Seleccionadas 10 de octubre: Simbad y Pitágoras
Sobredosis, de Simbad
Ella era su faro en las tinieblas de esas noches sin luna bajo el puente, entre cartones y cobertores raídos. Él había sido su héroe cuando, siendo casi una niña, la había salvado de aquellos drogadictos que pretendían llevársela para jugar. Hasta que un día no la vio más.
Tiempo después, la encontró en uno de los escalones que conducen al infierno. Ya no quiso perderla otra vez. Se aferró a sus recuerdos, la abrazó, y envueltos por un vaho adormecedor, se fundieron en un haz de luz, cálido, brillante y eterno que iluminó por instantes ese otro mundo indescriptible, el oscuro universo donde convergen el abandono, la miseria y la desesperanza.
El primogénito, de Pitágoras
Llevaba meses haciendo un orificio en la pared de piedra para comunicarme con el ocupante del calabozo contiguo. Cuando vi la luz que emanaba del fondo del pequeño agujero pensé que lo había conseguido, al tiempo que me dominaba la envidia. ¡Él podía ver la luz del sol!, de la que yo estaba vedado. Me equivoqué.
Lo que vi en ese hueco era una esfera brillante de dos o tres centímetros de diámetro que iluminó mi encierro. Me quedé pasmado por segundos u horas, no lo sé. Recobré la calma y la esperanza. Vi el universo que estaba afuera, mis sueños e ilusiones, mi vida, la libertad, el conocimiento, el amor, la bondad y la misericordia fundidos en aquella luminosidad surgida de la piedra. Era todo aquello que deseaba y que nunca disfruté, mis anhelos y mi ser en potencia; era el mundo que apenas recuerdo cuando, siendo niño, fui encerrado aquí por órdenes de mi tío cuando murió el rey, mi padre..
Ella era su faro en las tinieblas de esas noches sin luna bajo el puente, entre cartones y cobertores raídos. Él había sido su héroe cuando, siendo casi una niña, la había salvado de aquellos drogadictos que pretendían llevársela para jugar. Hasta que un día no la vio más.
Tiempo después, la encontró en uno de los escalones que conducen al infierno. Ya no quiso perderla otra vez. Se aferró a sus recuerdos, la abrazó, y envueltos por un vaho adormecedor, se fundieron en un haz de luz, cálido, brillante y eterno que iluminó por instantes ese otro mundo indescriptible, el oscuro universo donde convergen el abandono, la miseria y la desesperanza.
El primogénito, de Pitágoras
Llevaba meses haciendo un orificio en la pared de piedra para comunicarme con el ocupante del calabozo contiguo. Cuando vi la luz que emanaba del fondo del pequeño agujero pensé que lo había conseguido, al tiempo que me dominaba la envidia. ¡Él podía ver la luz del sol!, de la que yo estaba vedado. Me equivoqué.
Lo que vi en ese hueco era una esfera brillante de dos o tres centímetros de diámetro que iluminó mi encierro. Me quedé pasmado por segundos u horas, no lo sé. Recobré la calma y la esperanza. Vi el universo que estaba afuera, mis sueños e ilusiones, mi vida, la libertad, el conocimiento, el amor, la bondad y la misericordia fundidos en aquella luminosidad surgida de la piedra. Era todo aquello que deseaba y que nunca disfruté, mis anhelos y mi ser en potencia; era el mundo que apenas recuerdo cuando, siendo niño, fui encerrado aquí por órdenes de mi tío cuando murió el rey, mi padre..
Tomás del Rey
25 de October de 2020 / 00:53
25 de October de 2020 / 00:53
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