Selecciones día 1 OCTUBRE
Luces, cámara... ¡Acción!
bebé
De pronto apareció. Todos los gestos y movimientos que el actor había ensayado por semanas para la escena, que tenía lugar en un oscuro sótano, se borraron de su mente. Quienes estaban cerca la vieron y el tiempo pareció congelarse. Con un fulgor casi intolerable, una pequeña esfera tornasolada de unos cuantos centímetros proyectaba innumerables imágenes y parecía girar. El espacio cósmico estaba ahí… Nadie movió un músculo, y el rodaje continuó hasta que se escuchó:
–¡Corte! ¡Fenomenal!, ¡qué bárbaro, se imprime! –exclamó el director.
Los presentes se apresuraron a felicitar al equipo responsable de los efectos especiales por su magnífica labor. Nadie habría esperado que la simulación del Aleph resultara tan vívida y realista.
–Excelente trabajo, Becerra –dijo el director desde la puerta de la cabina–: la toma resultó espectacular .Ya aseguramos dos Óscares, por lo menos.
–¿Qué? –se escuchó una voz opacada por ruidos extraños y maldiciones desde el interior. Rodeado de un enjambre de aparatos, el hombre hacía esfuerzos desesperados por conectar los cables que darían vida al proyector de hologramas –. ¡Pedí que esperaran mi aviso!
……………………..
La persistente levedad del recuerdo
Pseudónimo
Supe que demolían la vieja casa de la calle de Garay, cuando percibí el momento exacto en que la remoción de escombros alcanzó el sótano. Fue como si una ola gigantesca me arrastrara, me diera vueltas, y tras casi asfixiarme, depositara mi cuerpo en la costa. El universo se mudó a otro sitio y a otro tiempo. Su centro ya no está donde solía estar en aquel escalón hacia la oscuridad subterránea. El recuerdo de Beatriz Viterbo lo ocupa ahora otro afán llamado Estela Canto, más tangible, como la arena, las piedras y el rumor de las olas; con mayor luminosidad, como estar en la superficie, y tan inquietante y misterioso como esta playa desierta en territorio desconocido.
……………………………….
Reflexiones en ayunas
Simbad
Una luz intensa me hizo abrir los ojos esa mañana. Vi una cortina blanquísima y detrás, la ventana. Me asomé. Vi el populoso mar y en la playa, a la gente pequeña. Vi un barco que venía de China y un avión que iba a no sé dónde. Vi también una cometa y una nube en forma de tortuga; vi cuando resbalé y cuando empecé a caer. Vi a la mujer de mis sueños, la del piso siete, en brazos de un tipo gordo (siempre me pregunté por qué ellos tienen tanta suerte), vi su alacena abierta y una bolsa de frituras. Vi el entrepiso y enseguida, el candil de la cocina de un inquilino que es chef. Vi el omelette que preparaba y recordé que no había desayunado. Vi un bonsái en un balcón y a una paloma que se asustó a mi paso por el quinto nivel. Vi un telescopio apuntando al infinito; vi a una chica desnuda en un calendario en la pared del cuarto piso, y me vi pasar veloz en un espejo del tercero. Vi mi pasado transcurrir en un instante y ropa tendida en la ventana del segundo. Vi a una pareja discutir por un pollo sin piernas en un plato y una botella de ron, vacía. Vi lo bueno que sería vivir en la planta baja, sin peligro de caer. Vi el suelo y las grietas, tan anchas como el Cañón del Colorado; vi hormigas, vi estrellas y sentí una infinita lástima. Entonces recordé a Borges, quien dejó honda huella en la literatura con su Aleph, no tan profunda como la que yo imprimí en el pavimento..
bebé
De pronto apareció. Todos los gestos y movimientos que el actor había ensayado por semanas para la escena, que tenía lugar en un oscuro sótano, se borraron de su mente. Quienes estaban cerca la vieron y el tiempo pareció congelarse. Con un fulgor casi intolerable, una pequeña esfera tornasolada de unos cuantos centímetros proyectaba innumerables imágenes y parecía girar. El espacio cósmico estaba ahí… Nadie movió un músculo, y el rodaje continuó hasta que se escuchó:
–¡Corte! ¡Fenomenal!, ¡qué bárbaro, se imprime! –exclamó el director.
Los presentes se apresuraron a felicitar al equipo responsable de los efectos especiales por su magnífica labor. Nadie habría esperado que la simulación del Aleph resultara tan vívida y realista.
–Excelente trabajo, Becerra –dijo el director desde la puerta de la cabina–: la toma resultó espectacular .Ya aseguramos dos Óscares, por lo menos.
–¿Qué? –se escuchó una voz opacada por ruidos extraños y maldiciones desde el interior. Rodeado de un enjambre de aparatos, el hombre hacía esfuerzos desesperados por conectar los cables que darían vida al proyector de hologramas –. ¡Pedí que esperaran mi aviso!
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La persistente levedad del recuerdo
Pseudónimo
Supe que demolían la vieja casa de la calle de Garay, cuando percibí el momento exacto en que la remoción de escombros alcanzó el sótano. Fue como si una ola gigantesca me arrastrara, me diera vueltas, y tras casi asfixiarme, depositara mi cuerpo en la costa. El universo se mudó a otro sitio y a otro tiempo. Su centro ya no está donde solía estar en aquel escalón hacia la oscuridad subterránea. El recuerdo de Beatriz Viterbo lo ocupa ahora otro afán llamado Estela Canto, más tangible, como la arena, las piedras y el rumor de las olas; con mayor luminosidad, como estar en la superficie, y tan inquietante y misterioso como esta playa desierta en territorio desconocido.
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Reflexiones en ayunas
Simbad
Una luz intensa me hizo abrir los ojos esa mañana. Vi una cortina blanquísima y detrás, la ventana. Me asomé. Vi el populoso mar y en la playa, a la gente pequeña. Vi un barco que venía de China y un avión que iba a no sé dónde. Vi también una cometa y una nube en forma de tortuga; vi cuando resbalé y cuando empecé a caer. Vi a la mujer de mis sueños, la del piso siete, en brazos de un tipo gordo (siempre me pregunté por qué ellos tienen tanta suerte), vi su alacena abierta y una bolsa de frituras. Vi el entrepiso y enseguida, el candil de la cocina de un inquilino que es chef. Vi el omelette que preparaba y recordé que no había desayunado. Vi un bonsái en un balcón y a una paloma que se asustó a mi paso por el quinto nivel. Vi un telescopio apuntando al infinito; vi a una chica desnuda en un calendario en la pared del cuarto piso, y me vi pasar veloz en un espejo del tercero. Vi mi pasado transcurrir en un instante y ropa tendida en la ventana del segundo. Vi a una pareja discutir por un pollo sin piernas en un plato y una botella de ron, vacía. Vi lo bueno que sería vivir en la planta baja, sin peligro de caer. Vi el suelo y las grietas, tan anchas como el Cañón del Colorado; vi hormigas, vi estrellas y sentí una infinita lástima. Entonces recordé a Borges, quien dejó honda huella en la literatura con su Aleph, no tan profunda como la que yo imprimí en el pavimento..
Carmen Simón
03 de November de 2020 / 02:09
03 de November de 2020 / 02:09
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