La Marina de Ficticia
MINIFICCIONES FINALISTAS DE FEBRERO DE 2021

Tema: Los árboles me dan un poco de miedo
Juez: Norah Scarpa Filsinger, escritora argentina


Día 1
Tallerista: Carmen Simón

El poder de la naturaleza
Telares

De chica mi abuela me llevaba a un bosquecito cercano a abrazar los árboles. Aseguraba que transmiten energía de la madre tierra y nos ayudan a enfrentar la vida. Sigo haciéndolo cada vez que estoy triste. Ahora me aferro al poder sanador de un viejo roble. Él conoce mi desasosiego. Parece que inclinara su copa para cobijarme y me rodeara con sus ramas protectoras. Lloro, y mis lágrimas se confunden con las gotas de melaza que emanan del tronco. Le entrego mis pesares y el árbol me estrecha con una fuerza desmedida. Forcejeo. Me aprieta más y más. Desaparece el suelo cubierto de hojas bajo mis pies. Desesperada, pataleo en el aire, pero es inútil, su asfixiante corteza me absorbe y me fundo en el torrente de su savia. Ya no siento miedo ni angustia. Ni nada.

***

Cambio climático
Corteza de roble

Aquel árbol parecía la mano de un muerto escapando de la tierra: seco, con los brazos como dedos crispados, arañando el cielo.

—Córtalo de tajo antes de que logre su propósito —le pedía siempre a mi marido.

Él me miraba atufado, tumbado en el sofá y con el control de la tele en la mano.

—Estás loca —gruñía negándose—. Sólo es un estúpido árbol muerto.

Sé que debí insistir, enfadar a mi marido con la misma cantaleta, pero la desidia es un mal contagioso y pagamos las consecuencias. La garra siniestra salió, exigiendo la tierra como suya. Cientos de árboles muertos la seguían, sedientos de nuestra savia. Dicen que el fuego podría ser la única salvación, pero ahora sufrimos lluvia sin tregua. No hay refugio seguro. No hay escapatoria. No hay paz.

***

La esperanza muere al último
bebé

Cuando vio cercana su muerte, tomó la navaja, hizo una incisión en el tronco y realizó el injerto. Ya verían esos incrédulos vecinos, cuando el viejo olmo produjera peras.

***

Amenazas callejeras
Pingüino

Conversaba con mi novia cuando me preguntó:

—¿A dónde vas ahora? —Al cajero automá… —Un fuerte golpe interrumpió mi respuesta. Caí al suelo, sangraba por la nariz.

No era la primera vez que uno de esos infelices se cruzaba en mi camino y me agredía. Alguien debería poner orden, enseñarles a respetar y a comportarse con civilidad. Enviar mensajes de texto mientras camino por la calle se ha vuelto peligroso con tantos árboles sueltos por ahí.

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Linaje real
Simbad

La vida bajo su sombra era inquietante. Todos los frutos del árbol genealógico habían muerto de hemofilia.

***

Árbol de la vida
Black Dot

Sus raíces horadan la profundidad y, como si se tratase de una construcción arqueológica, van penetrando en los huecos más ínfimos hasta formar parte del mismo cuerpo, hasta ser uno y el mismo. Un joven aprovecha la oscuridad y el silencio de la noche; se recarga en el árbol que crece junto a la tumba de sus padres. En ese tronco puede percibir la savia que asciende, empujada por el corazón de ellos que late desde dentro de la tierra.
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Día 2
Tallerista: Fernando Tamariz

Cambio de opinión
bebé

Debía escribir acerca del miedo a los árboles para un certamen literario. Era imposible. No podía hablar mal de ellos ni había motivo para temerles. Por el contrario, eran dignos de mi admiración, cariño y toda mi confianza. Tanta fe les tenía, que solo el concurso me hizo percatarme de que nunca había sido correspondido. Dudé y me hice mil preguntas hasta darme cuenta de que son displicentes, engreídos y disimulan su desprecio con altivez. Hoy les temo por ladinos. Alguna oscura intención han de ocultar. Ya encontraré alguno al que, sierra en mano, haga confesar.

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Indeciso
Pitágoras

Cada vez que tiene que tomar una decisión complicada se imagina trepando un árbol y le da miedo. Titubea y le sudan las manos. Subir al tronco se le dificulta. Luego, a medida que avanza y debe optar por una rama u otra, duda. Cerca del final le es más difícil mantener el equilibrio, siente que la gravedad lo jala con mayor intensidad. Por lo regular, termina en el suelo, derrotado, con algunos planes y sueños rotos. No tiene cabeza para eso. No escarmienta. Desde niño ha caído de testa cada vez que intenta subir al encino que hay en el jardín.

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Fobia
Corteza de roble

Los árboles me perturban. Tan altos, tan fuertes, con esos brazos extendidos que a otros invitan a abrazarlos. No a mí, yo los prefiero muy lejos. Allá en sus bosques, donde no estimulen imaginaciones. A mí déjenme un jardín normal, con setos pequeños y ramas frágiles de las que jamás podría colgarme.

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Raíz profunda
Black Dot

Lo trajo mi padre, era una simple vara verde. Herimos la tierra para enterrarlo y creció bajo nuestros cuidados. Todo ha cambiado desde que mi madre se fue con el señor que la visitaba cuando papá salía de viaje. A nadie le importa ya nuestro árbol. Sus hojas invaden los lugares más recónditos de mi memoria donde, para siempre, he de ver a papá colgado de una las ramas.
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Día 3
Tallerista: Jorge Oropeza

Árbol que crece torcido...
Lafitte

Mi abuelo conocía muy bien a todos los árboles del vecindario. Desde que los sembraron, les puso nombre, los vio crecer y guardaba gratos recuerdos de ellos. Solo había uno que le producía angustia y temor. Sabía que terminaría mal. Incitado por el viento de una noche tormentosa, sus torcidas ramas dañaron la fachada de una casa, rompieron los vidrios e irrumpieron en su interior. Acusado de allanamiento de morada, averías en propiedad ajena y daño sicológico a la familia, Ramón Encino fue abatido, cercenado y sus restos, arrojados a la hoguera.

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Touché!
Isishayo

Todas las mañanas, salía al patio y daba unos golpecitos en la base del árbol con el bastón. Sabía que la muerte estaría cerca cuando sonara hueco. Esa la tarde, sus nietos fueron a visitarlo y a jugar con él. Durante un duelo con espadas de madera, el más pequeño golpeó accidentalmente el tronco del árbol. Atraídos por el sonido que parecía de un tambor, los niños lo siguieron tocando y reían mientras continuaban la lucha, ajenos al miedo que invadió al hombre al sentir que era alcanzado por una estocada en el pecho.

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El Jénezis
Pitágoras

Los cálculos de Dios tenían un error. Los árboles tomaban posesión de toda la tierra sin control. Al verlo, tuvo miedo de que acabaran con su obra. Entonces creó a los animales para que se alimentaran de ellos y limitaran su propagación. Nuevamente sus previsiones fallaron y estos se esparcieron por todos los continentes como plaga.

Al día siguiente se le ocurrió la solución. Con arcilla modeló a un ser a su imagen y semejanza. Él debía ser capaz de resolverlo y borrar todos sus errores previos, empezando por el nombre de la historia.

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Fruta de la imaginación
Black Dot

Durante el día los árboles son hermosos; llenos de vida y aves que retozan en sus nidos. Los chicos que descubren el amor por primera vez los marcan con las iniciales de sus nombres y eso es lo que queda de ese primer beso, de la primera caricia. La memoria de algo esplendoroso y mágico. Sin embargo, cuando cae la noche repta por las raíces de los árboles, asciende por el tronco para mecer las ramas que se proyectan como malignos brazos en las habitaciones de todos los niños, sembrando pesadillas que los acompañaran por el resto de sus días.
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Día 4
Tallerista: Marcial Fernández

En alas
Corteza de roble

Las risas de Clarita se apagaron después de su caída. Esa misma semana, sus padres mandaron tirar el árbol y los niños del barrio no tuvieron ya uno para trepar y divertirse entre sus ramas.

—Todo por tu culpa —le reprocharon a Sandra.

—¿Yo qué? Ella dijo que volaba.

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Escrúpulos
Simbad

Al igual que a Borges, los árboles me dan un poco de miedo —dijo el leñador—.
Son tan hermosos que a veces da pena cortarlos.

—Sí, lo entiendo —respondió el escritor—. Ahora imagine lo que yo siento cuando me veo obligado a escribir sobre sus entrañas.

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Sauce que llora
Black Dot

A la orilla de un oasis se encuentra un árbol hermoso, pero terrible, del que cuelgan los rostros de todos los hombres. Si uno se atreve a descansar a su sombra no logra conciliar el sueño. Es posible que sea por el estruendo de los granos de arena que chocan al crear el tiempo o, quizá por el horror de las hojas que gimen al caer de este árbol.

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El árbol (de Elena Garro)
Pseudónimo

Después de contarle del asesinato que había cometido y del árbol al que le hizo la confesión, añadió:

—Y se secó, Martita, el árbol se secó.

Las palabras de Luisa sonaban como una explosión. Traspasaron el aire, la puerta y sus oídos hasta alojarse en la cabeza y trastornarla. La imagen del árbol, que murió tras escuchar ese secreto del que ella también acababa de enterarse, era perturbadora.

Al igual que éste, Marta terminó tan seca como cualquiera que se queda sin sangre cuando un cuchillo le traspasa las entrañas.

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Esquí invernal
bebé

Las avalanchas eran su mayor temor cuando practicaba su deporte favorito. Jamás creyó que los árboles fueran dignos de ser temidos. Sus creencias cambiaron cuando, perseguido por toneladas de hielo y nieve, uno de ellos, firme y robusto, le salió al paso para cuestionarle su arrogancia y desdén.
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Día 5
Tallerista: Daniel Frini

Acto criminal
Pitágoras

El cadáver, amordazado y con mutilaciones, fue encontrado bajo los pies del viejo fresno. Después de exhumarlo y practicarle la autopsia de rigor, recibió cristiana sepultura. No fue preciso investigar demasiado para hallar al culpable, quien fue aprehendido y sometido a juicio. En consecuencia, el árbol fue trasplantado al patio central, condenado a prisión perpetua por secuestro, tortura y asesinato.

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Impulso
La ausente

Es tan hermoso, tan solemne y exuberante que me estremezco cada vez que lo contemplo. Pero debo reconocer que a veces su imponencia me da miedo. Llego hasta él y acoplo mi mano sobre su piel y siento sus latidos acompasados como un tambor que retumba en mis palmas. La rugosidad de su piel estimula mis sentidos y deseo abrazarlo y entregarme a sus asperezas.
Mañana treparé hasta lo más alto de sus ramas y sé que me obsequiará ese fruto que nos ha sido prohibido.

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Una mala experiencia
Corteza de roble

¡Ah, los árboles! Tan lindos, protectores con sus maravillosas frondas. Aunque, también dan un poquitín de miedo al adoptar formas un tanto caprichosas. Como aquella horqueta a la que de niño quería trepar, resbalé perdiendo el apoyo bajo mis pies y no sé qué movimiento hice que quedé precisamente colgado (por el cuello) de ella. Toño, mi primo, metido en el face ni se dio cuenta. Mis patitas temblaban en el aire y ni pio pude decir. Afortunadamente salió la tía Esperancita, a ver qué estábamos haciendo y me rescató. De haber salido la tía Angustias… bueno.

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Fechas especiales
Black Dot

Teníamos un árbol al frente de nuestra propiedad. Me gustaba tanto. Lástima. Desde aquel aciago día, solo puedo recordar el daño ocasionado. Como si un gigante hubiese enredado el auto alrededor del hermoso tronco. Todo humo, sangre y vidrios rotos donde empiezan sus raíces. Lo único bueno son los juguetes y ofrendas que dejan las personas en los aniversarios de aquel accidente.

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Virtudes arbóreas
Volkandert

De entre todos los árboles, admiro al roble por su fuerza, y al pino, por su rectitud. Mientras tanto, me atrae la solemnidad del ciprés y vería como una bendición poseer la elegancia del cedro. Desearía estar hecho de sus mismas maderas; pero, para mí, sería una pena llevar encima la tristeza del sauce llorón, y terrible ser un pedazo de alcornoque.
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Día 6
Tallerista: Daniela Truman

Paisaje con llamas
Black dot

Es tan fácil ver los resultados de nuestro avance. Las ciudades se levantan donde antes había hermosos árboles que bordean donde los bosques empiezan porque, claro está, queremos vivir pegados a la naturaleza. Disfrutar de un hermoso paisaje, pero sin moscos ni criaturas fastidiosas. Entonces tiramos todo lo verde y construimos nuestros vecindarios y nos ponemos a vivir ahí, cerca de la naturaleza, pero sin que esta nos moleste con sus inconvenientes. Y así, un día vemos como todos nuestros sueños se van, literalmente, al infierno cuando la foresta se convierte en una grandiosa pira.
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Día 7
Tallerista: Mónica Brasca, en sustitución de Carlos de Bella (“Sapo”)

Mayorazgo
Manlyf

El día que caí por las escaleras mi hermano dijo de enterrarme a los pies del roble. Era un árbol antiguo, como nuestro linaje, a cuyos pies el primogénito debía sepultar, de forma simbólica, lo más preciado. Ahora el mayor era él y me enterraba a mí.

En estos años he aprendido a mover las ramas y fortalecer las raíces.

Espero el momento en que se siente bajo mi sombra; desde la misma noche en que me empujó, echo en falta estar junto a él, al fin y al cabo, es mi hermano pequeño y le debo el abrazo de su vida.

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Luces y sombras
Corteza de roble

Durante el día, aquel camino bordeado de árboles era el marco perfecto para fotógrafos, pintores y video aficionados. Al llegar la noche la niebla reinante entre su fronda y los añosos troncos, hacía que se disparara la fantasía. Muchos aseguraban haber visto hombres que habían sido ahorcados allí durante la revolución. Unos decían que eran cuentos y se burlaban, pero otros les tenían respeto. En el silencio más profundo se escuchaban sollozos, lamentos y estertores que iban apagándose. Como los míos.

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Bluetooth
Big Brother

Una voz clara surgió del árbol que mi vecino solía abrazar todas las mañanas:

—Gracias, me hacía falta un abrazo así, amigo. Mañana te daré uno igual.

El pobre hombre dio un salto y salió corriendo mientras gritaba incoherencias. Jamás he vuelto a verlo. Quizá hasta se mudó a otro vecindario donde no haya bromistas como yo, que esconden altavoces inalámbricos en los árboles.

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El efecto mariposa
Lafitte

Todo iba bien en el festival escolar del Día de la Primavera hasta que Claudia, vestida de mariposa, tropezó y empezó a llorar. Miguel se puso nervioso, se le olvidó lo que tenía que decir y se desvaneció sobre uno de los pinos de utilería que, como fichas de dominó, se nos vinieron encima. Desde entonces, guardo una respetable distancia cuando hay árboles a la vista, sobre todo si alguna torpe mariposa revolotea por ahí.

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Final infeliz
Vance

Huyeron de su pueblo devastado por la guerra, escapando de los nazis. Se adentraron en el bosque. Aunque el padre aseguraba conocerlo desde pequeño, en algún momento se perdieron. A lo lejos se oían los ladridos de los perros y los gritos de sus perseguidores. Continuaron hasta llegar al borde de un estrecho cañón que debían cruzar para encontrar la libertad. Para su suerte, un gran pino cercano se inclinó hasta alcanzar la otra orilla, movió sus ramas y les franqueó el paso. Cuando estaban a punto de llegar, el árbol repentinamente regresó a su posición original y lanzó a la familia entera a los pies de sus captores. Por esa razón desconfío de los árboles. Aún cuando son nobles, resultan ser cobardes. El terror los paraliza cuando se aproximan los perros.
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Día 8
Tallerista: Dolores Díaz A. (“Tequila”)

Testigo mudo
Corteza de roble

De chicos, después de la escuela, siempre se escapaban para ir a jugar al árbol grande. Que a las escondidas, que a subir más alto; que a la roña entre las ramas. Con el paso del tiempo, la inocencia de sus juegos también fue cambiando. Él se convirtió en un hombre grande y fuerte. Ella, en una mujer linda, frágil. Por ser varón y tener más poder, se sintió con derecho a forzarla. Una astilla con punta aguda, liberada por el tronco, fue el arma precisa para atreverse a gritarle que no era así. A la primera embestida, ella se la enterró en la yugular.

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El árbol prohibido
Serpico

Todos en el pueblo le tenían un miedo reverencial desde que apareció el cadáver a sus pies hace años. Se tejieron mil historias y la incertidumbre permeó por toda esa región cenagosa y húmeda. Los rumores decían que era demoníaco y que quien se acercara a él y probara sus frutos, moriría sin remedio.

Cierto día, cuando el pantano empezó a secarse, emergió un brazo putrefacto en medio de la bruma. Sostenía aún el trozo macilento de aquella fruta que revelaría la verdad. Los asesinos eran los gases emanados de aquel sitio, el miasma producido por los cuerpos de los infelices viajeros que no resistieron la tentación de probar esos apetecibles bocados desde tiempos inmemoriales.

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Los emisarios de Marte
Gesel van God

Son ellos quienes han auspiciado la guerra desde el principio. Palos, lanzas, arcos, flechas y ballestas salieron de sus ramas. Arietes, catapultas y navíos surgieron de sus troncos, al igual que sus mástiles y remos. Potros, cadalsos, guillotinas y sillas eléctricas también fueron de madera. Son ellos, los árboles, los verdugos de tantos hombres y mujeres inocentes que han muerto por su instinto belicoso y vengativo. Desde el bronce hasta el acero y lo que vino después fueron, simplemente, mejoras tecnológicas.
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Día 9
Tallerista: Lucía Casas Rey

El viejo roble
Pseudónimo

En su tronco, entre otras heridas y cicatrices, los corazones flechados son la crónica de pretensiones y amoríos. Guarda todavía el recuerdo ingrato de los justos y pecadores que han sido colgados de sus ramas. Por su savia corre aún la sangre de quienes, por asuntos de honor o faldas, la derramaron a sus pies. Entre sus raíces yacen otros tantos ya ausentes por desacuerdos y rencillas, en tanto que, bajo su sombra, se han revelado verdades, conocido indiscreciones y consumado amores. Desde tiempos remotos, todos en el pueblo le han temido: sabe demasiado.

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Ad cautelam
Melón

Al verlos desde la ventana, tiesos e impasibles, soportando malos tratos y las inclemencias del tiempo, todo me fue más claro. Entendí por qué los árboles continúan ahí, de pie, después de que ellos poblaron la Tierra antes que nosotros, nos dieron cobijo cuando entramos en escena, convivimos y fueron de gran ayuda en nuestras empresas a costa de su destrucción paulatina.
A partir de ese momento empecé a desconfiar de ellos, de su silencio y aparente resignación. Estoy atento desde entonces. Por las noches, los crujidos de sus ramas me inquietan. Los rostros y las miradas que esconden sus troncos me revelan que nos observan, dispuestos a caernos encima, en cualquier momento, con esos brazos retorcidos como sus intenciones. He visto miles reunidos en el bosque urdiendo planes, en la ribera del río hurtando el agua, enraizados, apropiándose de la tierra y extendiéndose, robándonos la luz. No me queda duda de que son astutos y pacientes: conspiran en contra nuestra.

Antes de que tomen venganza, me adelantaré. La sequía en esta época del año está de mi lado. Unos cuantos litros de gasolina bastarán para echar por tierra sus planes malévolos y prevenir al mundo. La humanidad me lo agradecerá.
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Día 10
Tallerista: Tomás del Rey

Cazador
Corteza de roble

Los niños dibujaron en la arena un gran árbol. Con sus pies y manos le dieron un exuberante follaje. Desde la colina un hombre los observaba. El árbol casi respiraba de lo real que se veía. Miró en torno. Estaban solos. Al verlos correr al agua para jugar con las olas, de sus ropas sacó una navaja. Sonriente, se aprestó a destruir la obra de los chiquillos. Apenas tocó el dibujo, sus ramas cobraron vida; húmedos y fuertes brazos lo sujetaron, arrebatándole la navaja. Sus esfuerzos por escapar eran vanos. La arena se le escurría entre los dedos, pero ella lo lastimaba, inundando su garganta para que no gritara: las raíces se lo tragaron. Los niños siguieron jugando.

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La tercera ley de Newton
Johnny Pinto

Tras la última pincelada, se retiró unos pasos para admirar su obra. Era perfecta; tan hermosa que tuvo temor de que fuera descubierta por ojos profanos y la escondió. A la mañana siguiente descubrió a una pareja desnuda que se daba un festín con los frutos de aquel árbol. Colérico ante el ultraje, expulsó a los dos pillos de la pintura y los trasladó a un lienzo en blanco. Así empezó todo.

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En el límite del patio...
Pseudónimo

Una corazonada le decía que su vida estaba ligada al árbol que crecía al fondo de la propiedad. De una de sus ramas colgó su primer columpio y de ahí salió también aquella resortera. Más adelante, al treparlo y caer, sufrió la primera fractura. Se inició en el amor a sus pies y tuvo ideas vanguardistas al estudiar bajo su sombra. En los momentos difíciles, encontraba en él al amigo en quien confiar y en la crisis de su depresión, también halló la rama ideal para su horca.

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Taxi driver
bebé

Cuando Borges escribió en “La dicha” que los árboles eran hermosos, es claro que él no experimentó lo mismo que yo, cuando uno de esos imbéciles eucaliptos tuvo la genial idea de caerse cuando iba pasando con mi auto. De no haber sido por unos cables eléctricos que retrasaron un segundo la caída, yo habría terminado aplastado, como el infeliz que llevaba detrás de pasajero. Él ya no tiene motivo para tenerles miedo. Yo sí, por más hermosos que sean.
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Día 11
Tallerista: Carlos Bortoni

Los primeros
Black Dot

En un jardín una pareja come del fruto que un reptil les ofrece.

—Lo arranqué del árbol prohibido —dice la serpiente, su viperina lengua ondulando y el suave cuerpo enredado en el sensual muslo diestro de la mujer.

El sabor es excelente. Al probar bocado el hombre sufre un deseo avasallador por la fémina; una erección dolorosa e insinuante que confunde sus sentidos. La mujer llena de lascivia no puede evitar que la pasión se desborde. Sin saberlo, Adán y Eva, son los primeros en experimentar con los alimentos afrodisíacos. Nueve meses después, también las consecuencias.

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Espejismos
Pi

Ante su insistencia, el gran árbol le permitió ascender hasta lo alto de su copa. Desde ahí pudo ver detrás de las montañas e indicarle a su pueblo el camino al paraíso. Todos emprendieron la marcha, a excepción suya. Cautivo entre las ramas de la ilusión, no ha logrado aún poner los pies sobre la tierra.

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Análisis de riesgos
bebé

Los árboles dan un poco de miedo, y son tan hermosos, que preferí arrollar al pobre hombre que cruzaba la calle que estrellarme contra aquellos robustos cedros. Las reparaciones del auto saldrían más baratas y yo tendría más posibilidades de resultar ileso. Borges tuvo razón. A causa de ello, fue la víctima.

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Temores fuera de este mundo
Murata

Jamás habían visto seres tan extraños y variados como esos. En su recorrido encontraron que había millones esparcidos por doquier. Los había de todos tamaños y formas, poseían incontables extremidades y eran casi inmunes a sus balas. Reservados y discretos, parecían tener los pies bien puestos en el suelo, ser equilibrados y ecuánimes; o taimados quizás. Les pareció extraño que, a diferencia de otras especies, no hubieran mostrado temor alguno al verlos llegar y se preguntaron si estarían preparados para su arribo. Temiendo que fuera una trampa, emprendieron el vuelo de regreso. En su informe al alto mando recomendaron cancelar los planes de invadir la Tierra. Por su serenidad y autocontrol, los árboles serían un enemigo tenaz y difícil de vencer.

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Revancha
Celecanto

En un principio, el mundo estaba cubierto de ellos. Pero llegaron el hacha, el fuego, la sierra y despejaron el terreno de edificios y ciudades para dar paso a los árboles.
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Día 12
Tallerista: José Luis Sandín (“El águila descalza”)

Fruto de la ley
Black Dot

—Yo no tengo la culpa. Es la naturaleza misma. —Se quiso defender el hombre.
—¿Pero es usted quien mató a la víctima? —interpeló el fiscal.
—Sí, eso no lo niego, aunque no es mi culpa; como dije antes, ¡qué poder tenía yo para resistir!
—Bueno, ¿le disparó al occiso? —exigió el acusador.
—Sí, le disparé varias veces, hasta que cayó muerto.
—Entonces usted lo mató, ¡déjese de tonterías! —repuso el agente del ministerio público, dando un manotazo en el escritorio.
—Señor juez, yo no soy el culpable. El malhechor es mi árbol genealógico, que está lleno de asesinos ilustres.
—¡Inocente! —declaró el juez, que imaginaba las ramas de ese árbol asfixiándolo en un abrazo mortal.

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Stan
Serpico

Caía la noche. Las aves escapaban en la penumbra en busca de refugio. Poco después los árboles cobraron vida. Batían sus brazos animados por la violencia del viento. Desenterraron sus patas añosas, se desprendieron de ataduras dando saltos y se tambaleaban, amenazándome. Tuve miedo, más del que me cabía en el pecho. Corrí, tropecé y caí varias veces mientras sus zarpas parecían alcanzarme. Huí sin rumbo, ciego y agotado, hasta que mis temores cesaron de pronto, cuando recibí el golpe en la cabeza.

Al despertar, mis salvadores curaron mis heridas y no quisieron hablar de lo sucedido. Aseguraban no saber de miedos, horrores o tragedias. Tampoco de árboles que caen ni de huracanes, aunque el terror se reflejaba aún en sus rostros.

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Recelo
Corteza de roble

Me he perdido en el bosque y me siento inquieto. El día avanza, se me agota el agua, la luz y, por más que trato de ubicarme, no sé dónde está el camino de regreso. Miro los árboles, sus sombras se alargan. Esa manera en que los brazos se encuentran y enredan sus hojas, no me inspiran nada bueno. Tengo miedo porque escucho cómo susurran entre ellos. Algo traman.

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Conciencia tranquila
Pseudónimo

El frío calaba en los huesos y la bruma hacía incierto el panorama. Los árboles frente a su ventana, con sus ramas desnudas, le recordaban al general los brazos en alto de aquellos que se atravesaron en su camino al poder. Sin dudarlo, ordenó deshacerse de ellos también, aduciendo que le impedían ver con claridad hacia el futuro.
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Día 13:
Tallerista: Laura Elisa Vizcaíno

La vida secreta de los árboles
Pitecantropus

A medida que leía el libro de Peter Wohlleben mi admiración iba en aumento. Página tras página me fui enterando de sus sociedades secretas. Entendí cómo crean lazos entre ellos, se comunican y protegen mutuamente, en silencio aparente. No están empeñados en hacer y tener, sino en fortalecerse y resistir. Dentro de cada especie, colaboran sin competencia, comparten en lugar de acaparar, y su esencia es, simplemente, ser y perdurar en paz con el entorno. Al final concluí que, encima de ser hermosos, habría que temerles un poco también. Los árboles son más inteligentes de lo que suponemos y, tal vez, más sabios que nosotros mismos: su escala de tiempo y lenguajes van más allá de los humanos.

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Cementerio de los Reyes
Black Dot

Un árbol crece en el cementerio, un sauce robusto y de profundas raíces. En la noche el viento mece las ramas; las levanta como brazos delirantes y gime a través de ellas. Los nombres en las lápidas son tan antiguos que la lluvia los ha hecho indistintos. Arrobado por el espectáculo contemplo el juego de las hojas y la brisa. Ignoro, pero sospecho, que ese árbol terrible y sus raíces son mi negación absoluta a la muerte definitiva.
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Día 14
Tallerista: Mónica Brasca

Terrores diurnos
Navegando entre líneas

Durante la noche, los árboles del cementerio le daban miedo; no lo dejaban descansar en paz. Sus ramas se fraccionaban en reflejos esqueléticos que rasguñaban el granito como si quisieran entrar. De día, en cambio, recogían las faldas de su sombra para obligarlo a buscar refugio del sol en aquel pino de mármol que lo aterrorizaba aún más, al recordarle que él yacía bajo una cruz.

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Ramificaciones
Big Brother

El negocio familiar creció como un frondoso árbol que cobija bajo su sombra un camposanto. Nació como un modesto establecimiento de apuestas que, además, vendía seguros contra daños. Luego vinieron los casinos, el banco clandestino y un eficiente despacho de cobranzas. Más tarde, el alcohol, la trata de mujeres, el tráfico de armas y las drogas. Todo ocurre en la oscuridad y en secreto bajo la protección de su espeso follaje. Paradójicamente, mientras más se desarrolla, resulta menos sencillo elegir la mejor rama. Entre la carrera contra un virus, la alimentaria, la del espacio, la armamentista o la presidencial, los capos no saben a cual sería más rentable apostar.

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Las consecuencias de aprender
Lafitte

Vivir en la ignorancia le resultaba cómodo. Los libros le inspiraban desconfianza. Temía que leerlos le hiciera abrir los ojos. El día que se enteró de dónde proviene el papel, supo que debía tenerle miedo a los árboles.
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Día 15
Tallerista: Patricia Mejías

Genio
Simbad

Temo a los árboles por su habilidad para influir sobre el cerebro de formas impensables. Mientras han inspirado ideas brillantes y revolucionarias, también hacen surgir otras menos afortunadas. Un buen ejemplo es la nueva visión del Big Bang y del universo que, con sus estrellas y nebulosas, se reveló con toda claridad en mi mente al caerme una rama enorme sobre la cabeza.

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Xenofobia
Isishayo

Después de vivir tantos años en la selva, no fue fácil mudarme a la ciudad. ¡Estaba tan arraigado allá! Añoro la lluvia fresca y la humedad, la estrecha comunión con la tierra, los sonidos y el verde estridente. Todo alrededor es nuevo y extraño aquí. Los rostros mal encarados de mis vecinos, sus muecas y gestos, los ojos saltones y sus bocas y narices enormes que se dibujan en sus cortezas son tan aterradores, que temo no ser bienvenido y que va a ser complicado echar raíces en este jardín botánico.
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Día 16
Tallerista: Josep M. Nuévalos

Venganza
Celecanto

Con alambres, le dio forma a la planta. Creció hasta adquirir formas de mujer. El tallo se fusionó en dos pares de apretadas piernas y, durante el desarrollo del tronco, brotaron un par de senos de madera. Tuvo terror cuando, al pasar la mano sobre el cuerpo del árbol, sintió placer. Y se sintió atraído hacia el centro de feminidad, cubierto por musgo, del que brotó savia cuando él lo penetró antes de que talaran su masculinidad.

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El tiempo no siempre es dinero
Humo blanco

Cogió la talega con monedas, hizo un agujero y la enterró. Todos los días iba a regar y a ver su progreso. Se emocionó cuando brotó un tallo y la primera hoja. Poco a poco su esperanza crecía conforme el árbol ganaba altura y su decepción fue tan grande como aquella, al ver que producía unos ridículos e insípidos frutos que no valían nada. Entendió la lección. Había invertido tiempo esperando fortuna, y cosechó la experiencia de haberlo perdido miserablemente.

De las monedas nunca supo más. El hermoso árbol las cuidaba, bajo sus raíces, como un temible Can Cerbero a las puertas del infierno. Tan fiero e insoportable como su vida, desde que sus padres se enteraron que desapareció la talega.

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Revelación
Simbad

Sentado al pie de aquel árbol, estudiaba mientras sus pensamientos seguían otros derroteros. Al recordar la caída de la célebre manzana que revolucionaría la Física, llegó a la misma conclusión que Borges: los árboles son hermosos, pero hay que tenerles un poco de miedo. Suelen también ser albergue de aves de mal agüero, que tienen la costumbre de llenar de excremento la cabeza.

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Visión nocturna
Pi

Comandados por el General Sherman, tomaron por sorpresa al enemigo. La batalla fue cruenta y las bajas cuantiosas. Al disiparse la bruma y el humo, vio cómo miles de aquellos esclavos que habían sido explotados sin misericordia por generaciones, celebraban su emancipación entre los escombros y cadáveres. En una noche que parecía eterna, sequoias, pinos, abetos y robles danzaban alegremente junto a encinos, araucarias, cedros y cipreses alrededor de una enorme pira. Al amanecer, el leñador juró que no volvería a cortar siquiera una flor. Era imposible olvidar las imágenes y el olor de aquellos troncos y extremidades humanas consumiéndose en el fuego.

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Huasteca Hidalguense
Black Dot

Cuando el ejército descubrió lo útiles que pueden ser los árboles en esta región; lo altos y fuertes que llegan a crecer, la manera en que sus hojas y los troncos suprimen los gemidos por la tortura, cambiaron su apreciación por ellos. Hicieron pruebas de resistencia y seleccionaron al huizache, porqué puede soportar buen peso. Ya no cavan fosas clandestinas, es un trabajo que no sirve para meter miedo. Ahora cuelgan a los campesinos de las ramas más gruesas y los abandonan. Frutos que nunca llegan a madurar y que solo vuelven a tocar el suelo cuando se han podrido, como sus reclamos.
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Día 17
Tallerista: Carlos Martín Briceño

El códice
Pseudónimo

Érase una vez el cielo con las estrellas, el sol, la luna, las nubes y la lluvia. Bajo su manto éranse la tierra y el fuego, la montaña y la lava, como eran también el agua y el aire, desde el manantial hasta el mar, desde el huracán hasta la brisa.

Éranse la oscuridad de la nada, la transparencia y los colores; el cristal de roca y la obsidiana, el jade y el oro. También éranse la vida, las plantas y las flores; el quetzal y la serpiente, el jaguar y el venado; el águila majestuosa. Éranse el hombre y la palabra, la piedra labrada, las ciudades y caminos; la arcilla, la madera y el papel amate.

Érase la profecía escrita sobre la piel misma de los árboles, la que habla de sus raíces que devorarían el presente y que las ramas cubrirían toda evidencia. O tal vez la historia, la crónica de esperanzas y temores, de realidades, belleza y caos.

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Por las cuatro esquinas
Black Dot

Mis papás habían decido poner solo piedritas para formar su nombre. Cada que regresábamos a visitarlo encontrábamos que las piedras no estaban y mis padres lloraban desconsolados. A mamá se le ocurrió sembrar un pino. Era casi una rama cuando lo plantamos, pero creció enorme. Gracias a Dios mis padres murieron cuando apenas alcanzaba los dos metros de altura, porque las raíces del árbol terminaron por desenterrar los huesos de mi hermano y los perros panteoneros los dispersaron por los cuatro vientos.

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Día 18
Tallerista: Elisa Armas

Progreso
Pitecantropus

Toda mi vida transcurrió entre ellos. Dependí de sus frutos y raíces, de sus hojas y ramas. También de las lianas que colgaban de sus largos brazos. Un día aprendí a caminar y me instalé en la llanura. Probé el sabor de la carne. Descubrí cómo cultivar el trigo, domestiqué animales y maté por primera vez a un hombre en mi afán de competir por el poder y la riqueza. Recuerdo mis orígenes entre los árboles y lamento haberlos convertido en esclavos, además de hacerlos víctimas de nuestra ambición. Temo que me reprochen por haberlos abandonado a la suerte, por olvidar aquella inocencia y felicidad naturales. Más miedo me da seguir perdiendo la capacidad de admirar su belleza y la del mundo que nos rodea. Aunque parece poco, es un alto precio que debo pagar por convertirme en un ser civilizado.

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Ruta al cielo
Isishayo

Supe que habían plantado un árbol sobre mi fosa cuando sus raíces envolvieron el ataúd de madera, se abrieron camino hasta alcanzarme y empezaron a succionar. No temo a ese desconocido por mi vida, sino por mi muerte, que yo esperaba tranquila y eterna. Creo que pronto estaré vivo de nuevo, buscando por sus venas un camino diferente al cielo. Solo espero que no crezca torcido, y que no sea un sauce llorón. De nada servirían más lágrimas.
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Día 19
Tallerista: Paola Tena

Cadáveres
Liquidámbar

Ayer, mojados por la lluvia, los troncos de los eucaliptus secos eran enormes gomeras que amenazaban mi soledad creativa. Hoy fueron talados a ras del suelo. Ahora los jóvenes robles de alrededor podrán crecer libres y despreocupados, sin que los árboles muertos les recuerden cuál será su destino. Ya no acechan detrás de mi ventana, intimidándome, pero tampoco así puedo escribir.

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Arbolitos
bebé

Esos gigantes, con sus troncos ásperos y nudosos y sus ramas enormes, inalcanzables, extendidas hasta arañar el cielo, eran una amenaza en mis correrías infantiles. Estar bajo su sombra o ser atrapado por sus raíces eran mis mayores temores. El día que me topé con varios ejemplares en miniatura, nadando en un espeso caldo en mi plato, creí estar soñando o haber crecido de la noche a la mañana. Era desconcertante encontrarlos hasta en la sopa y la mirada de mamá, observándome desde el otro lado de la mesa me confundió aún más. Tuve miedo de que, al comerlos, crecieran dentro de mí y me convirtiera en uno más. Mientras me tranquilizaba, entre risas, ella me reveló el nombre un tanto curioso de aquellos árboles bebé: brócoli.

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Anoxia
Pitecantropus

Me suponía muerto, abandonado a mi suerte dentro de un pabellón rodeado de plantas y árboles, en espera del momento de mi entierro. Un ruido rasgó el silencio. Entre bruma, en el límite de la conciencia, percibí cuando traspasaron las paredes. Sus raíces reptaban al acercarse, treparon hasta alcanzar mi cuerpo y lo cubrieron. Sentí cómo uno de sus capilares entró por la boca hasta la tráquea. Tuve náuseas, y miedo. Contra lo que esperaba, empecé a respirar. Días más tarde fui dado de alta. Aun cuando estoy a salvo, vivo con temor hacia esos extraños árboles que me dieron la oportunidad de escribir esta segunda parte de una vida que, según me dijeron ellos mismos, no tendría secuelas.

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Una mirada al vacío
Humo blanco

No tenía opción. Aunque me aterrorizó la estampa de aquel pino enraizado imprudentemente al borde del precipicio, trepé en él. No paraba de rezar para que no lo venciera mi peso y se desbarrancara mientras, con todas mis fuerzas, me mantenía aferrado a una de sus ramas. El oso que me perseguía era aún más temible.

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Enigma
Lafitte

Aquel sabino añoso y retorcido frente a su casa le quitaba el sueño. Sus brazos grotescos se extendían hasta su ventana y los dedos, huesudos y deformes, pedían su atención a toda hora.

Su figura siniestra lo atemorizaba cada vez más, hasta convertirse en odio. A cada intento que hacía por envenenarlo, prenderle fuego o cortarlo, un evento fortuito lo frustraba: una inundación, un huracán o un terremoto. Fue hasta el día que decidió dejar de pensar en él y olvidarse del asunto, que el árbol murió, ahogado en un mar de indiferencia.

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Beduinos
Gesel van God

Fueron ellos, los árboles, quienes nos ocultaban el horizonte y oscurecían la luz del sol con su follaje; los que nos proveyeron de lanzas para pelear y de los sarcófagos para enterrar a los muertos. Fueron los que robaron la esencia de las rocas para perpetuarse, petrificados; quienes carcomieron el pasado con sus raíces, rompiendo las piedras hasta convertirlas en arena, y que, como nigromantes, presagiaban el futuro hurgando en silencio entre los restos de nuestras ruinas.

Después de haberlos exterminado, y con ellos nuestros temores, vagamos por el desierto en busca de un oasis, rogando a Alá que nos cubra con su sombra, intentando encontrar algún vestigio que indicara dónde se desvió el camino.
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Día 20
Tallerista: José T. Espinosa-Jácome (“El último Abencerraje”)

Cómplices
Humo blanco

Los árboles son hermosos pero débiles de carácter. Hay que tenerles miedo por ello. Se dejan engatusar fácilmente por felinos para ocultarse de sus presas, por serpientes para obsequiar sus frutos y por donjuanes y rompecorazones.

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Remordimiento
bebé

El culpable fue Santa Claus. Durante años, ese desdichado anciano, barrigón y tacaño, me mantuvo en ascuas al pie del árbol, esperando un regalo que jamás llegó. Cuando finalmente me encontré con el viejo, lo até del cuello a la rama más alta, para que supiera lo que se siente estar colgado de una ilusión. Desde entonces me atemorizan los árboles. Veo en cada uno, aquello de lo que es capaz un sueño transformado en frustración.

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Enredo existencial
Aplacate

Cruzas la calle corriendo, un ficus carica te corta el paso, lo esquivas, llegas hasta la puerta y te pegas al timbre. Sopla el aire y las ramas de un árbol truenan sobre tu cabeza; levantas la vista, tiemblas, se te hace un vacío en el estómago. Le queda poco tiempo de vida. Suena la chicharra, se abre la puerta.

Al miércoles siguiente, llegas diez minutos antes a tu cita. Frente a la puerta, te levantas discretamente el suéter y de la cintura sacas unas poderosas tijeras, dos, tres, cuatro tajos nada más. Pegas el dedo al timbre, suena la chicharra, se abre la puerta.

Durante todo el invierno desenvainas tu aguzado instrumento cada semana y podas el enredo que asfixia al enorme árbol. Una mañana de marzo miras que brota el primer higo de la temporada. Pegas el dedo al timbre, suena la chicharra y entras al consultorio por tu alta psiquiátrica.

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Matrix vegetal
Celecanto

Otra vez la misma pesadilla. Un árbol se cierne sobre mí y me absorbe la vida. Para darme valor, me recuerdo a mí mismo que la humanidad acabó con cientos de hectáreas de bosques. Pero sé que algo anda muy mal cada vez que los veo tan delgados, tan artificiales, como si fueran espejismos. Lo quise comprobar y apuñalé a varios de ellos: el cuchillo salió limpio, sin manchas de savia. Ahora que he roto la simulación y que despierto a la verdadera realidad, me encuentro envuelto entre raíces. No hay ruido, esmog, tráfico, ni ciudades. Temo más que nunca a los árboles. Aún hay miles de ellos que esclavizaron a la humanidad, hace mucho tiempo atrás, para producir anhídrido carbónico con que generar la fotosíntesis.

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A ras del suelo
Pingüino

Con su carga a cuestas, caminaba con dificultad sobre terreno agreste cuando sobrevino un terremoto. La tierra se rasgó, un montículo empezó a elevarse sobre el suelo y, de pronto, escuchó una violenta explosión. Atemorizada, apenas tuvo tiempo para correr y ponerse a salvo. Detrás de unas rocas, sus pequeñas antenas se agitaban, mientras sus ojos veían a una tímida hoja sostenida por un tallo, que se abría paso y volteaba con esperanza en dirección al sol. Desde entonces la hormiga vive con miedo de presenciar el parto de un árbol
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Coordinación de La Marina 2020.
12 de March de 2021 / 16:05
MINIFICCIONES FINALISTAS DE FEBRERO 2021 12 de March de 2021 / 16:05
Coordinación de La Marina 2020.
 

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