, a correr la aventura de ser y provocar, a enamorar, a derramar una lágrima. Entonces, corrió entre el gentío para reinventarse cada vez que alguien la lee o la esgrime, como espada, como flor, como bálsamo o luz en la oscuridad.
La persistencia de mi memoria
Murata
El silbido anunciaba que el tren partía. Las ruedas empezaban a moverse y no quedaba tiempo. Tuve que elegir entre besarte o tomar una fotografía de despedida. Preferí quedarme con el beso, que llevaré como tatuaje hasta que muera. Es mucho más que una imagen que se diluiría sin remedio con los años.
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Día 19
Tallerista: Paola Tena
Paso fugaz
Pitecantropus
Siempre te busqué sin saber que eras parte de mí. Estabas en mis anhelos, en los recuerdos de lo que habría de ocurrir, en mi futuro. Sé que ahí estabas. Recuerdo las cosas sencillas que compartíamos. Disfrutábamos al salir de viaje, cantar en el camino, recorrer los pueblos pintorescos que encontrábamos al paso, comer en los mercados, platicar con la gente y conocer sus historias, disfrutar un helado o aguas frescas en la plaza, contemplar atardeceres y hablar de libros escuchando música.
Nunca te vi llegar, pero recuerdo el día que apareciste sin saber de dónde venías. Recuerdo ese abrazo espontáneo del primer encuentro que conservó su frescura hasta el final; recuerdo el eco de tus pasos al caminar de la mano. Hoy solo hay silencio. Era más que amistad lo que nos ligaba, hasta hacernos, en poco tiempo, cómplices de la aventura de vivir lo que nuestras realidades y circunstancias nos habían negado. Supimos que ya era imposible separarnos. Me equivoqué.
Desapareciste, sin que te haya visto partir. Sé que aún estás cerca, aunque el latido de un corazón sin ritmo insista en declararte ausente. Tal vez haya sido que te inventé.
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Su primer discurso
Simbad
Las palabras de la inesperada alocución parecían inconexas o un mensaje encriptado. Mas eran una oración con un propósito claro y una sintaxis envidiable que me dejó sin habla, con la boca abierta, un nudo en la garganta y los ojos rasados de lágrimas. Tras reponerme de la impresión, corrí con mi esposa y le repetí lo que había oído decir a Panchito: "Papá, vamos, abuela, rrrrr, ¿si?"
Poco después subimos al auto para hacer aquella visita. Era imposible ignorar tal petición. La duda surgió en el camino, cuando me pregunté si nuestro bebé de once meses, se refería a mi madre o a mi suegra.
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Últimas impresiones
Volkandert
De pronto, una llamarada ensordecedora se apoderó del cielo en el horizonte y la tierra retumbó hasta sus cimientos. Todos los colores del arcoíris destellaron por un instante hasta oscurecer al sol, mientras una espesa nube ascendía desde el suelo para desplegar sus alas en la altura. Tan hermoso como aterrador era presenciar ese espectáculo surrealista de lo que percibí como un fenómeno sobrenatural. No podía creer lo que estaba ante mis ojos. Lloré, y una lástima agridulce me invadió. Lo último que alcancé a sentir fue un profundo escalofrío cuando comprendí. Sé que jamás volveré a experimentar algo igual. La guerra nuclear había comenzado.
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Tempore
Black Dot
Su nombre está oculto entre los signos cuneiformes tallados en la piedra. No es dado a los hombres el entendimiento de esa escritura. Milenios atrás alguien lo escribió para celebrar su grandeza y las portentosas hazañas que marcaron su existencia. Dios o tan solo un hijo de la fortuna, su canto ignoto víctima del tiempo. No es para nosotros, seres comunes, descifrar su origen y número. El único destino que tenemos en común es desaparecer de la faz de la tierra. Nuestra historia y vestigios, como la de aquel Otro, serán enterrados por las arenas de la memoria como todo lo que es efímero.
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Día 20
Tallerista: José T. Espinosa-Jácome (“El último Abencerraje”)
Más allá del otoño
bebé
A medida que leía el diario de mi abuelo, me empeñaba en entender lo que era llegar a viejo. Ya era tarde para hacerlo. El hilillo húmedo y frío que empezó a escurrir por la entrepierna me hizo ver que no era necesario esforzarme más: había llegado el momento de vivirlo.
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Búsqueda silenciosa
Cero
No supe qué buscaba el abuelo y fallé en mi encomienda: Se fue.
Sobre su cama dejó una nota: "Es el cansancio físico, mi pensamiento menguado. Una mecedora en la terraza, gente que no hace caso, la vida hacia atrás; la vejez”.
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Optimismo
Pseudónimo
Los dos ancianos se miraron a los ojos, como reflejo uno del otro. Sonreían con desconcierto y se encogieron de hombros al conocer la noticia. El confinamiento a causa de la pandemia no significaba cambios en su vida. Olvidados por todos, sin recursos y enfermos, cada mañana hacían apuestas sobre la llegada de la muerte. Estaban de plácemes. La aparición del virus renovaba sus esperanzas cuando descubrieron que las probabilidades de tener éxito en su intento iban en aumento día con día.
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MINIFICCIONES FINALISTAS DE MARZO DE 2021
Tema: La visión poética. Lo poético.
Juez: Sandra Bianchi, escritora argentina.
Día 1
Tallerista: Carmen Simón
El séptimo arte
Pingüino
Desde lo alto del campanario la pluma cae. Flota con gracia meciéndose en el aire. Entre remolinos y arabescos, ligera y gentil, describe los contornos de la antigua catedral. El ojo detrás de una cámara la sigue desde lejos. Despreocupada, en el camino decanta versos y sonetos, estrofas y crónicas llevada de la mano de un imaginario Homero, de Cervantes y Moliere, de Shakespeare, de Paz y de Cortázar. Sin darse cuenta, el vaivén la transforma en el pincel que colorea el atardecer y los árboles y flores que pinta a su paso. Por momentos, la lente se aproxima hasta la intimidad y la hace parecer suspendida de la nada. Con lentitud, la cercanía torna en distancia mientras el aire se inunda de notas. Convertida en la batuta ondulante, acompasada, de un director etéreo, marca el ritmo de la sinfonía del universo que gravita alrededor. Vivaldi, Bach, Beethoven y Strauss palidecerían ante tal despliegue armónico. Antes de llegar al suelo, baila en los brazos del viento como el cisne de un lago oculto en la floresta y al posarse, majestuosa, sobre la hierba, semeja a un ángel caído del cielo. Es la revelación del origen divino de la escultura y de las otras artes; es poesía en movimiento, envuelta en la magia sorprendente del cine.
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Primer poema
Cero
Una paloma intentó posarse sobre aquel homínido. De un manotazo fue rechazada. Más tarde, vino un búho y se situó en la cabeza con el consentimiento del hombre futuro.
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Día 2
Tallerista: Fernando Tamariz
Mi poema primo
bebé
Isabel era mi primer amor. Ella quizá nunca lo supo. Con el mismo miedo de un explorador novato de la Amazonia, quise mis sentimientos declararle en unos versos. Todo quedó en papel, la única palabra idónea que rimaba con su nombre. Hotel me pareció prematura; pastel, empalagosa e informal y Luzbel, un tanto inapropiada. Hasta ahí llegó el poema de un amor infiel, con esas cinco letras envueltas en papel. Muy pronto olvidaría, porque conocí a Raquel.
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Las simples cosas
Simbad
Hoy vi a un niño con bigotes de chocolate, a un hombre bailando en la lluvia con el viento y a una mujer dirigiendo a un ejército de albañiles. Cosas sin importancia, diría la gente común. Simples cosas que me llenan los ojos y cubren los huecos que la metralla de la vida deja en la fachada del alma. Son esas cosas las que alegran el espíritu, las que traen paz y hacen la carga llevadera. No es lo grande o espectacular del universo lo que me conmueve, sino su sencillez, y la capacidad para entender la diferencia y apreciarlo. Solo falta algo. Ver una sonrisa en cada rostro haría de este día algo más que perfecto.
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La prueba
Pseudónimo
Era mi vida la que dependía del resultado. Era un reto y una moneda al aire. Era el examen más difícil que jamás había enfrentado. Era una larga fila de otros tantos como yo, esperando buenas nuevas. Era el tiempo alimentando la ansiedad. Era el momento de traspasar la puerta. Era mi turno.
Al salir de ahí había renacido. Aquella palabra de aliento y vida era todo un poema encerrado en cuatro sílabas: negativo.
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Sutil Sortilegio
Sayda
En la serenidad de las sombras asombradas por las luces amanecidas surges insurgente. Esclareces mis sentidos y traduces mi universo. Me seduces con tus frases susurradas, tus saudades y tus sueños fusionados con la silenciosa sonoridad de mis cavilaciones taciturnas.
Si sucumbo fascinada, sostén mis sentimientos, zahorí de mis ensueños.
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Día 3
Tallerista: Jorge Oropeza
La dicha en el lado oscuro de la luz
Pseudónimo
Quien lee un libro recupera fragmentos de otros ya escritos.
Una luz en la oscuridad no ahuyenta al miedo, lo hace invisible.
No hay dicha si antes no se ha probado el dolor. Una mordida basta.
Cuando veo a un niño, estoy ante el futuro.
En el querer, para unos la mujer es divina y el hombre, terrenal. Para otros es a la inversa. En el amor, ambos son iguales.
El buen vino tiene moléculas de tiempo.
Un escritor común emula al mosquito: se posa en otros y succiona sangre para vivir. El buen escritor la crea en un laboratorio ficticio.
Un telescopio pone las estrellas al alcance de la mano, mas no al revés.
Sospechar mina la confianza. Confiar es esperar que en los dados salga un doble seis.
Quien haya descubierto el fuego halló un esbozo del infierno.
El que planta un árbol echa raíces en la tierra.
Cuando escucho el reloj, descubro que el tiempo camina a saltos.
Ser pequeño no me importa. Soy igual que los demás, solo que más concentrado.
Usar gafas es engañar a la vista.
Tener lectores significa, para quien escribe, contar con cómplices.
Los árboles son contradictorios. Siempre caminan en dirección opuesta en la calle.
Siempre habrá nuevas versiones del pasado. Del presente solo una. Del futuro, ninguna por el momento.
La dicha no es aquel campo florido, es la satisfacción de conocer la vereda. Siempre habrá manera de llegar a él.
Finalmente, quien imita a Borges se engaña a sí mismo.
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Jazz
Murata
La tarde declinaba en mil colores aquel día de verano. Frente a nosotros apareció el pequeño bar aledaño a Bourbon Street. Una mesa cercana al piano era lo indicado para escuchar y platicar. Charlamos sobre lo que suelen hablar quienes están interesados uno en el otro, en espera de que empezara la música. Más tarde, mientras el vino alegraba nuestros corazones y los dedos maravillosos del pianista flotaban sobre el teclado, nuestra imaginación volaba tan lejos como nuestras anclas terrenales lo permitían. Entonces surgió esa interpretación mágica de Summertime. Se rompieron las amarras y fuimos más allá de lo conocido. Aun cuando ya es otoño, no hemos hallado la manera de encontrar el camino de regreso. Tampoco es lo que más nos interesa.
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Abandono
Hoja en Blanco
Llego de la calle, con la ropa y el cabello que escurren esta lluvia fría que no para. Con truenos y relámpagos que cimbran mis pasos y mi pecho. Con las alas de la ilusión despedazadas. Entro al vacío de cuatro paredes a la que llamo casa, hogar y en el que nadie me espera. Donde los sueños se empolvan; son basura que se acumula en un rincón. Me cambio de ropa. Me seco el cabello vuelto una maraña de nudos y canas. Me tumbo en el sillón y apunto el control a la tele para que la realidad trucada que me vende, adormezca mis sentidos. Se corta la corriente eléctrica. Suelto una palabrota de barriada. No me muevo, en espera de que vuelva, pero la ingrata se ha marchado, como tantas otras que prometen volver y no lo hacen. Busco una vela para iluminar mi oscuridad y entonces lo descubro; allí, mirándome con sus pequeños pero expresivos ojos. Las orejas erguidas, el bigote tieso y vibrante. Nos miramos en una súplica perenne. No me mates, dice él. No me dejes solo, digo yo.
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La partida
Gesel van God
Las horas bailaban al ritmo del péndulo de un viejo reloj de pie. El hombre las acompañaba con un lento vals y la lectura en el sillón bajo una lámpara, tan antigua y tenue como sus recuerdos. Al verla llegar, sonrió plácidamente antes de decirle:
–Querida, ¿puedes apagar la luz antes de irnos?
Tomados de la mano, partió con ella y la conciencia tranquila. El reloj se detuvo, las notas callaron, el libro se cerró.
***
Tango
Tangó
Los patios desprenden ese perfume intenso a jazmines que alborota la noche porteña, mientras ella camina presurosa y sus tacos altos resuenan sobre la callejuela empedrada. De repente, la mujer se detiene en la vivienda de la ventana encendida que deja ver, tras las cortinas, a un hombre ensimismado frente al piano.
Llama a la puerta. La luna se esconde tras la bruma que viene del rio, no desea iluminar la escena. Sorprendido, el hombre demora en abrir:
—Vengo del arrabal: traigo acordes, nostalgia y dolor —dijo la musa.
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Retorno
Black Dot
Soy yo, madre ¿Me escuchas? Larga tus brazos y arrópame con ellos. Me he dejado la vida en los huesos que ya no duelen y se quiebran. Abre tu regazo, recíbeme en tu seno. Cobija este cuerpo con tu dulce caricia de durazno en flor. Soy yo que repto a tus pies, serpiente sin edén. No me preguntes de que ha servido lo que acumulé: el prestigio, el orgullo, lo material. Nada de lo que fui soy. Al final vivir es un sueño breve. Regreso a ti, madre, desnudo y solitario a la nada del mundo.
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Día 4
Tallerista: Marcial Fernández
Una gota aventurera
Pseudónimo
Cae del cielo y llega al tejado. Se desliza a un mundo que pretende conocer. Encuentra nuevas amistades y un transatlántico de papel mientras fluye por el arroyo. Bordea la acera y da vuelta a la derecha en la esquina para bajar por la pendiente. Toma impulso, se acelera, choca contra las piedras y brinca victoriosa. El navío naufraga y le dice adiós en el trayecto; no puede detenerse, arrolla a otras a su paso y se apresura hasta alcanzar el puente. Descubre un atajo al río que transcurre a sus pies. Atrevida, salta y se zambulle en la corriente. Juega carreras en los rápidos, serpentea por sus meandros, disfruta el viaje. Mañana conocerá el mar, a las ballenas y verá barcos de verdad. Días, semanas o meses después iniciará, de nueva cuenta, otra aventura; quizás en hombros de una ola, que la lleve a convertirse en espuma sobre la playa.
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El faro
Simbad
Su claridad interior y la voz serena guiaban a través de arrecifes a quienes buscaban la belleza en aquellos intrincados laberintos. Sus poemas iluminaban la oscuridad eterna. Nadie habría sospechado que era ciego.
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La toma
Fernando Ira
Una bandada de palomas se aleja bruscamente tras la primera detonación. Desde lo alto cae una pluma blanca. Se mece con gracia y entre remolinos describe los contornos de la catedral. Al caer se tiñe de un color rojo borravino que cubre toda la plaza del pueblo.
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Día 5
Tallerista: Daniel Frini
Varsovia, Kosovo, Aleppo, qué más da
Pitágoras
Ahí estaba yo, encerrado con mis miedos, en aquel ático en ruinas. Huía de la guerra, del genocidio, del hambre; tal vez de mí mismo. Solamente los recuerdos me cobijaban contra un frío que calaba más allá de los huesos; y en mi cabeza, reinaba el caos. Dormía por ratos. Antes del amanecer llegaron por mí. Me sorprendieron. La puerta se abrió, y ante mis ojos, aparecieron las dos, desnudas. Estaban tan demacradas y débiles como yo. Ambas me tendieron la mano. En la penumbra, era preciso elegir con quién iría para salvarme o morir. Una de ellas se llamaba Esperanza.
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Lunáticos
Serpico
Nos critican, se mofan, pero vemos una salida al drama cotidiano que se vive en razón de la pandemia. Somos los heraldos que anuncian la buena nueva, casi profetas. Los rostros se iluminan, las sonrisas afloran y surge una luz de esperanza para evitar el confinamiento y sus consecuencias: vivir en la luna, como nosotros los poetas.
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Quinto sol
Black Dot
Hay que socorrer a Tonatiuh, el señor sol, en su viaje. Se deben sacrificar hombres, encender hogueras y conocer las estrellas para guiarlo y que no se pierda durante su azarosa travesía nocturna.
Cuatro teopixqueh vestidos de águila, escoltan a un prisionero que camina sin resistirse.
«Ante la muerte, dignidad» piensa éste, mientras lo colocan sobre la piedra de sacrificios.
El teohua levanta el hermoso puñal de obsidiana. Lo entierra cuidando de no lastimar ningún órgano del condenado. Extrae el corazón, que todavía late un par de veces, y lo muestra a los cuatro vientos. Tonatiuh necesita corazones de fieros guerreros. La suerte de la humanidad depende de él. De él y de los hombres del maíz que le allegan su diario sacrificio.
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Arábiga
Simbad
Levanta la taza y aspira el aroma intenso y rico en matices. Cierra los ojos. El paisaje montañoso, los cafetos, con sus racimos de frutos rojos, el clima templado y húmedo se revelan, como pequeños sorbos, en su mente. Suspira. Los años han pasado, la vida es distinta, a veces compleja; no obstante, el placer de disfrutar del sabor de un buen café de altura sigue siendo el mismo. Será de las pocas cosas que extrañe cuando muera.
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Día 6
Tallerista: Daniela Truman
En contra de Einstein
cero
Glorias e infiernos misma cosa son, y lo mismo y la nada son iguales...
Pensando así, tiró los dados.
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Clic
Pitágoras
El enfoque preciso, el acento a los contrastes y la atención a cada detalle le daban a sus fotografías un toque especial, único. Eran grandiosas e irrepetibles. Las hacía a mano.
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A la deriva
Black dot
Así pues, he llegado a la orilla del mar. Camino sobre la arena mojada y me detengo para buscar tus huellas que se han lavado con el agua salina. Han pasado tantas noches que ya no sé si sueño que vivo o mi realidad es una pesadilla que no termina más. Veo a la distancia que ahora nos separa, la innegable realidad de no saber en qué preciso lugar te he perdido para nunca jamás. Me pregunto si las caracolas marinas te muestran el sonido de la tierra, si las algas te han servido de mortaja y si tu negro ensortijado cabello se anima con las corrientes submarinas. Yo por mi parte te confieso que, así como el primer día sigo visitando esta playa solitaria donde, tú y yo y todo lo que pudimos ser, naufragamos: tú mar adentro y yo encallado a esta tierra.
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Vacunación intensiva
Big Brother
El primer flechazo al corazón lo dejó aturdido y con heridas que tardaron en sanar. Perseveró. El segundo casi lo mata. Sobrevivió tras una larga convalecencia. Las escaramuzas y batallas continuaron, y al recibir el sexto, la experiencia adquirida y las cicatrices ya lo habían vuelto resistente a ese virus tan peligroso que infecta las agudas puntas. No escarmienta. Ahora busca encontrar a la amazona que posea la flecha indicada, la dosis correcta y la puntería necesaria para morir con honor.
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Mi caso
Johnny Pinto
Las escenas cotidianas son mi temática predilecta. Disfruto pintando a la acuarela y al óleo paisajes con montañas y campos de cultivo, flores, los bosques, atardeceres y mares embravecidos. Las fuentes y los niños jugando en el agua me apasionan. Son imágenes inspiradoras. En ocasiones, hago también retratos a lápiz o con tiza y carboncillo. Después de mi jubilación, dispongo de tiempo de sobra para mi pasatiempo favorito y la madurez para perfeccionar la técnica de lo que, desde la juventud, sé hacer con maestría inigualable: pintar mal.
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Día 7
Tallerista: Josep M. Nuévalos (en sustitución de Carlos de Bella, “Sapo”)
Al natural
Serpico
Ella era lava viva, impredecible y ardiente como el fuego. Él era un mar embravecido: pasional e indómito. Cuando aquellos cuerpos entraron en contacto, fue un momento sublime y difícil de olvidar. El intenso borboteo y las nubes de vapor que producían al tocarse, eran un espectáculo inigualable.
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Asalto a la fortaleza
Luz y Fer
Cuando vio caer las defensas del enemigo a través de la ventana que mantenía abierta, su rostro se iluminó. Después de tantos días intentándolo, aquello era más que justicia poética para los ojos de un corsario y aventurero como él. No cualquier hacker lograba burlar la seguridad y poner fuera de operación al servidor del Pentágono.
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Día 8
Tallerista: Dolores Díaz A. (“Tequila”)
A sotavento
Hoja en blanco
Algunas nubes grises se levantaban en el horizonte y el olor a tormenta se mezclaba con el de la brisa marina. Él no creía que fuera a llover. Ni siquiera a lloviznar. Con su cámara al cuello descubrió una botella con un mensaje. No la tocó. Clavó la rodilla en la humedad de la arena y comenzó a fotografiarla.
—Bien, nena —dijo sin dejar de apretar el obturador—. Dame todo lo que tengas. Eso. Tu mejor ángulo. ¿Es ese? Perfecto. Sé tú. Sé tú y nadie más. Bien…, eres un encanto. Vas a llegar lejos, te lo aseguro.
Se levanta, satisfecho de tan productiva sesión. Mira durante largos minutos la botella. Mira el día cada vez más nublado. Las olas, las gaviotas; ni un alma deambula por la playa. Baja la mirada y observa sus manos; las manchas encarnadas que las cubren. Diversas escenas tocan su mente: una fiesta, demasiado alcohol. La chica del bar. La que quería ser modelo de revistas y que, al verle la cámara al cuello, lo pensó un fotógrafo profesional. Pobre estúpida. Dispuesta a rebajarse a lo más profundo con tal de trascender. Y sí, trascendería, en la primera plana de la nota roja.
La tomó con suavidad de la arena, alzándola a la altura de sus ojos como flamas. Recordó lo que había hecho días antes; ese mensaje contenía su nombre y en él se acusaba de todos los homicidios cometidos los últimos meses cerca de la bahía. Esa madrugada, había enrollado el papel y lo había metido en aquella botella vacía que después arrojó desde lo alto de un acantilado. Alguien la encontraría. Alguien leería el mensaje y al fin sería detenido.
“Hoy no”, pensó, y la devolvió al mar.
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La ausencia
Black Dot
Sé que estás adentro y palpo la tersura, pero no te siento. Esa delgada distancia entre tú y yo es tan infranqueable como la separación que hay entre los dos puntos más lejanos en la vía láctea. Y me dueles, porque edificas mi mundo con tus manos maravillosas; elevas las olas en los océanos con un batir de párpados, le das solidez a mi ilusión con tu sola mirada. El nogal de esta caja es una madera impasible. Le quita a lo amado la inmediatez; la sustancia, el aroma de sus pisadas, la voz. Y aunque uno permanece anclado al presente donde no estarás, no dejamos de rogar que esa hondura en la tierra, que será tu morada para siempre, nos trague enteros y nos conceda también la muerte.
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Flashmob
Papalotl
Como cualquier día soleado, la concurrencia habitual viste la plaza en alguna ciudad de Europa. Los paseantes caminan despreocupados entre las palomas que apenas se apartan. Algunos se sientan en las bancas y observan alrededor, bajo la mirada atenta de las torres de una iglesia.
Un hombre con extraña indumentaria se para al centro y de su trompeta solitaria brotan notas al aire. Varias cejas se arquean, sus dueños escudriñan para descubrir de dónde proviene ese sonido que presagia algo inusual. Los guitarrones emergen de los portales, violines y guitarras surgen de entre la gente por las cuatro esquinas. Algunos, entre la muchedumbre que ya se congrega, se miran, entre confundidos y halagados, por esa explosión tan viva de música y alegría. Más trompetas se unen y, para ese momento, los inconfundibles trajes negros con adornos plateados y sombrero de ala ancha delatan a los mariachis. Los niños bailan, hombres y mujeres sonríen, toman fotografías; otros asoman de los balcones, muchos aplauden. Mientras tanto, más de un mexicano entre la multitud derrama una lágrima de emoción y de nostalgia.
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Día 9
Tallerista: Lucía Casas Rey
El paréntesis
Pseudónimo
Desde los balcones les llueven flores, naturales o en versos, serpentinas y confeti. Como reinas, unas bajan de la colina, otras suben por la cuesta desde la hondonada. Van con la frente en alto, coronadas por un tocado de listones multicolores y su vestido blanco. Coquetas, deslumbran mientras avanzan sobre la calle empedrada alzándose los bordes de la enagua. Las notas de la banda se oyen a lo lejos. Ellos, en albo traje, sombrero de palma y paliacate al cuello, las encuentran, sonríen; buscan cortejarlas, ellas, sonrojadas, se toman del brazo. La música atrae a las parejas, a viejos y niños que convergen hacia la plaza. Estalla la pirotecnia en el cielo, se iluminan la noche y el pueblo entero. Hoy todos son amigos y hermanos, llueve luz, se esparce la alegría; las penas y rencillas se olvidan por unas horas. ¡Que empiece la fiesta! ¡A bailar!, que mañana regresará la realidad.
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Día 10
Tallerista: Tomás del Rey
Escena
Hoja en Blanco
Sentada en la cama, ve a su hija asomarse.
—Pensé que dormías.
—No puedo hacerlo.
Sonríe y le tiende su mano. Ella la recibe, acompañándola.
—Voy a dormir y, al despertar, tu padre no va a estar aquí, a mi lado. Aguardando que lo levante, le tenga el baño y la ropa lista.
Suspira profundo.
—Su voz… no la escucharé más y…
Reprime las lágrimas.
—Mamá…
—Nada de él ha quedado. Qué… sensación tan extraña.
—¿La de su ausencia?
—No. La libertad.
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Materia prima
Pseudónimo
El hombrecillo en harapos iba cargando un fardo. En ocasiones se detenía para hurgar en los callejones o tocaba en alguna puerta. Otras, lo arrastraba un tramo y hacía intentos por dialogar con quien se cruzaba a su paso. Luego, reemprendía la marcha con el saco a cuestas. Atravesó media ciudad mientras continuaba llenándolo, hasta llegar a la Grand Place. Buscó la maison du Pigeony y llamó a la puerta. Un hombre de mediana edad, canoso, abrió la puerta.
–¿Es usted el señor Victor Hugo? –preguntó, dejando el fardo a sus pies.
–Soy yo. ¿Qué se le ofrece, buen hombre?
–Aquí le traigo lo que encargó. Son todas las miserias humanas que pude encontrar en el camino.
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Día 11
Tallerista: Carlos Bortoni
El científico y el poeta
Pi
Tenía en sus manos el libro que su mejor amigo le regaló. Por más intentos que hizo, no encontró poesía en él. Solo cientos de incomprensibles ecuaciones que describían con detalle los movimientos de los astros.
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aíseoP
bebé
A medida que se imponían la razón y la lógica sobre el enamoramiento y la pasión que nublaba el raciocinio, un malestar creciente me fue invadiendo, hasta convertirse en retortijones. Había olvidado que aquellos bellos y coloridos lepidópteros son gusanos antes de transformarse en mariposas.
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Don Quijote
A.G.
Protegido por su traje de súper-héroe talla seis y armado de un arma láser, su coche eléctrico y en compañía de su fiel escudero Pancho, el perro, emergió de su fortaleza por un pasillo secreto. Espada en ristre, abrió la puerta y salió al jardín de la casa, dispuesto a desfacer ese entuerto llamado virus. Antes, como recomiendan en la tele, se lavó muy bien las manos y se puso un tapabocas.
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Día 12
Tallerista: José Luis Sandín (“El águila descalza”)
Juntos desde siempre
Black Dot
La roca llegó aquí durante la última edad glacial. La empujaron los hielos que esculpieron el cañón. Con el pasar del tiempo ha adquirido ese color rojo característico y, si la contemplamos bien, es tan solo un mineral olvidado.
En la noche diáfana, las estrellas parecen más cercanas a la tierra, un cometa cruza el horizonte, un hombre se desangra recargado en ella. El frío del desierto revela la respiración del moribundo que, aunque trabajosa, se puede apreciar en el vaho blanco que escapa de su boca. Los asesinos le han dado alcance.
Ellos no saben, la roca inerte lo desconoce, el plomo de las balas también lo ignora, pero los designios del Todopoderoso los tenía escritos desde el principio de los tiempos para ser conjugados en mi historia.
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El intérprete
Pseudónimo
Abrió el baúl y buscó en su interior. Entre el polvo, libros, relojes y otras tantas cosas, encontró cartas, noches iluminadas por estrellas, imágenes de la luna y un retrato diluido por el tiempo. Se sentó y se dispuso a tocar, evocando un ayer distante. El piano traduciría los recuerdos impregnados en sus manos en los acordes y notas de una memorable sinfonía inconclusa.
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Clásico
Aplacate
Maravillado por la capacidad constructiva del hombre, Gregorio siente los mimos del aire tibio en sus mejillas. No termina de convocar al firmamento a que sea su copiloto, cuando advierte cómo se aproxima el poste de luz que se incrusta justo en el centro de su máquina perfecta.
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Día 13:
Tallerista: Laura Elisa Vizcaíno
Puntos de encuentro
Laffite
Ella esperaba en el andén de la estación el regreso de quien había partido. Él aguardaba con ansia sobre el puente entre el recuerdo del ayer y la esperanza de un mañana.
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Lulani
Pseudónimo
Los nativos nos apuntaron con sus lanzas mientras gritaban improperios en su extraña lengua cuando desembarcamos. Nuestra llegada no les era grata. El capitán, previsor y astuto, había dejado una partida de hombres en el barco. A su señal, una andanada de los cañones barrió con media aldea, causó el caos y lastimó a muchos. Ante argumentos tan convincentes, ellos cedieron y fue posible quedarnos.
Mientras explorábamos la jungla, oí un ruido entre la maleza, me acerqué con sigilo y la vi. Ahí estaba ella, tan temerosa como yo, escondida y gimiendo. Curé sus heridas. Así conocí a Lulani y ella a mí. Fue amor a primera vista. Durante los siguientes días, aprovechaba cualquier momento para buscarla y dar un paseo, nadar en la laguna, corretear en la playa y prodigarnos caricias, aunque no nos entendiéramos.
Dos semanas después, nos descubrieron una noche y fui apresado. Tomaron por sorpresa a los demás hombres y nos obligaron a embarcar y partir al amanecer. Tuvimos fortuna de salir ilesos. Quise quedarme, pero fue imposible. Ella lloraba y quería acompañarme. Tampoco lo permitieron. Jamás la olvidaré. Para mí, aquella bella y cariñosa hembra de suave piel veteada era una especie animal que jamás había visto. Para ellos, la deidad que recién habían recuperado.
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Día 14
Tallerista: Mónica Brasca
El forastero
Per CEO
A lo lejos, apenas se distinguen la iglesia y los tejados desteñidos por el tiempo. Mi pueblo, que poca gente conoce, es un sitio pintoresco sembrado a mitad de la cordillera. Solo tiene tres estaciones: la de lluvias, la del ferrocarril y el invierno. Fue apenas el año pasado, una luminosa mañana de jueves cuando vimos llegar a ese extraño visitante. Al tiempo que recorría en silencio callejuelas empedradas y plazas, arrancando sonrisas a su paso, husmeaba por los tejados y devolvía el verdor y la sombra a los árboles. En el camino, infundía aliento a las flores y convocaba el trino de las aves. Desde el pórtico de la iglesia subió hasta el campanario para darle color y matiz a las fachadas. Continuó su andar rumbo al bosque y, al morir la tarde, desapareció de nuestra vista detrás de las montañas para nunca más volver. Temo que, como a otros turistas ocasionales, el clima de este lugar desalentó al verano para visitarnos de nuevo.
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Vida
Serpico
Se preguntó cuántas palabras serían necesarias para construir un poema. Encontró que solo precisaba una. Después de mezclar los ingredientes, le dio forma y se la regaló a su creación.
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Serengueti
Lafitte
El aire tibio que acaricia su cara le lleva el aroma de la hierba y el olor de su presa. El felino mantiene la mirada fija, las orejas atentas y los músculos tensos detrás de un matorral que se confunde con sus manchas. La tensión crece, el momento llega y el guepardo salta como impulsado por un resorte. Acelera, corre detrás de su objetivo que huye en pánico, intentado evitar que lo alcance. El impala cambia de dirección varias veces, seguido de cerca por su perseguidor que acorta la distancia hasta caerle encima. Minutos más tarde, mientras una familia está de luto, otra se da un festín. Buitres y hienas se encargarán de limpiar los huesos y borrar las huellas del banquete. Nadie parece haber visto nada. Los testigos, si los hubo, se desbandan y la vida sigue igual. No existen fiscales ni acusados; menos aún jueces o prisiones. No hay rencores ni rencillas, tampoco venganzas. Así es la vida en este antiguo y hermoso barrio de la naturaleza.
Diálogo a mitad del trayecto
Isishayo
–Papá, ¿por qué las vías del tren se acaban cuando se juntan allá adelante?
–Una es la vida, Enrique; la otra el tiempo. Corren paralelas y convergen en el futuro, ¿entiendes?
–Creo que sí.
–Me alegra oírlo, porque yo todavía no. Ándale, sigue caminando.
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Etapas
Amarige
Sueña que salta sobre las piedras por el arroyo mientras el sol se cuela entre los árboles; la tarde muere y su cuerpo necesita un descanso. Se recuesta sobre la gramilla y arropada por una manta suave, duerme. Entonces sueña que es una noche tibia y camina rozando la corteza de los eucaliptos, oliendo el perfume de la tierra. Los pájaros acallan el canto para que ella pueda escuchar sus pasos sobre las hojas secas.
Se despierta sobresaltada por el trino de un mirlo que suena como alarma en su reloj. Extiende su mano en busca de apoyo para incorporarse de la cama y, como todas las mañanas, encuentra su bastón blanco.
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Día 15
Tallerista: Patricia Mejías
Despegue, vuelo y aterrizaje forzoso
Camaleón
Mientras se balancea en el columpio, imagina que pedalea una bicicleta hasta su casa, hace la tarea, juega en una computadora y se va a dormir. Entonces sueña que viaja en moto con la propietaria de sus anhelos; llegan a un mirador donde tienden una manta y se tiran a ver la luna y las estrellas hasta quedar dormidos. En brazos de Morfeo, se ve en una oficina de lujo con vista al lago donde gira instrucciones a sus ejecutivos; después, cruzando la ciudad en un auto deportivo para ir al club, y por la noche, en un restaurante estilo provenzal cenando con la rubia que, luego, lo acapara en su departamento. Más tarde, duerme. En lo que parece una pesadilla, distingue a un hombre que cocina, lava trastes y cambia pañales mientras contesta la llamada de un abogado respecto a un divorcio. Exhausto se deja caer en un sofá donde cree estar divagando. En sueños, ve la espalda de un niño sobre un columpio a quien él acaba de impulsar. Cuando el pequeño regresa y está a su alcance, deja de empujarlo y lo sujeta. Le pide que se baje y lo conmina a que ponga los pies en la tierra al tiempo que le propina un coscorrón.
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La enloquecedora certeza
Aplacate
Aterrado, abrió la urna con la poca fuerza que le quedaba para encontrar una vieja impronta de sus huellas, un maullido ahogado y la última de sus vidas.
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15 de marzo de 14.979 A.C.
Gesel van God
El sol asomaba por el horizonte. La llanura, el río y los incontables lagos surgían a lo lejos entre la bruma matinal. Como fondo, el trino de las aves era música para su espíritu. A pesar de que hizo su debut como artista y su obra sería admirada por generaciones, ese no fue su día. Al despertar se levantó del lado equivocado de su lecho: la silueta de aquel hombre de las cavernas quedó estampada para la posteridad en la pared de la cueva.
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Un fantasma de apellido Alzheimer
Pseudónimo
Deambula por la casa durante el día; con frecuencia, también por la noche. Abre cajones y puertas, cambia cosas de lugar, husmea por aquí y por allá y todo le parece nuevo y ajeno, mientras ideas sin forma dan vueltas dentro del caos que reina en su cabeza, sin tomar conciencia de la angustia que lleva a cuestas. En ocasiones intenta escapar a la calle o quizás, de su propia realidad. Lucha y se afana en buscar los tiempos extraviados, los recuerdos carcomidos por un ente invisible, por esa enfermedad, tan familiar y cercana, que aún nadie conoce con certeza. Busca los nombres y lugares perdidos en el desastroso naufragio de su mente. Será imposible hallarlos a medida que los cubran las olas de los días y la arena de los meses por venir. Será en un mañana incierto cuando la marejada de la muerte arrase con sus restos sin remedio.
Confío en poder permanecer un poco más, para cerrar las puertas y las heridas del alma que han quedado abiertas, antes de que olvide empacar los buenos recuerdos de una vida con quien, hoy, es el fantasma que vive en nuestra casa y que, como la existencia, se escapen por entre los dedos.
También busco respuestas, acaso una pista o una clave, quizás sea luz o un poco de claridad en el camino, tal vez un conjuro que ahuyente a ese fantasma de carne y hueso que es más tangible y causa más dolor que los etéreos. Alguien en el futuro me lo agradecería. Tal vez yo mismo.
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Día 16
Tallerista: Josep M. Nuévalos
Caída mortal
Celecanto
El ave de metal pelea contra las corrientes del cielo. Tras ser zarandeada, caen restos del esqueleto. Las alas se mecen en el horizonte. Como pasajeros, entre el plumaje, van a bordo los parásitos del miedo. Angustia, terror y espanto se marcan en el rostro de las personas que ven precipitarse sobre sus cabezas los pedazos del avión.
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Los olvidados
Pseudónimo
Hacía tiempo que el tiempo los había olvidado. Ya no tenían memoria de sus hijos, ni sabían si los recordaban o habían muerto. Daba igual; ya pertenecían a tiempos ajenos a su tiempo. Estaban tan abandonados a su suerte, como carentes de cordura. Mas este era el vínculo que los mantenía unidos en precaria supervivencia, atrapados por el tiempo en un presente oscuro debajo de la autopista que viene del pasado y lleva hacia el futuro, en el inframundo del progreso.
Al encontrarlos después de años de búsqueda, la muerte se conmovió y tomó la decisión de facilitarles el trance. Suficiente olvido, agonía, muerte habían sufrido en vida como para tener que pasar por ellos nuevamente. Sin más preámbulo, se los llevó en cuerpo y alma, obviando el consabido papeleo. Al fin y al cabo, nadie, ni el tiempo, notaría su ausencia.
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Universos instantáneos
Simbad
Mira hacia arriba y una nueva voluta de humo escapa de su boca. El rayo de luz que se cuela por la ventana cruza su camino y un universo salido de su aliento se revela en esa nube. Ve un mundo diminuto alrededor de un punto más brillante y sonríe. Acerca la vista e imagina que es Dios. Separa las aguas de la tierra, les da vida, crea plantas, animales e inteligencia a su imagen y semejanza. Observa y piensa mientras la nube se expande. Frunce el ceño, mueve la cabeza y voltea a ver el cigarrillo. Tira la ceniza, lo acerca a sus labios e inhala profundamente. Retiene la respiración unos momentos y sonríe con malicia mientras decide si vale la pena intentarlo de nueva cuenta.
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En secreto
Big Brother
Mientras mantiene los ojos entrecerrados, sus manos se desenvuelven con destreza. Sus dedos pulsan los lugares precisos para arrancarle notas sublimes mientras ambos, en éxtasis, se mecen en cadencia. Oculto detrás de una cortina, el intruso observa atento. No desea interrumpirlos mientras se deleita viendo la apasionada entrega de esa hermosa mujer a su violonchelo.
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Día 17
Tallerista: Carlos Martín Briceño
Minoría
Pepe Le Pew
Fue por el sueño de un mundo mejor y los gritos apagados de los que no tienen voz, por aquellos marginados por sus diferencias y de quienes los demás se apartan. Él también era uno de ellos por pensar de otra manera y negarse a ser parte del rebaño. Desde la izquierda peleó por sus derechos, empuñó el cartel y salió a la calle para enfrentar la intolerancia y la represión. Hoy, su cuerpo soporta la tortura y contiene sus lágrimas mientras lucha por su vida desde el umbral de la muerte.
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La manzana de la discordia
Isishayo
No obstante que el lenguaje de aquella sociedad poligámica era rudimentario, bastaba para comunicarse, mantener buenas relaciones entre todos y generar bienestar y progreso. Había paz y armonía. La gente era feliz y solidaria; las artes florecían, el mundo era hermoso y parecía eterno. El primer lingüista fue el responsable de transformar la belleza de aquel paraíso terrenal: en su intento por enriquecerlo, inventó los posesivos.
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Por andar
Peregrino
Disfruto los árboles del camino, paradero natural con su amplia y fresca sombra, bálsamo para la fatiga física y emocional. El sol parece envidiar tanto su fronda que se cuela caprichoso entre sus ramas y besa ardientemente el suelo y a quien descansa de sus penas y miedos. Yo, como muchos, aguardo el día que se engalane de ocaso para seguir caminando con mi lastre a cuestas hasta allá, donde nadie me conozca ni sepa nada de mí, sicario contrito en busca de redención.
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Obsolescencia
Simbad
—Nuestros antepasados veneraban a sus ancianos. Hoy nos alojan en casas de retiro. Ya no hay decencia ni respeto en este mundo —dijo el nonagenario con cierta tristeza.
Hizo una pausa para dejar a un lado los papeles que revisaba y continuó:
—Pasada la edad productiva, nos consideran tan obsoletos y oxidados como una locomotora de vapor abandonada en un patio de chatarra. Pero la modernidad se olvida de algo—añadió—. Viajar en aquellos viejos trenes era más romántico y aventurado que hacerlo en Internet. Teníamos contacto con nuestros semejantes y los pies bien puestos en la tierra. Eran experiencias reales.
Mientras lo escuchaba, alcancé a ver el título de aquellos documentos que leía:
El Bosón de Higgs y el principio del universo”.
—Fascinante y entretenida lectura —dijo al percatarse —. Se la recomiendo.
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Pájaro de cuatrocientas voces
Cuentacuentos
Mientras redactaba un poema, el monarca de Texcoco miró desde su palacio los jardines que hizo construir. Recordó la muerte de su padre y los años de persecución que forjaron su espíritu guerrero y el despertar del ingenio que lo convirtió en arquitecto y constructor. Sonrió al recordar los baños y el zoológico. También vinieron a su mente el gran albarradón y el acueducto en Chapultepec. Nadie habría esperado que el canto de los pájaros, el aroma y el color de las flores, los árboles y la vida, revelaran sensibilidad en quien se templó al calor del acoso y la guerra con sus enemigos. Tampoco que el halo del triunfo que le devolvió el trono fuera el catalizador que le diera forma y carácter a la obra y la palabra vuelta poesía del rey Nezahualcóyotl. Después de más de quinientos años, sus versos aún perviven.
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Día 18
Tallerista: Elisa Armas
Poeta en ciernes
Valyria
Siempre he soñado con ser poeta, ¿sabe usted? Pero, ¿qué tiempo le queda a una cuando hay que cuidar de noche al más chico de los cinco hijos, que arde como el pabilo de una veladora para San Judas, y estira sus manitas en el delirio de la fiebre? ¿Y acaso puede alguien imaginar versos después de pasar horas preparando tortillas, hundida hasta los codos en montones de harina, tanta que se siente una como extraviada en las dunas blancas del desierto de Samalayuca? ¿O puede una rimar palabras camino del trabajo a bordo de camiones atestados, donde las formas de cada ser humano se confunden y las respiraciones se vuelven una sola? Pero quizá algún día tenga tiempo que dedicar a la poesía, para aprender a leer, y por qué no, a escribir también.
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La gesta
Pseudónimo
Surgida de una idea, letra a letra, la palabra adquirió forma y se percibió sustancia y alma. En el sueño de imaginarse realidad, se hizo tierra, agua, viento y fuego. Jugando con el tiempo a ser pasado, presente y porvenir tomó forma de recuerdo o esperanza. En el trayecto fue hombre y mujer, emociones y pasión. Fue alegría y también dolor. Libre al fin de sus cadenas, salió al mundo a conquistarlo, a correr la aventura de ser y provocar, a enamorar, a derramar una lágrima. Entonces, corrió entre el gentío para reinventarse cada vez que alguien la lee o la esgrime, como espada, como flor, como bálsamo o luz en la oscuridad.
La persistencia de mi memoria
Murata
El silbido anunciaba que el tren partía. Las ruedas empezaban a moverse y no quedaba tiempo. Tuve que elegir entre besarte o tomar una fotografía de despedida. Preferí quedarme con el beso, que llevaré como tatuaje hasta que muera. Es mucho más que una imagen que se diluiría sin remedio con los años.
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Día 19
Tallerista: Paola Tena
Paso fugaz
Pitecantropus
Siempre te busqué sin saber que eras parte de mí. Estabas en mis anhelos, en los recuerdos de lo que habría de ocurrir, en mi futuro. Sé que ahí estabas. Recuerdo las cosas sencillas que compartíamos. Disfrutábamos al salir de viaje, cantar en el camino, recorrer los pueblos pintorescos que encontrábamos al paso, comer en los mercados, platicar con la gente y conocer sus historias, disfrutar un helado o aguas frescas en la plaza, contemplar atardeceres y hablar de libros escuchando música.
Nunca te vi llegar, pero recuerdo el día que apareciste sin saber de dónde venías. Recuerdo ese abrazo espontáneo del primer encuentro que conservó su frescura hasta el final; recuerdo el eco de tus pasos al caminar de la mano. Hoy solo hay silencio. Era más que amistad lo que nos ligaba, hasta hacernos, en poco tiempo, cómplices de la aventura de vivir lo que nuestras realidades y circunstancias nos habían negado. Supimos que ya era imposible separarnos. Me equivoqué.
Desapareciste, sin que te haya visto partir. Sé que aún estás cerca, aunque el latido de un corazón sin ritmo insista en declararte ausente. Tal vez haya sido que te inventé.
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Su primer discurso
Simbad
Las palabras de la inesperada alocución parecían inconexas o un mensaje encriptado. Mas eran una oración con un propósito claro y una sintaxis envidiable que me dejó sin habla, con la boca abierta, un nudo en la garganta y los ojos rasados de lágrimas. Tras reponerme de la impresión, corrí con mi esposa y le repetí lo que había oído decir a Panchito: "Papá, vamos, abuela, rrrrr, ¿si?"
Poco después subimos al auto para hacer aquella visita. Era imposible ignorar tal petición. La duda surgió en el camino, cuando me pregunté si nuestro bebé de once meses, se refería a mi madre o a mi suegra.
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Últimas impresiones
Volkandert
De pronto, una llamarada ensordecedora se apoderó del cielo en el horizonte y la tierra retumbó hasta sus cimientos. Todos los colores del arcoíris destellaron por un instante hasta oscurecer al sol, mientras una espesa nube ascendía desde el suelo para desplegar sus alas en la altura. Tan hermoso como aterrador era presenciar ese espectáculo surrealista de lo que percibí como un fenómeno sobrenatural. No podía creer lo que estaba ante mis ojos. Lloré, y una lástima agridulce me invadió. Lo último que alcancé a sentir fue un profundo escalofrío cuando comprendí. Sé que jamás volveré a experimentar algo igual. La guerra nuclear había comenzado.
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Tempore
Black Dot
Su nombre está oculto entre los signos cuneiformes tallados en la piedra. No es dado a los hombres el entendimiento de esa escritura. Milenios atrás alguien lo escribió para celebrar su grandeza y las portentosas hazañas que marcaron su existencia. Dios o tan solo un hijo de la fortuna, su canto ignoto víctima del tiempo. No es para nosotros, seres comunes, descifrar su origen y número. El único destino que tenemos en común es desaparecer de la faz de la tierra. Nuestra historia y vestigios, como la de aquel Otro, serán enterrados por las arenas de la memoria como todo lo que es efímero.
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Día 20
Tallerista: José T. Espinosa-Jácome (“El último Abencerraje”)
Más allá del otoño
bebé
A medida que leía el diario de mi abuelo, me empeñaba en entender lo que era llegar a viejo. Ya era tarde para hacerlo. El hilillo húmedo y frío que empezó a escurrir por la entrepierna me hizo ver que no era necesario esforzarme más: había llegado el momento de vivirlo.
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Búsqueda silenciosa
Cero
No supe qué buscaba el abuelo y fallé en mi encomienda: Se fue.
Sobre su cama dejó una nota: "Es el cansancio físico, mi pensamiento menguado. Una mecedora en la terraza, gente que no hace caso, la vida hacia atrás; la vejez”.
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Optimismo
Pseudónimo
Los dos ancianos se miraron a los ojos, como reflejo uno del otro. Sonreían con desconcierto y se encogieron de hombros al conocer la noticia. El confinamiento a causa de la pandemia no significaba cambios en su vida. Olvidados por todos, sin recursos y enfermos, cada mañana hacían apuestas sobre la llegada de la muerte. Estaban de plácemes. La aparición del virus renovaba sus esperanzas cuando descubrieron que las probabilidades de tener éxito en su intento iban en aumento día con día.
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Coordinación de La Marina 2020.
15 de April de 2021 / 06:16
15 de April de 2021 / 06:16
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