A la Porra mis votos
Enredo existencial
Aplacate
Cruzas la calle corriendo, un ficus carica te corta el paso, lo esquivas, llegas hasta la puerta y te pegas al timbre. Sopla el aire y las ramas de un árbol truenan sobre tu cabeza; levantas la vista, tiemblas, se te hace un vacío en el estómago. Le queda poco tiempo de vida. Suena la chicharra, se abre la puerta.
Al miércoles siguiente, llegas diez minutos antes a tu cita. Frente a la puerta, te levantas discretamente el suéter y de la cintura sacas unas poderosas tijeras, dos, tres, cuatro tajos nada más. Pegas el dedo al timbre, suena la chicharra, se abre la puerta.
Durante todo el invierno desenvainas tu aguzado instrumento cada semana y podas el enredo que asfixia al enorme árbol. Una mañana de marzo miras que brota el primer higo de la temporada. Pegas el dedo al timbre, suena la chicharra y entras al consultorio por tu alta psiquiátrica.
Amenazas callejeras
Pingüino
Conversaba con mi novia cuando me preguntó:
—¿A dónde vas ahora? —Al cajero automá… —Un fuerte golpe interrumpió mi respuesta. Caí al suelo, sangraba por la nariz.
No era la primera vez que uno de esos infelices se cruzaba en mi camino y me agredía. Alguien debería poner orden, enseñarles a respetar y a comportarse con civilidad. Enviar mensajes de texto mientras camino por la calle se ha vuelto peligroso con tantos árboles sueltos por ahí.
El poder de la naturaleza
Telares
De chica mi abuela me llevaba a un bosquecito cercano a abrazar los árboles. Aseguraba que transmiten energía de la madre tierra y nos ayudan a enfrentar la vida. Sigo haciéndolo cada vez que estoy triste. Ahora me aferro al poder sanador de un viejo roble. Él conoce mi desasosiego. Parece que inclinara su copa para cobijarme y me rodeara con sus ramas protectoras. Lloro, y mis lágrimas se confunden con las gotas de melaza que emanan del tronco. Le entrego mis pesares y el árbol me estrecha con una fuerza desmedida. Forcejeo. Me aprieta más y más. Desaparece el suelo cubierto de hojas bajo mis pies. Desesperada, pataleo en el aire, pero es inútil, su asfixiante corteza me absorbe y me fundo en el torrente de su savia. Ya no siento miedo ni angustia. Ni nada..
Aplacate
Cruzas la calle corriendo, un ficus carica te corta el paso, lo esquivas, llegas hasta la puerta y te pegas al timbre. Sopla el aire y las ramas de un árbol truenan sobre tu cabeza; levantas la vista, tiemblas, se te hace un vacío en el estómago. Le queda poco tiempo de vida. Suena la chicharra, se abre la puerta.
Al miércoles siguiente, llegas diez minutos antes a tu cita. Frente a la puerta, te levantas discretamente el suéter y de la cintura sacas unas poderosas tijeras, dos, tres, cuatro tajos nada más. Pegas el dedo al timbre, suena la chicharra, se abre la puerta.
Durante todo el invierno desenvainas tu aguzado instrumento cada semana y podas el enredo que asfixia al enorme árbol. Una mañana de marzo miras que brota el primer higo de la temporada. Pegas el dedo al timbre, suena la chicharra y entras al consultorio por tu alta psiquiátrica.
Amenazas callejeras
Pingüino
Conversaba con mi novia cuando me preguntó:
—¿A dónde vas ahora? —Al cajero automá… —Un fuerte golpe interrumpió mi respuesta. Caí al suelo, sangraba por la nariz.
No era la primera vez que uno de esos infelices se cruzaba en mi camino y me agredía. Alguien debería poner orden, enseñarles a respetar y a comportarse con civilidad. Enviar mensajes de texto mientras camino por la calle se ha vuelto peligroso con tantos árboles sueltos por ahí.
El poder de la naturaleza
Telares
De chica mi abuela me llevaba a un bosquecito cercano a abrazar los árboles. Aseguraba que transmiten energía de la madre tierra y nos ayudan a enfrentar la vida. Sigo haciéndolo cada vez que estoy triste. Ahora me aferro al poder sanador de un viejo roble. Él conoce mi desasosiego. Parece que inclinara su copa para cobijarme y me rodeara con sus ramas protectoras. Lloro, y mis lágrimas se confunden con las gotas de melaza que emanan del tronco. Le entrego mis pesares y el árbol me estrecha con una fuerza desmedida. Forcejeo. Me aprieta más y más. Desaparece el suelo cubierto de hojas bajo mis pies. Desesperada, pataleo en el aire, pero es inútil, su asfixiante corteza me absorbe y me fundo en el torrente de su savia. Ya no siento miedo ni angustia. Ni nada..
Alux
17 de March de 2021 / 10:53
17 de March de 2021 / 10:53
Para poder escribir en la Marina, tienes que registrarte como usuario o ingresa.