La tentación de ser el mejor produce problemas y decepciones. Estoy convencido de ello. Siempre existe la posibilidad de que haya alguien que te supere y, eso, llega a ser doloroso y causar hasta depresión. Por eso he luchado contra ella.

Es más cómodo y menos estresante ser siempre el último. Nadie compite por ello, lo que me ha permitido superar mis propias marcas continuamente y destacar. Nadie tiene récords tan impresionantes como los míos: último lugar consecutivo desde el jardín de niños hasta la Universidad, incluyendo los diez años que hube de repetir. En mi empleo actual, cada seis meses hay promociones. Jamás he obtenido una desde que entré a trabajar ahí hace quince años y, en reconocimiento, ya me propusieron la jubilación.

En veinte participaciones en la maratón de la capital han tenido que esperar hasta que yo llegue para recoger los implementos de la meta, y sin tanto esfuerzo, soy ahora más famoso que muchos de los ganadores de años anteriores. Hasta me han entrevistado en la televisión. Pienso que podría ser un buen candidato para competir por un récord Guinness, aunque no buscaría ganarlo. Por congruencia, también procuraría ser el último.