Selecciones del 17 de febrero
El códice
Por Pseudónimo
Érase una vez el cielo con las estrellas, el sol, la luna, las nubes y la lluvia. Bajo su manto éranse la tierra y el fuego, la montaña y la lava, como eran también el agua y el aire, desde el manantial hasta el mar, desde el huracán hasta la brisa.
Éranse la oscuridad de la nada, la transparencia y los colores; el cristal de roca y la obsidiana, el jade y el oro. También éranse la vida, las plantas y las flores; el quetzal y la serpiente, el jaguar y el venado; el águila majestuosa. Éranse el hombre y la palabra, la piedra labrada, las ciudades y caminos; la arcilla, la madera y el papel amate.
Érase la profecía escrita sobre la piel misma de los árboles, la que habla de sus raíces que devorarían el presente y que las ramas cubrirían toda evidencia. O tal vez la historia, la crónica de esperanzas y temores, de realidades, belleza y caos.
Por las cuatro esquinas
Por Black Dot
Mis papás habían decido poner solo piedritas para formar su nombre. Cada que regresábamos a visitarlo encontrábamos que las piedras no estaban y mis padres lloraban desconsolados. A mamá se le ocurrió sembrar un pino. Era casi una rama cuando lo plantamos, pero creció enorme. Gracias a Dios mis padres murieron cuando apenas alcanzaba los dos metros de altura, porque las raíces del árbol terminaron por desenterrar los huesos de mi hermano y los perros panteoneros los dispersaron por los cuatro vientos..
Por Pseudónimo
Érase una vez el cielo con las estrellas, el sol, la luna, las nubes y la lluvia. Bajo su manto éranse la tierra y el fuego, la montaña y la lava, como eran también el agua y el aire, desde el manantial hasta el mar, desde el huracán hasta la brisa.
Éranse la oscuridad de la nada, la transparencia y los colores; el cristal de roca y la obsidiana, el jade y el oro. También éranse la vida, las plantas y las flores; el quetzal y la serpiente, el jaguar y el venado; el águila majestuosa. Éranse el hombre y la palabra, la piedra labrada, las ciudades y caminos; la arcilla, la madera y el papel amate.
Érase la profecía escrita sobre la piel misma de los árboles, la que habla de sus raíces que devorarían el presente y que las ramas cubrirían toda evidencia. O tal vez la historia, la crónica de esperanzas y temores, de realidades, belleza y caos.
Por las cuatro esquinas
Por Black Dot
Mis papás habían decido poner solo piedritas para formar su nombre. Cada que regresábamos a visitarlo encontrábamos que las piedras no estaban y mis padres lloraban desconsolados. A mamá se le ocurrió sembrar un pino. Era casi una rama cuando lo plantamos, pero creció enorme. Gracias a Dios mis padres murieron cuando apenas alcanzaba los dos metros de altura, porque las raíces del árbol terminaron por desenterrar los huesos de mi hermano y los perros panteoneros los dispersaron por los cuatro vientos..
carlos martín briceño
02 de March de 2021 / 19:38
02 de March de 2021 / 19:38
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