La dicha en el lado oscuro de la luz, por Pseudónimo

Quien lee un libro recupera fragmentos de otros ya escritos.
Una luz en la oscuridad no ahuyenta al miedo, lo hace invisible.
No hay dicha si antes no se ha probado el dolor. Una mordida basta.
Cuando veo a un niño, estoy ante el futuro.
En el querer, para unos la mujer es divina y el hombre, terrenal. Para otros es a la inversa. En el amor, ambos son iguales.
El buen vino tiene moléculas de tiempo.
Un escritor común emula al mosquito: se posa en otros y succiona sangre para vivir. El buen escritor la crea en un laboratorio ficticio.
Un telescopio pone las estrellas al alcance de la mano, mas no al revés.
Sospechar mina la confianza. Confiar es esperar que en los dados salga un doble seis.
Quien haya descubierto el fuego halló un esbozo del infierno.
El que planta un árbol echa raíces en la tierra.
Cuando escucho el reloj, descubro que el tiempo camina a saltos.
Ser pequeño no me importa. Soy igual que los demás, solo que más concentrado.
Usar gafas es engañar a la vista.
Tener lectores significa, para quien escribe, contar con cómplices.
Los árboles son contradictorios. Siempre caminan en dirección opuesta en la calle.
Siempre habrá nuevas versiones del pasado. Del presente solo una. Del futuro, ninguna por el momento.
La dicha no es aquel campo florido, es la satisfacción de conocer la vereda. Siempre habrá manera de llegar a él.
Finalmente, quien imita a Borges se engaña a sí mismo.

Jazz, por Murata

La tarde declinaba en mil colores aquel día de verano. Frente a nosotros apareció el pequeño bar aledaño a Bourbon Street. Una mesa cercana al piano era lo indicado para escuchar y platicar. Charlamos sobre lo que suelen hablar quienes están interesados uno en el otro, en espera de que empezara la música. Más tarde, mientras el vino alegraba nuestros corazones y los dedos maravillosos del pianista flotaban sobre el teclado, nuestra imaginación volaba tan lejos como nuestras anclas terrenales lo permitían. Entonces surgió esa interpretación mágica de Summertime. Se rompieron las amarras y fuimos más allá de lo conocido. Aun cuando ya es otoño, no hemos hallado la manera de encontrar el camino de regreso. Tampoco es lo que más nos interesa.

Abandono, por Hoja en Blanco

Llego de la calle, con la ropa y el cabello que escurren esta lluvia fría que no para. Con truenos y relámpagos que cimbran mis pasos y mi pecho. Con las alas de la ilusión despedazadas. Entro al vacío de cuatro paredes a la que llamo casa, hogar y en el que nadie me espera. Donde los sueños se empolvan; son basura que se acumula en un rincón. Me cambio de ropa. Me seco el cabello vuelto una maraña de nudos y canas. Me tumbo en el sillón y apunto el control a la tele para que la realidad trucada que me vende adormezca mis sentidos. Se corta la corriente eléctrica. Suelto una palabrota de barriada. No me muevo, en espera de que vuelva, pero la ingrata se ha marchado, como tantas otras que prometen volver y no lo hacen. Busco una vela para iluminar mi oscuridad y entonces lo descubro; allí, mirándome con sus pequeños pero expresivos ojos. Las orejas erguidas, el bigote tieso y vibrante. Nos miramos en una súplica perenne. No me mates, dice él. No me dejes solo, digo yo.


La partida, por Gesel van God

Las horas bailaban al ritmo del péndulo de un viejo reloj de pie. El hombre las acompañaba con un lento vals y la lectura en el sillón bajo una lámpara, tan antigua y tenue como sus recuerdos. Al verla llegar, sonrió plácidamente antes de decirle:

–Querida, ¿puedes apagar la luz antes de irnos?

Tomados de la mano, partió con ella y la conciencia tranquila. El reloj se detuvo, las notas callaron, el libro se cerró.

Tango, por Tangó

Los patios desprenden ese perfume intenso a jazmines que alborota la noche porteña, mientras ella camina presurosa y sus tacos altos resuenan sobre la callejuela empedrada. De repente, la mujer se detiene en la vivienda de la ventana encendida que deja ver, tras las cortinas, a un hombre ensimismado frente al piano.
Llama a la puerta. La luna se esconde tras la bruma que viene del rio, no desea iluminar la escena. Sorprendido, el hombre demora en abrir:
—Vengo del arrabal: traigo acordes, nostalgia y dolor —dijo la musa.

Retorno, por Black Dot

Soy yo, madre ¿Me escuchas? Larga tus brazos y arrópame con ellos. Me he dejado la vida en los huesos que ya no duelen y se quiebran. Abre tu regazo, recíbeme en tu seno. Cobija este cuerpo con tu dulce caricia de durazno en flor. Soy yo que repto a tus pies, serpiente sin edén. No me preguntes de que ha servido lo que acumulé: el prestigio, el orgullo, lo material. Nada de lo que fui soy. Al final vivir es un sueño breve. Regreso a ti madre desnudo y solitario a la nada del mundo..
Jorge Oropeza
07 de April de 2021 / 04:53
Selecciones día 3 de marzo: suerte a todos! 07 de April de 2021 / 04:53
Jorge Oropeza
 

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