Addendum de Simbad

Ese miércoles, antes de que Daneri cerrara la trampa del sótano, alcancé a ver la hora. Eran las siete menos cuarto. Cuando regresó, miré instintivamente el reloj y no habían transcurrido siquiera treinta segundos. No pude explicarme que en tan poco tiempo hubiese sido posible ver tanta maravilla. Había sido un increíble y portentoso recorrido a través del tiempo y el espacio. Después de salir de aquel agujero, intercambiar palabras y despedirme como lo narré en mi relato, fui hasta al subterráneo, donde todas las caras me parecieron familiares y temí que no quedara una sola cosa capaz de sorprenderme, pero estaba en un error. Al acercarme a casa una hora después, el corazón me dio un vuelco. Una mujer que decía ser mi esposa, junto a dos niños que lloraban a su lado, daba pormenores a la policía de mi desaparición desde el día anterior. Entonces caí en la cuenta de que mi interacción con el Aleph había alterado el funcionamiento de la fina maquinaria del tiempo y me preocupé: era jueves y llegaría tarde a la reunión del Club de Escritores. Pasé de largo y apreté el paso, mientras pensaba cómo zafarme de esos intrusos en mi nueva vida cuando regresara.


La canica azul de Pitágoras

Cuando Pablo y yo nos adentramos en aquella casa que demolían en la calle de Garay, vimos esa pequeña esfera al mismo tiempo y ambos saltamos tras ella. En la lucha, lo vencí y se la arrebaté. Al tenerla en mi mano, quedé admirado por su redondez y tersura; parecía maravillosamente azul y de todos los colores a la vez. Al verla a contraluz me deslumbró más que el sol a sus espaldas. Entonces lo vi: era un mundo girando alrededor de todos los orbes y éstos volcados en él; nubes y tormentas y sentí los vientos; eran paz y guerra, treguas entre la vida y la muerte, reencarnación y resurrecciones. Era yo, y tú, él, ellos y éramos nosotros y era Dios y todos los dioses, todos en uno solo y uno en todos. Eran amor y odio y todas las pasiones, era bondad y negrura, materia y energía; el caos infinito y el orden absoluto. Era el equilibrio, luz y oscuridad en armonía, el tiempo y la prisa, la calma y la angustia. Eran la historia y la fantasía, la realidad y la ilusión. Asustado, la tiré a sus pies y corrí sin parar hasta mi casa. Han pasado muchos años y aún me tranquiliza saber que mi amigo está seguro y tiene buena compañía donde yace desde entonces..
Patricia Mejías
01 de November de 2020 / 20:27
Selecciones del 15 de octubre del 2020/ 01 de November de 2020 / 20:27
Patricia Mejías
 

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