Selecciones día 8 noviembre: Pseudónimo, Volkandert y Navegando entre líneas---- suerte!
230.435 A.C., por Pseudónimo
En el silencio, toda hoja que cae es un aviso; cualquier susurro, un grito y cada crepitar de un leño al fuego, un cataclismo. Receloso, voltea con frecuencia alrededor mientras, en la mano, afianza un palo y arropa a su pareja con una piel. Miran hacia arriba. Cada estrella es un ojo que vigila; la luna, una deidad caprichosa que se exhibe y esconde en la oscuridad del firmamento. La noche es el cofre donde se preservan sus memorias, miedos y horrores en la penumbra. Al caer las sombras, se abre para liberar los mitos y leyendas que habrán de heredar a su descendencia.
Democracia y divinidad, por Volkandert
–Señor –dijo el patriarca alzando los brazos al cielo en la cima de la montaña –te pido encarecidamente que accedas a nuestras peticiones, que nos liberes de la esclavitud, destruyas a nuestros enemigos y nos saques de este maldito desierto. Estamos desamparados.
–Jamás –se oyó decir a una voz desde lo alto–, yo no me rijo por la voluntad popular. Entiéndelo, soy Dios, no cualquier presidente que es elegido por votación. Aquí mando yo, y sé lo que hago y porqué.
–Pero Yaveh, ¿cómo hacer para que la gente te obedezca y te venere a ti, y no adore a otros ídolos que infunden mayor seguridad y dirección, además de consuelo?
–Eso tiene solución. Diles de parte mía que son el pueblo elegido. A ver, toma una pluma y escribe en esa piedra…
La novia, por Navegando entre líneas
Fueron por la adolescente que estaba recluida en una gruta desde la primera menstruación para preservar su pureza de los apetitos mortales. Alimentada con leche de cabra y huevos de paloma albur para resaltar su blancura, los pechos de la virgen eran como lágrimas de luna que se bamboleaban al compás de los tambores rumbo a la cordillera donde yacía la gran deidad Acatell. Atada a un lecho de hojas de palmera, la chica aguardaba a que el Dios bajara desde lo alto para tomarla como esposa El resto de la tribu se retiró a la espera que despertara con la ofrenda. Mientras, aquel horror palpitaba al calor del sol envuelto en una maraña de apéndices enraizados en la cumbre de las montañas. Inmersa en un sueño eterno, aquella monstruosidad al moverse redujo el cuerpo de la joven a una mancha sanguinolenta..
En el silencio, toda hoja que cae es un aviso; cualquier susurro, un grito y cada crepitar de un leño al fuego, un cataclismo. Receloso, voltea con frecuencia alrededor mientras, en la mano, afianza un palo y arropa a su pareja con una piel. Miran hacia arriba. Cada estrella es un ojo que vigila; la luna, una deidad caprichosa que se exhibe y esconde en la oscuridad del firmamento. La noche es el cofre donde se preservan sus memorias, miedos y horrores en la penumbra. Al caer las sombras, se abre para liberar los mitos y leyendas que habrán de heredar a su descendencia.
Democracia y divinidad, por Volkandert
–Señor –dijo el patriarca alzando los brazos al cielo en la cima de la montaña –te pido encarecidamente que accedas a nuestras peticiones, que nos liberes de la esclavitud, destruyas a nuestros enemigos y nos saques de este maldito desierto. Estamos desamparados.
–Jamás –se oyó decir a una voz desde lo alto–, yo no me rijo por la voluntad popular. Entiéndelo, soy Dios, no cualquier presidente que es elegido por votación. Aquí mando yo, y sé lo que hago y porqué.
–Pero Yaveh, ¿cómo hacer para que la gente te obedezca y te venere a ti, y no adore a otros ídolos que infunden mayor seguridad y dirección, además de consuelo?
–Eso tiene solución. Diles de parte mía que son el pueblo elegido. A ver, toma una pluma y escribe en esa piedra…
La novia, por Navegando entre líneas
Fueron por la adolescente que estaba recluida en una gruta desde la primera menstruación para preservar su pureza de los apetitos mortales. Alimentada con leche de cabra y huevos de paloma albur para resaltar su blancura, los pechos de la virgen eran como lágrimas de luna que se bamboleaban al compás de los tambores rumbo a la cordillera donde yacía la gran deidad Acatell. Atada a un lecho de hojas de palmera, la chica aguardaba a que el Dios bajara desde lo alto para tomarla como esposa El resto de la tribu se retiró a la espera que despertara con la ofrenda. Mientras, aquel horror palpitaba al calor del sol envuelto en una maraña de apéndices enraizados en la cumbre de las montañas. Inmersa en un sueño eterno, aquella monstruosidad al moverse redujo el cuerpo de la joven a una mancha sanguinolenta..
Jorge Oropeza
01 de December de 2020 / 20:25
01 de December de 2020 / 20:25
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