Selecciones del día 19 de octubre
El parque de atracciones (por Serpico)
De entre las visiones de unicornios, elefantes y enormes mariposas en el carrusel de letras que era ese manuscrito, se escuchó una voz tenue, suplicante. Borges, el personaje envuelto en esa trama inconcebible que redactaba Borges, el escritor, le pedía encarecidamente que mostrara algo de misericordia e hiciera un alto. Aquel tropel de visiones sicodélicas en el Aleph era peor que ir a bordo de un vagón de la montaña rusa. Padecía de vértigo.
Escape de la luz (por Gesel van God)
Durante el día era imposible: había vigilancia por doquier. En la oscuridad, la luz enceguecedora que estaba encima de la torre lo veía y lo sabía todo. No había rincón que no estuviera expuesto a ella, ni persona que pudiera sustraerse a su escrutinio. Era preciso encontrar la forma de hacerse invisible a ella. Lo conseguimos luego de soltar varias ratas a las que atamos tazas y platos de lámina. Mientras la luz apuntaba en todas direcciones y los guardias se ocupaban de peinar la superficie buscando el origen de los ruidos, seis compañeros y yo escapábamos por un túnel de aquel siniestro campo de concentración. Al día siguiente, la experiencia de ver la luz verdadera y el universo surgir detrás del horizonte fue indescriptible, tan deslumbrante y maravillosa como la libertad.
Cuantos y cuentos (por Pitágoras)
Al terminar de leer el relato de Borges recordó una frase que se grabó en su memoria: “Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten”. Comprendió entonces que el Aleph es el centro de la conciencia universal, que se proyecta a través de la infinidad de facetas de un poliedro que a simple vista semeja una esfera y se nutre de lo que se filtra a través de ellas, donde el centro está en todas partes y la circunferencia, en ninguna. Entendió que la nada y el todo son una misma entidad y que la probabilidad de que suceda lo imposible jamás es nula. Aunque lo que leyó ocurría en un cuento, aquella trama, bordada sobre la fina red del continuo espacio-tiempo y escrita con el alfabeto de símbolos de la física cuántica, le era extrañamente familiar..
De entre las visiones de unicornios, elefantes y enormes mariposas en el carrusel de letras que era ese manuscrito, se escuchó una voz tenue, suplicante. Borges, el personaje envuelto en esa trama inconcebible que redactaba Borges, el escritor, le pedía encarecidamente que mostrara algo de misericordia e hiciera un alto. Aquel tropel de visiones sicodélicas en el Aleph era peor que ir a bordo de un vagón de la montaña rusa. Padecía de vértigo.
Escape de la luz (por Gesel van God)
Durante el día era imposible: había vigilancia por doquier. En la oscuridad, la luz enceguecedora que estaba encima de la torre lo veía y lo sabía todo. No había rincón que no estuviera expuesto a ella, ni persona que pudiera sustraerse a su escrutinio. Era preciso encontrar la forma de hacerse invisible a ella. Lo conseguimos luego de soltar varias ratas a las que atamos tazas y platos de lámina. Mientras la luz apuntaba en todas direcciones y los guardias se ocupaban de peinar la superficie buscando el origen de los ruidos, seis compañeros y yo escapábamos por un túnel de aquel siniestro campo de concentración. Al día siguiente, la experiencia de ver la luz verdadera y el universo surgir detrás del horizonte fue indescriptible, tan deslumbrante y maravillosa como la libertad.
Cuantos y cuentos (por Pitágoras)
Al terminar de leer el relato de Borges recordó una frase que se grabó en su memoria: “Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten”. Comprendió entonces que el Aleph es el centro de la conciencia universal, que se proyecta a través de la infinidad de facetas de un poliedro que a simple vista semeja una esfera y se nutre de lo que se filtra a través de ellas, donde el centro está en todas partes y la circunferencia, en ninguna. Entendió que la nada y el todo son una misma entidad y que la probabilidad de que suceda lo imposible jamás es nula. Aunque lo que leyó ocurría en un cuento, aquella trama, bordada sobre la fina red del continuo espacio-tiempo y escrita con el alfabeto de símbolos de la física cuántica, le era extrañamente familiar..
F.C. Perezcardenas
28 de October de 2020 / 18:38
28 de October de 2020 / 18:38
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