Selecciones del día 17 de octubre
El vecino de enfrente
Por Sérpico
Supe que el inquilino de aquella casa se mudaría al día siguiente antes de que la demolieran para ampliar el local de Zunino y Zungri, donde solía ir algunas tardes. Estaba oscuro y de pronto, desde mi recámara, vi a través de la cortina cómo una luz muy intensa inundaba el interior a la medianoche. Intrigado, crucé la calle y me asomé por una de las ventanas. La luz se filtraba desde el suelo, cerca del comedor, donde sospeché que habría una entrada a un sótano, algo usual en esas casas antiguas. En las paredes danzaban toda suerte de imágenes que nacían debajo de las uniones del piso de madera. Toqué a la puerta y al notar que estaba abierta, entré. Apenas llegué caminé con sigilo hasta la trampa que comunicaba al subsuelo y reinó de nuevo la oscuridad. Solo alcancé a ver una persona que sostenía algo en la mano mientras reía y gritaba como poseída: “Ja, ja, ja, lo logré, ¡lo logré!, ¡por fin pude ahuyentar a ese maldito Borges! ¡Gracias, Aleph!
Palabras para lo indescriptible
Por Pitecantropus
La esfera fue creciendo hasta engullir a Borges y a todo lo que había alrededor de él: la casa, la calle de Garay, la ciudad, el planeta, y se expandió hasta cubrir el universo. Todo quedó abarcado por el Aleph y, al mismo tiempo, estaba afuera, como dentro de un saco transparente con la boca abierta, donde la probabilidad de estar en el interior o en el exterior era la misma y a la vez, igual que no existir –como si fuera tan sencillo definir ese espacio y tiempo infinitos como un lugar o un momento–, donde materia y energía, tiempo y espacio, espíritu y conocimiento no se crean ni se destruyen, solo se transforman y donde todo es posible, hasta la existencia de la nada.
Por Sérpico
Supe que el inquilino de aquella casa se mudaría al día siguiente antes de que la demolieran para ampliar el local de Zunino y Zungri, donde solía ir algunas tardes. Estaba oscuro y de pronto, desde mi recámara, vi a través de la cortina cómo una luz muy intensa inundaba el interior a la medianoche. Intrigado, crucé la calle y me asomé por una de las ventanas. La luz se filtraba desde el suelo, cerca del comedor, donde sospeché que habría una entrada a un sótano, algo usual en esas casas antiguas. En las paredes danzaban toda suerte de imágenes que nacían debajo de las uniones del piso de madera. Toqué a la puerta y al notar que estaba abierta, entré. Apenas llegué caminé con sigilo hasta la trampa que comunicaba al subsuelo y reinó de nuevo la oscuridad. Solo alcancé a ver una persona que sostenía algo en la mano mientras reía y gritaba como poseída: “Ja, ja, ja, lo logré, ¡lo logré!, ¡por fin pude ahuyentar a ese maldito Borges! ¡Gracias, Aleph!
Palabras para lo indescriptible
Por Pitecantropus
La esfera fue creciendo hasta engullir a Borges y a todo lo que había alrededor de él: la casa, la calle de Garay, la ciudad, el planeta, y se expandió hasta cubrir el universo. Todo quedó abarcado por el Aleph y, al mismo tiempo, estaba afuera, como dentro de un saco transparente con la boca abierta, donde la probabilidad de estar en el interior o en el exterior era la misma y a la vez, igual que no existir –como si fuera tan sencillo definir ese espacio y tiempo infinitos como un lugar o un momento–, donde materia y energía, tiempo y espacio, espíritu y conocimiento no se crean ni se destruyen, solo se transforman y donde todo es posible, hasta la existencia de la nada.
carlos martín briceño
02 de November de 2020 / 13:53
02 de November de 2020 / 13:53
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